Lectura 3:00 min
Don Giovanni, emocionante
México se suma a la polémica sobre los desnudos en la ópera, y lo hace magníficamente con Don Giovanni, que abrió las actividades del FMCH.
Orgullosamente y con paso firme, México se suma a la polémica desatada hace poco tiempo en Nueva York sobre los desnudos en la ópera, y lo hace magníficamente con el montaje de Don Giovanni que abrió las actividades del Festival de México en el Centro Histórico.
Durante la obertura, y en medio de la espectacular escenografía de Jorge Ballina, vemos a Don Giovanni en una cama poseyendo a una sucesión de bellas mujeres (modelos y actrices con muy poca o ninguna ropa).
No cabe duda de que el barítono estadounidense Christopher Schaldenbrand fue seleccionado, entre otras cosas (como la voz), por tener un físico atlético que le permitiera hacer esta escena sin desentonar con las muy bellas actrices modelos que lo acompañan.
Los desnudos y actitudes eróticas no han terminado cuando empieza a cantar el bajo ruso Mikhail Kolelishvili, como Leporello (criado de Don Giovanni), y ciertamente no nos impiden notar que estamos ante un intérprete privilegiado.
Del mismo modo, las sopranos Catarina Coresi (como la vengativa Donna Anna), Kimy McLaren (como la engañada Donna Elvira) y la mexicana Lucía Salas (como la simple Zerlina) no requirieron de desnudarse para llamar poderosamente la atención con sus magníficas voces e interpretaciones.
Además de las bellas actrices y modelos, aparecen en escena guapos actores y modelos también con poca o ninguna ropa, al principio parecen ser sólo tramoyistas de lujo, pero más tarde se integran en un par de escenas.
Hay que mencionar que eso tampoco opaca ni interfiere con el trabajo del tenor Raúl Hernández (Don Octavio), el barítono bajo y buen actor Jesús Ibarra (Masetto) y la poderosa voz de Luiz-Ottavio Faria (Il Commendatore).
Hay que mencionar que el atractivo escénico no sólo descansa en la belleza y el desnudo de actrices y actores, la mencionada escenografía de Ballina y la iluminación de Víctor Zapatero, estupendas; el vestuario de Jerildy Bosch, magnífico, la discreta pero eficaz coreografía de Verónica Falcón pero además hay una gran idea estética a la hora de combinarlas, responsabilidad del director Mauricio García Lozano.
La única queja sería que parte de la primera mitad del segundo acto es menos imaginativa escénicamente que el primero. Esto se siente no sólo por la ausencia de desnudos (no se crea que este cronista fue sólo a ver chicas guapas) sino porque se ven esas clásicas escenas en donde los cantantes sólo se paran en proscenio y cantan, mismas que parecían desterradas de este montaje.
Afortunadamente sólo un par de escenas fueron planteadas con ese escaso trazo escénico.
Decir que en esas escenas nada nos distrae de la sublime música de Mozart sería una ridiculez. La ópera es un fenómeno escénico, y en ella música, trama, actuaciones y escena deben potenciarse unas a otras, cosa que este montaje logra maravillosamente.
Este Don Giovanni es, pues, una experiencia divertida y fascinante que nadie debería perderse.
mlino@eleconomista.com.mx