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El poder de la caricatura: Rogelio Naranjo
Angélica Abelleyra y Áurea Ruiz realizaron una curaduría que denota rigor y solvencia, era difícil elegir entre una infinidad de propuestas; la labor fue ardua y el resultado es formidable.

La caricatura mexicana ha recorrido caminos por demás interesantes. Desde el XIX sirvió como un vehículo de comentario mordaz, que se movía entre la clandestinidad, la censura, el embargo de las prensas o la cárcel. Durante la Revolución los acontecimientos delinearon un universo que se nutrió al calor de las batallas y que prosiguió la historia negra de las prohibiciones. Tiempo después llegaba uno de los mejores dibujantes del siglo XX mexicano: El Chango García Cabral del que, todavía ahora, apenas se conoce una parte de su inmensa y extraordinaria labor.
Lo indudable es que el mayor caricaturista político nacional ha sido y es Rogelio Naranjo (1937), uno de los hombres que hicieron de su conciencia ética una labor que ya cumple 50 años. El Centro Cultural Universitario Tlatelolco le rinde en estos días un homenaje por el legado del caricaturista, quien además donó a la UNAM unos 10,300 cartones. Una vida en la cual el espíritu combativo fue un impulso creador, una manera de observar sin cortapisas la realidad política de nuestro país, eso está contenido en la muestra: Vivir en la raya.
Vale la pena mencionar que en el libro La imagen y el ojo de E. H. Gombrich se lee: En el siglo XVIII se definió la caricatura como un método de hacer retratos que tiene como objetivo lograr el máximo parecido del conjunto de una fisonomía, pero cambiando todos los elementos componentes. Podría servirme, pues, para hacer una demostración de equivalencia: demostrar que las imágenes del arte pueden ser convincentes sin ser objetivamente realistas .
Naranjo es uno de los artistas de más amplia proyección, sus caricaturas circulan en diarios y revistas de tal modo que están al alcance de una mayoría. La ironía de esos dibujos es, sobre todo, una toma de conciencia que apuntala un comentario político. Muchos de los retratados en esos cartones de altísima calidad plástica forman parte de una legión de malos y pésimos servidores públicos, algunos conocidos por sus raterías o por sus actitudes atrabiliarias. El monero destila eso que está en el ambiente político y lo transforma en síntesis privilegiada, en contundencia que tiene el filo de un escalpelo filoso. ¿Cómo combatir al caricaturista si las acciones de los presidentes, secretarios de Estado y toda una caterva de funcionarios es una burla cruel a los ciudadanos?
Para Naranjo, los políticos se mueven en el cieno de los días, en el hemiciclo de barro que se autoconstruyen y en el cual terminan derrumbados. Díaz Ordaz, López Portillo, Salinas de Gortari. Fox, Marthita, Fidel Velázquez y Calderón llenaron épocas lamentables en donde sus comedias terminaron en tragedias nacionales. Naranjo nunca ha cedido, su arte se mantiene fiel a una vocación crítica.
LA SALUDABLE SOCARRONERÍA
En la muestra homenaje Vivir en la raya aparecen otros aspectos del artista. Uno es el del abrevadero de la pintura, en donde nació el dominio de la forma, la capacidad para otorgarle rostro y presencia a muchos hombres, algunos de bien, como sus imágenes de escritores, poetas y otros creadores. Naranjo pasó por una etapa, en los años 70 del siglo pasado, en donde incursionó en la ilustración erótica con el Pornaranjo . Un calendario delicioso que tuvo la suavidad que admitía los tiempos férreos de una censura atroz. Recuérdese que se podaba cualquier publicación que aludiera al sexo o que lo expusiera de manera gráfica. La capacidad de sugerencia es magnífica y Rogelio Naranjo se apuntaba otro punto en su favor, que nos llevaba a la saludable socarronería.
Vivir en la raya es una exposición notable que contó con la participación de la periodista Angélica Abelleyra y de la historiadora del arte Áurea Ruiz, ambas realizaron una curaduría que el denota rigor y la solvencia de las dos profesionales. Era difícil elegir entre una infinidad de propuestas, cartones que daban cuenta de la crónica de sexenios; las pinturas juveniles, las diversas obras complementarias. La labor fue ardua y el resultado es formidable, pareciera que se está ante un Rogelio Naranjo de carne y hueso, un artista que jamás se arredra ante la importancia de sus caricaturizados y que los dibuja sin pudores. Vivir en la raya es una de las exposiciones obligadas para toda clase de espectadores, nada importa la ideología política, lo que está en juego es la capacidad de un artista por desplegar su talento ante la barbarie nacional, ante las sinrazones de la mentira o ante el gesto arbitrario o criminal que, por desgracia, nunca falta.