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Arte e Ideas

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El arca flota, pero Noé casi se ahoga

Para atraer al gran público, el director Darren Aronofsky realiza ?una película bastante entretenida pero decepcionantemente ligera.

Hay directores que pueden transitar del cine independiente, de autor , al cine blockbuster con facilidad. Pienso en David Fincher, Peter Jackson o inclusive Quentin Tarantino, cineastas capaces de seducir al público de cineclub y al de las grandes multitudes sin perder su modo particular de contar historias.

Me parece que Darren Aronofsky no es uno de ellos. Propongo Noé, su nueva película, como un examen reprobado.

Aronofsky, a quien sus amigos describen como el tipo más normal de Nueva York, siempre hace pasar a sus personajes por un viacrucis existencial que los define en el momento clave de sus vidas. Es un sádico, el Aronofsky cineasta. El luchador y El cisne negro, su dos películas mas taquilleras, son dos loas a la autodestrucción como precio de lo perfecto. Sus otras cintas (Pi: el orden del caos, Réquiem por un sueño, La fuente) son típicas obras del cine-que-quiere-ser-provocativo que tan bien definió la segunda mitad de los 90 y el principio del siglo XXI. Son obras para que los estudiantes de cine se diviertan diseccionando, como si la hubiera hecho el mejor alumno de la escuela.

¿Aronofsky tiene una personalidad fílmica definida? Me parece que sí, que a estas alturas de su trayectoria Aronofsky se ha hecho un nombre que merece la atención de la crítica y del público.

Contar el periplo de Noé y su arca apocalíptica es uno de los sueños más largamente anhelados de Aronofsky. Desde niño la historia bíblica inflamó su imaginación y como estudiante la anotó en una lista de ideas que le gustaría filmar (en esa misma hoja están la idea original de El cine negro, la cual nació cuando vio los pies ensangrentados de su hermana, bailarina de ballet).

Tuvieron que pasar años y éxitos acumulados para que un estudio tuviera la confianza suficiente en el director para hacer la superproducción que tenía en mente.

Si lo pensamos, Aronofsky es de hecho un cineasta más que adecuado para filmar el fin del mundo. Con el encanto de Biblia infantil que suele tener la historia del arca (los animalitos subiendo de dos en dos al barco de madera) es fácil olvidar que se trata del primer apocalipsis. Sólo una familia sobrevivirá y verá el fin de los tiempos para todos sus congéneres. ¿Enloquecerán en el arca? ¿Noé no es ya un esquizofrénico? ¿Su familia lo traicionará para salvarse? Sí, Aronofsky debería ser el hombre.

Pero no.

UN ARONOFSKY DOMADO

Noé sigue de manera muy cercana la anécdota tal como se narra en el Génesis. La película incluso comienza con un prólogo animado que parece sacado de una de esas películas religiosas que pasan en televisión durante la Semana Santa.

Noé (Russell Crowe), uno de los últimos justos, sueña con el fin del mundo: miles de cuerpos ahogándose en un mar sin costas.

Noé es de una voluntad férrea, casi cruel (pero no tan cruel como se podría esperar. Ahora me explico). Su trabajo no sólo es salvar a los animales (que son inocentes porque siguen siendo iguales a como eran en el Edén : hay que recordar que Aronofsky es ecologista), sino asegurarse del fin de los hombres, el experimento fallido de Dios. Noé recibirá la ayuda de su abuelo Matusalén (Anthony Hopkins disfrazado de duende) y de unas criaturas de roca llamados Los Vigilantes, ángeles caídos por haber ayudado a Adán y Eva cuando fueron expulsados del Paraíso.

El arca no partirá en paz cuando comience el diluvio. Los ejércitos de Tubal-Caín tratarán de tomarla y asesinar a sus tripulantes.

Tubal-Caín (Ray Winstone, buena contraparte para Crowe) es el principal antagonista de Noé, un descendiente directo de Caín de mentalidad capitalista. El mundo es nuestro para usarlo a nuestro antojo , le dice a Cam, el hijo menor de Noé.

Cam (Logan Lerman) es el personaje más interesante de la cinta. Se opone a su padre y está dispuesto a luchar por su libertad. Si Tubal-Caín es el ateo avaro modelo, Cam bien puede ser el primer agnóstico, el primer hombre que acepta la existencia de Dios pero exige que se quite de su camino.

Otro trazo provocativo es la idea, introducida por el propio Noé, de que Dios no lo salvó a él y a su familia para repoblar la Tierra por ser gente justa, sino porque son seres tan imperfectos como los peores hijos de Caín.

A pesar de que presenta estas ideas atractivas, la cinta es la más floja de la filmografía de Aronofsky. Su Noé promete convertirse en una fuerza inamovible, un hombre enloquecido por la fe. Pero eso no sucede. El tormento psicológico que en algún momento la historia insinúa se corta y se convierte en una película familiar más con tema religioso. Ni siquiera alcanza la elegancia campy de las cintas de romanos de hace 50 años. Véanse a Los Vigilantes, la criaturas más feas y peor animadas que se han visto en el cine reciente.

Si Noé tiene un acierto es que, a pesar de todo, es entretenida. Pero acaba siendo tan ligera que es casi como no haber visto nada.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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