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Arte e Ideas

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De grandes documentales y el cine domesticado

El documental fascina mientras que las primeras cintas mexicanas en competencia decepcionan.

Diario cinéfilo: primera entrega

Morelia, Mich. Ésta, su corresponsal desde Morelia, les dice: está lloviendo. Y no buenas películas.

En esta primera jornada de cine (no me pregunten cómo estuvo Neruda, de Pablo Larraín. Por un malentendido no la pude ver y los colegas críticos dividen opiniones con la cinta. Prometo verla en la semana como buena corresponsal.) vi cuatro cintas. Dos fueron verdaderas decepciones, en una estoy indecisa y la última me conmovió.

Sorpresa (ja): las dos decepciones son mexicanas.

Un thriller atorado

El vigilante, de Diego Ros, es la primera película mexicana de la selección oficial. Es pesado eso de abrir un festival, sobre todo uno como Morelia donde la expectación se eleva.

Una cinta como ésta sólo podría estar en un festival. Es aberrante. Nadie la iría a ver por mero gusto.

¿Qué es lo que digo? Que es una pésima película. Un thriller en el que no importa la resolución del conflicto sino, gasp, el transcurso del tiempo. Así de volátil como suena.

Lo que narra es sencillo pero se da altos vuelos: es la jornada de trabajo de un guardia de seguridad en una gran obra en construcción. El personaje va enredándose poco a poco en diversos conflictos que, al final, importan poco. Es uno de esos rollos donde el director quiere hacer algo como de la vida real .

El resultado, como suele ser en esos casos, es aburridísimo. No creo que gane nada.

Dramas familiares ?con pólvora quemada

Tiempo sin pulso, de Bárbara Ocho, lleva la pena en el apellido: su película, también en competencia, no tiene pulso. Es una cinta ambiciosa. Como pasa mucho en el cine mexicano, la cineasta quiso cubrirlo todo: del drama familiar a la

historia contemporánea del país; del duelo adolescente hasta Ayotzinapa, pasando por la narcoviolencia y hasta la animación.

La ambición no debe castigarse, creo. Lo que detesté de Tiempo sin pulso es que al final la película se traicionara a sí misma.

La historia no está mal: narra el luto de una familia de clase media (entendámonos, una clase media coyoacanense que sólo existe en el cine mexicano) por la pérdida de uno de los hijos. Bruno, el protagonista, es el hijo menor.

La película invita a resolver ?el drama completo. Es de esas historias de escenas largas, de monosílabos y silencio. En eso vamos bien.

El asunto es éste: lo que ya habíamos intuido de la trama, de repente aparece un personaje que viene y nos lo explica de la manera más innecesaria. Ahí la traición que me carcome.

Bien actuada, bonita fotografía de la Ciudad de México. No basta.

No sé por qué los cineastas mexicanos se obstinan en hacer este cine domesticado donde todo es inane y predecible.

Felguérez ?y el documental feroz

Deberíamos ser más fans del documental. Grandes historias en el género este año en Morelia.

Miguel Ángel Tobías, director español, parte plaza con Felguérez: el caos y el orden.

Biografía de un artista que es historia viva, El caos y el orden me gustó a medias. Creo que es una historia apasionante la que lleva en el hocico, lo que pasa es que no entiendo algunas decisiones de dirección.

Por ejemplo: hay una voz en off narrando y totalmente innecesaria. Tenemos al maestro Manuel Felguérez contándonos su vida, por Dios. No necesitamos que nadie nos diga para dónde voltear.

Si usted no le tiene gusto al arte abstracto, le recomiendo que vea El caos y el orden. Cada escultura de Felguérez, cada pintura son tratados como una sinfonía, retratadas bellamente.

Y la vida del maestro es increíble: toda su vida (¿como la de todos?) se va decidiendo gracias al azar. De hecho podríamos decir que Felguérez es un ejemplo de la termodinámica y la probabilidad. Física, matemática y hechizo.

Por la historia de Manuel ?Felguérez pasan 60 años de la historia cultural nuestra. Amigo de infancia de Jorge Ibargüengoitia (eran ?boy scouts los dos), cercano a ?Octavio Paz y Vicente Rojo, artista central de La Ruptura, Felguérez es a sus casi 90 años un ejemplo de creación y trabajo. Todos los días se levanta con ganas de encontrar algo nuevo. Eso lo hace un artista.

Ningún chance

Salí tirando balas de la cinta sobre Felguérez y me metí a otro documental. Y me partió el alma. Se llama They Call Us Monsters ?y la dirige Ben Lear.

Se trata de los avatares de cuatro adolescentes encarcelados por delitos violentos y que, según la ley en California, donde toma lugar, serán juzgados como adultos.

No es casualidad que los cuatro sean parte de las minorías y ?que todos sus crímenes estén relacionados con le violencia pandillera.

La película nos lleva al interior de la cárcel y con el pretexto de una clase de guionismo los vamos conociendo bien uno a uno. Antonio tiene talento para la narrativa, mientras Jarad tiene un gran carisma, Juan tiene un hijo y Darrel se va pronto a la cárcel para adultos.

Ninguno tiene el chance de rehabilitación. Ningún futuro. Es deprimente.

Me voy, pensativa y acongojada, a echar un siesta. Corresponsal cinéfila, off.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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