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Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

De distorsiones y abstracción

¿Qué hay en una pintura de Rufino Tamayo? Mujeres, colores y mucho sonido.

Cuenta la historia, al menos así la cuenta el texto de sala, que cuando nacía la década de 1970 Rufino Tamayo hizo una gran donación artística al país. De su colección personal seleccionó 30 pinturas, las mismas que hoy forman parte del acervo del Museo de Arte Moderno (MAM).

Hoy el MAM canta las loas de aquel regalo con la exposición ?Rufino Tamayo: Éxtasis del color.

Es una exposición breve, como se podrá imaginar, y no tan emocionante como las revisiones que hace el Museo Tamayo. Pero la comparación es injusta: no es lo mismo una sonata que una sinfonía.

No obstante, el recorrido es divertido. A Tamayo tal parece que le interesaba todo, desde los anuncios de corsetería hasta los jipis. Pasando, por supuesto, por sus mujeres desnudas, indias de pechos bamboleándose, reinas de la escena: todas ellas Olga, su esposa y compañera de aventuras. Mil veces Olga.

Los cuadros van de los más figurativo, sobre todo retratos como uno de Francisco I. Madero, a la distorsión de la realidad que es la abstracción. Si se buscan los clichés de Tamayo, los encontrarán en las sandías de un par de cuadros y los temas indígenas.

Sin embargo, hay que mencionar que Tamayo, alumno de los muralistas, acabó repudiándolos porque se preocupaban más por la política, los problemas sociales, que por la calidad pictórica. A él le interesaba, como a los abstraccionistas estadounidenses de los que fue coetáneo, encontrar lo que hace pintura a la pintura. ¿Qué prefería Tamayo, mil veces la grilla o mil veces la pintura? A juzgar por esta curaduría, la respuesta es la segunda opción.

Y mil veces la música. Se encuentra aquí la famosa Músicas durmiendo , dos mujeres desnudas que duermen a la vera de un camino con su mandolina (¿es una mandolina?). La quietud de la imagen, el azul fatigado, la paz el cansancio de ambas mujeres es elocuente. Regresé varias veces a esa obra. Es como para tatuarse con ella, envolverse en su lienzo, dormir sin tregua al calor de su olor a óleo.

Curioso: a lo largo del recorrido hay varios homenajes a la música. Mujeres cantando retrata a un coro multicolor; El rocanrolero es una caricatura divertida de un rockstar gritando a todo pulmón. Hippie en blanco es un retrato con un alto nivel de abstracción, como si el autor no estuviera seguro de lo que está viendo. Es un jipi monstruoso, bañado de blanco como un fantasma que brinca a un ritmo desconocido.

Tamayo pensaba que era mejor sacarle todas las posibilidades a un color que tener una paleta muy amplia. Así, en el recorrido se verán cuadros monocromos, pero de una gran riqueza: una mezcla de tonos que puede que incluyan algunos que no alcanza a discernir el ojo humano.

El Éxtasis del color invita a clavarse en la textura y lo digo literalmente. Los cuadros de Tamayo son técnica, color y mucha textura: mezclaba, como alquimista, sus pigmentos con arena para así agredir el lienzo.

Si se piensa que Tamayo ya es muy conocido, hay que visitar el Éxtasis del color. La curaduría es inteligente y nos regala otra mirada sobre la obra del maestro oaxaqueño.

Museo de Arte Moderno

Reforma y Gandhi,

Bosque de Chapultepec

Entrada: $60

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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