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Cronista del recuerdo y amiga del Diablo
La autora del libro prefiere que sus crónicas estén más cerca de la literatura que del periodismo.

La cosa con Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) es que tiene cara de persona normal. Si uno la ve en la calle no sospecha que Fernanda fue una adicta al Semanario de lo Insólito de niña.
Lo leía a escondidas de mis papás. Me encantaba el Insólito pero estaba segura de que la virgen se iba a enojar conmigo. En la noche le rezaba y le pedía perdón .
¿Ése fue tu primer acercamiento al periodismo?
No, yo no leía periodismo de niña. El Insólito era más bien el morbo. A mí lo que me interesan son las historias y eso siempre. No me dejaban salir a la calle, así que leía literatura, que era lo que tenía cerca.
Mientras conversamos, salen nombres de autores: Stephen King, Flannery OConnor, Harper Lee (Matar un ruiseñor es la novela perfecta. Si yo pudiera escribir algo así tampoco volvería a escribir más), Pushkin y Cormac McCarthy.
Todos literatos, ninguno periodista. Lo cual es curioso porque Fernanda Melchor es cronista, que es, estrictamente, un género periodístico.
Aquí no es Miami (Almadía y Salario del Miedo) es su primer libro de crónicas. Pero qué crónicas: mientras los periodistas suelen apelar a la diosa objetividad creyendo que así son más serios y más exactos, las de Fernanda Melchor son historias muy cercanas a ella que, gracias a la investigación pero sobre todo a la literatura, acaban apresando situaciones enteras, complejas.
Varias son historias detrás de la historia. En ellas, la cronista es un personaje detectivesco, una recogedora de recuerdos o un testigo.
Las historias las cuenta la memoria, no la realidad , dice Fernanda Melchor citando a Sartre.
Todo lo que narro es cierto, como lo explico en la introducción del libro. Ni un detalle es inventado. Pero estoy harta de estos textos periodísticos que se creen crónicas, cuando nada más son notas informativas llenas de datos (que además a la gente le valen pito) que no narran nada. No hay personajes, ni trama, ni narrador .
Lo de Fernanda Melchor es contar la verdad con las herramientas de la literatura. Relaciones fuertes con la literatura o nada , dice como quien grita un manifiesto.
Cuando le pregunto a qué periodistas respeta, dice estos nombres: Leila Guerriero, Diego Enrique Osorno, Alejandro Almazán. Los tres maestros del periodismo narrativo (¿redundancia? El periodismo o narra o no es nada, como dice Melchor) latinoamericano.
Fernanda Melchor ya forma parte de la segunda hornada, de la nueva partida de cronistas y narradores periodísticos, una especie que en América Latina cuenta con cabal salud.
LLENE LOS HUECOS CON RECUERDOS
Todas las crónicas de Aquí no es Miami suceden en Veracruz, en los últimos 30 años, tres décadas que no han sido fáciles para el puerto ni para los jarochos: la llegada del narcotráfico, sobre todo de Los Zetas, y con ellos, de la violencia, la migración ilegal, los escándalos locales convertidos en leyenda, los gobiernos corruptos (aunque eso es sempiterno) Melchor es cronista, pero también una suerte de personaje. Está dando testimonio de las historias con las que creció.
Creo que todo empezó porque tenía ganas de rellenar huecos dice. En Veracruz la gente te cuenta todo y todos sabemos platicar historias, pero cuando quieres buscar la evidencia no encuentras nada, ni un papel .
¿Cómo que nada?
Nada, ni un documento. Es que va a sonar rarísimo pero en Veracruz no hay una cultura del archivo. No hay hemerotecas. Hasta te ven raro si preguntas. Si quieres buscar papeles es a ver qué encuentras entre lo que la gente guardó.
¿Cómo te interesaba una historia en particular?
Me daba curiosidad. Me la iba encontrando de repente. Lo de El corrido del quemado , por ejemplo. Ésa es una de las crónicas más viejas de las que vienen en el libro, la empecé en el 2002. Fuimos amigos y yo de imprudentes a buscar la historia detrás del corrido (que cuenta la historia de un linchado al que quemaron vivo) en un pueblo que se llama Tatahuicapa. No encontramos nada, puro silencio, cosas de oídas. Anduvimos buscando la averiguación previa, la encontramos. Luego regresamos en el 2009 para completar la historia. Nadie nos quiso contar nada realmente, pero la desconfianza de la gente y las amenazas veladas cuentan algo.
Y esa pesquisa, digamos, fallida es la que cuentas
Sí. Nos dijeron eso de No anden buscando donde no lo llaman , pero eso no significa que no haya historia. Lo que importa es que detrás de algo tan cotidiano como ese corrido hay algo que contar y ese algo acaba resultando muy siniestro.
Lo de Evangelina Tejera, la reina de carnaval que mata a sus hijos, también es muy oscuro. Seguro creciste con esa historia, ¿verdad?
Fue un gran escándalo a principio de los 80 y se volvió una de esas historias con la que te asustan de niño. Era como La Llorona. Y también como una Medea: la mujer hermosa que se mete drogas, se relaciona con el hombre equivocado y mata a sus hijos.
Y los entierra en una maceta
Sí, habla de un proceso de degradación terrible. Hubo mucho de venganza social en ese escándalo: las reinas suelen ser rubias, de clase alta.
Representan el privilegio. Si caen, la gente lo disfruta más.
¿Y la del doctor Careló?
Ésa es particular porque yo conozco a esos personajes. Muchas veces he estado en casa de Careló (Cara de loco, un narcomenudista de la vieja guardia anterior a Los Zetas) y le pedía que me contara historias. Y era estar ahí con él y hacer lo mismo: si una chela, una chela; si un churro, pues un churro. Había que separar bien los momentos personales de los de entrevista. Era difícil.
Tengo que confesarte que La casa del estero no me dejó dormir tres días.
¿En serio? Qué padre causarle eso a la banda.
¡Eres una mala persona!
¡No! A mí también me dio miedo. Cuando la estaba escribiendo fue tremendo. Estaba de madrugada sola con la computadora y de repente sentía que me estaban observando. Una vez de plano le tuve que hablar a un amigo Y deja tú escribirla, investigarla.
Eso. ¿Cómo investigas un hecho sobrenatural?
( La casa del estero narra los encuentros entre unos muchachos y lo que parece ser una fuerza demoníaca).
Esa historia me la contó decenas de veces el que era mi pareja, y yo le preguntaba y le preguntaba y era muy consistente. Cuando le dije que quería escribirla, me llevó con los amigos con lo que la vivió y ninguno me quería contar. ¿Qué no aprendiste nada? le decían. Estaban bien asustados.
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