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En busca de la poscultura
Un breve recorrido por la República del equipamiento cultural, de modelos 1.0 a 4.0, arroja el descomunal acervo, los intereses.
El temerario ajuste de paradigma cultural va por el Paseo de Santa Lucía, de Monterrey. Al tomar la barca por el río artificial, tras mirar las entrañas del Museo de Historia Mexicana o del Museo MARCO. También al ver el férreo paisaje arqueológico del horno de la fundidora, los vestigios industriales engalanados con ciclopista, jardines, juegos infantiles, salas de cine, un centro de convenciones, restaurantes, museos.
El corte puede estar en el Museo del Desierto, en Saltillo, con su lluvia de la nada, o en los ardores del Musas, el Museo de Arte de Sonora. En el Centro Cultural Tijuana, con esa bola única en toda la línea fronteriza. Tal vez en el trazo prometedor del Museo Mazatlán, el Musma, envuelto en el oleaje Pacífico. Quizá ?en el Museo Laberinto de San Luis Potosí, en su torre del observatorio, ?por aquello de dar con la ruta de las mineras canadienses. La sacudida?tiene escala en Guadalajara, pues el portentoso despliegue del Centro Cultural Universitario de la UdeG atolondra al mismo paradigma. Y aunque no fue el sexto Museo Guggenheim, en esa loma tapatía brotará un día el Museo de la Barranca.
En la República nuestra hay un mix de prototipos culturales. Se dan con más de 50 millones de mexicanos en pobreza. Ahí viene Joyá, en Nuevo Vallarta, otra mega inversión del Cirque du Soleil, un megaparque que es otro decir museístico. En faena descomunal, en la Riviera Maya, el Dreamworks Theme Park. Se habla de un costo superior a los 3 billones de pesos. En esa tierra ancestral habrá museos para honrar a los mayas, como montañas rusas. Vaya comercio al lado del Parque Xcaret, el líder del turismo ecológico.
No hay modo de parar, pues en Mérida una ceiba de hierro también rinde su culto: el Gran Museo del Mundo Maya (un fruto de las Asociaciones Público Privadas, APP). Mire también la arquitectura como suerte de nido. También recomendable la programación del Centro Cultural San Pablo, como las actividades en la Ciudad de los Archivos, en Oaxaca. Y del brazo del gasto público contemos el Forum Cultural Guanajuato, el Centro Cultural Teopanzolco y el Museo Juan Soriano, en Cuernavaca, así como el Macro Espacio para la Cultura y las Artes, en Aguascalientes.
Las cuentas pasan por Hidalgo.?Pian pianito, Pachuca Ciudad del Conocimiento y la Cultura aspira al epicentro, con su cauda de entrecruzamientos con el consumo. Esos caminos de la oferta-demanda que en el Pabellón Universitario, en pleno campus, recrea los hábitos de la comunidad de la UAEH. Ahí tienen desde Oxxo hasta los quesos producidos en los ranchos de la divina garza. En este nicho, sin mirada recelosa, se alza la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El Complejo?Cultural Universitario es de ovaciones. Comenzó con el plan de ser un centro comercial. Se quedó como patrimonio de los lobos.
Tiene restaurantes, librería, salas de cine, biblioteca digital, un enorme auditorio, teatro, sala de conciertos, el circuito de esculturas y el parque para jugar ajedrez. Su arquitectura atisba a la de Toyo Ito, el Premio Pritzker. El japonés hizo el Museo Internacional del Barroco, otra APP, en esa galaxia Zona Angelópolis.
Las fronteras se diluyen en el ajuste del modelo de desarrollo cultural. Ahí el planeta Polanco de ?Carlos Slim: Museo Soumaya, Teatro?Telcel, Museo Jumex, Acuario ?Inbursa, cines. Y cuidado: en Río Churubusco viene Mítikah, la nueva mini ciudad de CDMX . El alarde de los centros comerciales mixtos. Y ofrece que el ancla del área de entretenimiento será un parque de diversiones de reconocimiento?internacional. Es de tal magnitud que planea un área de entretenimiento acuático . Sopas.
También el equipamiento cultural corre por las vías del 1.0 al 4.0. La era de la poscultura. Miles de millones de pesos públicos y privados. No tardará la primera plaza llena de comercios culturales, en tan amplio sentido como es ya posible.