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Arte e Ideas

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El Indiana Jones ?de la literatura

Traven es un misterio y siempre lo será, pero esta exposición? en el Museo de Arte Moderno lo expone como nunca antes.

Un sombrero fedora muy parecido al que usa Harrison Ford en su papel de Indiana Jones. Con eso abre la exposición B. Traven en el Museo de Arte Moderno.

Además del sombrero hay otros objetos: una máquina de escribir Remington, una escultura de las manos de Traven y su esposa entrelazadas y la máscara mortuoria del hombre que muchas veces fue eso: una máscara, un misterio inexplorable.

La exposición, sin embargo, no está dedicada a descifrar quién fue ése al que conocemos como B. Traven, Torsvan Traven y Ret Marut (sí, los tres nombres que usó durante su vida. ¿Cuál es el verdadero?).

El recorrido es un encuentro con la obra del escritor de novelas tan leídas como Rosa Blanca, La rebelión de los colgados o Macario, así como de los cuentos de Canasta de cuentos mexicanos, el libro por el que quizá es más conocido, ya que se lee en muchas secundarias del país como una gratísima introducción a la lectura.

La efigie de Traven aparece relativamente poco en la exposición. Hay retratos pictóricos (un par de ellos, abstractos, realizados por su amigo Franz W. Seiwert), algunas fotos, un pietaje valiosísimo donde Traven aparece con David Alfaro Siqueiros y Rodolfo Usigli en La Tallera, en Cuernavaca. Pero no, no es el hombre el que interesa aquí, sino su obra.

Crítico del capitalismo, anarquista inclusive en su juventud alemana (aunque también decía haber nacido en San Francisco, Estados Unidos), Traven publicó 12 novelas, decenas de cuentos, guiones para cine, literatura de viaje y también exploró la fotografía, faceta poco conocida a la que la exposición dedica un buen espacio.

Traven llegó al México posrevolucionario y encontró aquí su hogar. Aunque, como dice una de sus citas que el texto de sala destaca, para un viajero como él, el hogar está donde se encuentra uno.

En una de sus aventuras fue comisionado por la Secretaría de Agricultura para recorrer la selva Lacandona en una misión antropológica que acabó configurando al futuro escritor. En aquel viaje tomó cientos de fotos, hizo de cronista. En lo remoto, Traven encontró su sitio.

El corpus de su obra se dedicó a defender al débil, a hablar de las injusticias en México y el mundo y sobre todo a reivindicar a los pueblos indígenas. Sus novelas hablan tanto de aventura como de denuncia.

De bestseller a la pantalla

Otros objetos personales que revela el recorrido son sus bolsas de viaje, siempre listas para partir, su sombrero sarakof (ese tipo de sombrero que calzan todos los exploradores en las películas) y su pistola, una B.U.M. 71, tan bonita que parece una reliquia de ornato y no un artefacto letal.

Gran parte de la muestra se compone de las adaptaciones cinematográficas de la obra de Traven. Hacia mediados del siglo XX su obra empezó a venderse bien, sobre todo en inglés y en español (también en alemán, como demuestran algunas primeras ediciones expuestas). Era casi lógico que su obra acabara en la pantalla.

Su adaptación más famosa es posiblemente El tesoro de la Sierra Madre, dirigida por el gran John Huston, un vehículo para el cara de piedra Humphrey Bogart. Pero también están las obras mexicanas dirigidas por Roberto Gavaldón: Días de otoño y Macario, ambas fotografiadas por quien el texto curatorial de la exposición llama su mejor aliado : el maestro Gabriel Figueroa. Mentes afines, Figueroa y Traven aparecen juntos en una foto histórica que muestra a uno, Figueroa, sonriente, y al otro adusto, pensativo. Será que siempre era así.

B. Traven es una exposición que es posible gracias a que la hija del escritor abrió el archivo personal del maestro.

Pasamos mucho más tiempo muertos que vivos , dice Traven en su Macario. El novelista murió en México en 1969, pero sus libros siguen siendo leídos con avidez sobre todo por adolescentes y adultos jóvenes que a través de él, un extranjero en todas partes, conocen México. Traven, ¿quién eras? El enigma se sostiene y que así sea.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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