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Cuando el género y el sexo dejan de ser una constante: viaje a Gueden, el planeta de Ursula K. Le Guin

En la ciencia, en el arte, en el mercado laboral, en internet, en las calles, en los espacios públicos y dentro de los hogares; los roles de género están en todas partes e influencian prácticamente todas las relaciones interpersonales. En su universo ficticio en La mano izquierda de la oscuridad, Ursula K. Le Guin experimenta creando una sociedad en la que ni el sexo biológico, ni la identidad de género, ni las preferencias sexuales son una constante. Existen, pero no están sentadas. ¿Qué queda entonces?

Ursula K. Le Guin fue autora de novelas de ciencia ficción, nació en California y murió  en 2018

Ursula K. Le Guin fue autora de novelas de ciencia ficción, nació en California y murió en 2018

Hace pocos días vi una publicación en Instagram de una prima lejana en la que sostenía con mucha emoción, junto con su pareja, una luz neutra que unos segundos después se volvió azul. “Es niño”, gritaban las personas que aparecían en el video. El padre festejaba, especialmente conmovido, con un balón de futbol y una camiseta de cierto equipo en las manos. 

Pensé en lo genuino que es este comportamiento, que nace del amor, pero también de la cultura sobre el género que todos hemos internalizado. Esa que nos permite pensar que un vestido sólo se puede encontrar en la sección de niñas de una tienda departamental; esa que me hacía pensar en un hombre cuando leía “especialista en ciencias genómicas” en un artículo hasta que llegué a la firma y caí en cuenta que era una mujer.

Aquí y en China los individuos tendemos a asociar las cosas, la ropa, las actividades, los deportes, la comida, el lenguaje e incluso las emociones con un género, que a su vez se asocia a un sexo. 

En la ciencia, en el arte, en el mercado laboral, en internet, en las calles, en los espacios públicos y dentro de los hogares; los roles de género están en todas partes e influencian prácticamente todas las relaciones interpersonales. En su universo ficticio en La mano izquierda de la oscuridad, Ursula K. Le Guin experimenta creando una sociedad en la que ni el sexo biológico, ni la identidad de género, ni las preferencias sexuales son una constante. Existen, pero no están sentadas. ¿Qué queda entonces?

¿Cómo es el planeta Invierno?

Gueden, que también se llama Invierno porque se encuentra en edad glaciar, es un planeta en el que sus habitantes son biológicamente intersexuales y bisexuales. No es que el género y el sexo no existen, es que no son una constante —repito esto con insistencia porque me parece que ese es el argumento fundamental que quiso mostrar Le Guin.

Los guedenianos entran en “kémmer” sólo una vez cada mes —también nos encontraremos con una medición del tiempo compleja, por cierto— y cerca de tres semanas de cada mes son neutros. Entonces, un guedeniano no es hombre ni es mujer la mayor parte del tiempo y no tiene capacidad para tener relaciones sexuales hasta entrar en kémmer, sus genitales se adaptan y terminan de desarrollarse al mismo tiempo que los de su compañero y ninguno sabe que sexo le tocará. Así que mientras alguna vez podrán ser padres, otras tantas podrán ser madres y gestar, aunque no todas las relaciones conllevan reproducción

Genly Ai, es un enviado del Ekumen a Gueden, el cometido es que todos los planetas tengan una alianza y colaboren en conjunto. Genly Ai, es una persona de un mundo bastante más parecido al nuestro, y esto es algo que podremos ver a lo largo de su viaje como invitado y como intruso en este mundo que desconoce y entiende poco. Genly, el enviado, arriba en el país de Karhide, donde se encuentra con Estraven, un guedeniano; no tiene la suerte que esperaba para su objetivo y vuelve a probar en el país de Orgoreyn, donde se reencuentra con Estraven. Lo demás lo reservaré para que quienes no han leído La mano izquierda de la oscuridad puedan seguir leyendo. 

¿Y el final?

Quedé un poco insatisfecha con el final, pero creo que ese es el propósito. La novela la hacen más sus primeras páginas que las últimas; el argumento y la propuesta, más que el desenlace. 

Creo que es interesante ver desde los ojos de un terrestre, como nosotros, que internaliza misoginia, homofobia, transfobia, clasismo y racismo —de manera genuina porque Genly Ai ni siquiera lo nota— una sociedad en la que el género y el sexo son una condición intermitente y por ello, no determinan ni dominan a sus individuos. 

Esto está todo el tiempo presente, las divisiones por sexo no existen, la guerra de género, entonces, tampoco. Aunque la novela desarrolla, la historia de Genly Ai y Estraven en sus propias voces, nunca desaparecen estas contraposiciones, mientras el terrestre distingue, secciona y comprende todo a través del sexo-género, el guedeniano actúa bajo el principio implícito de que no existen diferencias. 

Ursula K. Le Guin y su obra

La autora de novelas de ciencia ficción nació en California, Estados Unidos y hace apenas cuatro años falleció a los 88 años. Gran parte de su obra se basa en críticas sociológicas y antropológicas plasmadas en el cruce de mundos como los conocemos y mundos alienígenas. 

Debo confesar que cuando inicié Los Desposeídos, la primera novela de Le Guin que leí, sentí una pesadez; la sensación de que se me escapaba algo importante y entonces querer regresar y volver al inicio. Con La mano izquierda de la oscuridad no fue precisamente diferente; la autora utiliza palabras que no existen en nuestra lengua, porque son propias del mundo que ella creó, las mediciones de tiempo y espacio también son distintas. Después de los primeros capítulos se pone mucho mejor. 

El viaje a Gueden incómoda algunas veces pero, a mí, me ayudó a imaginar desde unos ojos muy similares a los míos, una sociedad en la que estén extintos los roles de género. Y esto no se trata de construir, crear, diseñar o predecir sociedades completamente andróginas, intersexuales o bisexuales. Por eso digo extinguir los roles, mirar más adentro de nosotros mismos y criticarnos cuando pensamos todo en términos de género o de sexo.

La propia Ursula K. Le Guin, lo dice en una de las más recientes ediciones en inglés de La mano izquierda de la oscuridad:

“Sí, de hecho la gente (en mi libro) son andróginos, pero eso no significa que estoy prediciendo que en un milenio, o algo así, que todos seremos andróginos, o anunciando que creo que se debe ser condenadamente andrógino. Estoy simplemente observando —en el peculiar, tortuoso y experimental pensamiento propio de la ciencia ficción— que si nos miran en ciertos momentos extraños del día o en ciertos climas, de hecho ya somos andróginos”. 

ana.garcia@eleconomista.mx

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Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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