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Arte e Ideas

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Daniel Lezama, autorreflexivo

El pintor mexicano celebra 20 años de trayectoria en Maia Contemporary.

Para celebrar 20 años de creación artística y con el agregado de sus 50 años de vida, el pintor Daniel Lezama (Ciudad de México, 1968) decidió presentar, más que una retrospectiva, un vistazo pictórico inédito en su mayoría y mucho más personal, en la muestra Crisol, instalada en la galería Maia Contemporary de la colonia Roma.

Son más de 30 piezas. La mayoría fue creada en los últimos tres años y convive con algunas obras fechadas en el 2012 o el 2015.

De Lezama se puede decir que en menos de 20 años de trabajo ha logrado asentar su propia iconografía. Y aunque no es insensato asociar mucha de su obra con un surrealismo contemporáneo, Lezama ha sido consciente con el simbolismo que representa: una especie de nacionalismo profundamente crítico, incómodo, mordaz y manifiesto.

Hay mucho de mágico, de onírico y de alquimista en esta nueva faceta de Lezama, quien ubicó esta serie en el paisaje del volcán Iztaccíhuatl, en específico, en un pequeño pueblo llamado San Rafael, donde el artista habitó durante su infancia en los años 70.

Los personajes

Lezama desnuda a casi todos sus personajes no tanto para fragilizarlos como para exculparlos. Quizás en ese contexto es que halló un espacio para exponer el óleo sobre lino titulado Edén (2012), donde hizo una hibridación de los cuerpos de un hombre y una mujer: unió sus partes superiores e inferiores por el torso para crear dos seres distintos; vincula sus regiones genitales y las separa de sus partes racionales. Es una obra que, más allá de la perturbación superficial discursiva, habla sobre la simbiosis complementaria de los géneros humanos.

Es evidente el desafío bien resuelto que representó para la galería una muestra con al menos la mitad de piezas monumentales. El tríptico Conductores (2016), por ejemplo, ocupa un muro completo del espacio. En él ha centrado a tres personajes jóvenes en cada cuadro y les ha contextualizado en tres procesos de flujo de energía enigmáticos y poderosos de los que ellos, desnudos, son la fuente.

Lezama fusiona a sus seres humanos con esos elementos que les afectan, les preocupan o les rodean. Ahí está el caso de Vivero (2017), una escena de campo donde se observa a tres jardineros (vestidos) que custodian un par de híbridos de niños y árboles, uno más pequeño que el otro.

La escultura

Con Crisol Lezama dio más de un paso adelante, prueba de ello es la incorporación de tres piezas de obra escultórica que son parte imprescindible del discurso narrativo. Es la primera vez que el artista expone este formato.

Una de ellas es el bronce Ofrenda (2018), la representación de una mujer arrodillada sosteniendo sobre una bandeja la que parece ser su propia cabeza, mientras que ha cubierto con un pañuelo la parte superior ausente.

También es posible apreciar a la Mujer hongo, que es el complemento curatorial de un par de óleos titulados El sueño de Endimión I y II, que modela a una mujer cuyos brazos levantados comienzan a transformarse en el tallo de un hongo.

La tercera pieza de bronce también habla sobre la hibridación de seres. Se nombre es Niña árbol, que muestra el torso y piernas de una joven de la que crece un pino desde el cuello.

Lezama, al óleo

Ahora más que nunca Lezama se ha pintado a sí mismo. En los cuadros aparece durante la infancia, en la juventud y en la edad adulta. Ha logrado sincerarse sobre sus pulsiones y angustias, y no ha tenido el reparo de estar presente en la pintura como si se viera a un espejo interior. Pero no se emplea como un personaje dominante, sino como un observador.

Las últimas tres piezas de la exhibición: Sesión ofrenda, Sesión réplica y el díptico Crisol son impactantes en tamaño y composición. En ellas Lezama ha ubicado a todos los habitantes de este nuevo imaginario. Ha integrado elementos tan distintos, dignos de un sueño, como procesos industriales mágicos, los símbolos más íntimos de la fertilidad humana, el paisaje con su imponente volcán activo y los seres que parecen víctimas de estos procesos... y a sí mismo inmerso los escenarios.

La obra de Lezama ha sido meritoria de reconocimientos como el de Adquisición de la Bienal Tamayo 2001, con apenas tres años de trabajo artístico, y su trabajo forma parte de colecciones como las del Museo de Arte Moderno y del Museo de Barrio, en Nueva York.

La exposición Crisol permanecerá en Maia Contemporary (Colima 159, Roma), hasta el próximo 4 de noviembre.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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