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Entre gitanos
Dos días en Los Ángeles para ver un mosaico de empeños de la cultura mexicana en EU.
Foro sobre economía creativa. Año de México en Los Ángeles. Estamos en el auditorio del Redcat, cobijados por el Walt Disney Concert Hall, de Frank Gehry. Han sido dos días entre 10 de la mañana y las 6 de la tarde. Bruce W. Ferguson, presidente del Otis College of Art, reporta lo que sucede en California. Para este 2017, la economía creativa del estado sureño alcanzará 406,000 millones de dólares. Esto significa 13.5 veces el PIB cultural de nuestro país. De ese tamaño el poder y el abismo.
Instancias como Calarts, ProMéxico y el consulado mexicano hicieron posible escuchar a personajes como David Shook. El editor cimbró con otra cifra. El mercado editorial estadounidense sumó 28,000 millones de dólares en el 2015. Esto generará en el 2017 la industria del entretenimiento y medios en México, según PwC. En EU se editan alrededor de 250 títulos mensuales. Del total anualizado, sólo 58 son libros en español y 20 de autores mexicanos. El novelista Jorge Volpi se refirió a 3% de traducciones que significa este universo. Como autor ha vivido en carne propia el reduccionismo literario de EU.
Hay un refugio del libro infantil en Los Ángeles. Chiara Arroyo y su librería LA. De su catálogo, 50% proviene de México. El autor más vendido es Francisco Hinojosa. En San Diego y Tijuana, una leyenda de la distribución hace su negocio desde 1989. Se trata de Edgardo Moctezuma, quien con su Latin American Book Source mueve importaciones y exportaciones libreras. De su acervo, 35% va por Amazon.
El foro sobre economía creativa fue ante todo un escenario para los mexicanos. Revelaciones como las de Raúl Zorrilla, director de la Galería Kurimanzutto, quien hizo una encuesta entre un grupo de artistas que tienen mercado en aquel país. Novedades como la de Ingrid Moye, cuyo despacho de arquitectura ha ganado el diseño de un parque con auditorio subterráneo, en el Distrito La Perla, de Guadalajara, en lo que fue la planta de Kodak.
Otro rostro de la economía creativa binacional es el veracruzano César Castro. Con su grupo Cambalache llena California de fandangos. Con otra empresa alquila sonido para conciertos. En una más fabrica y repara jaranas. Eso mientras que Betto Arcos hace de las suyas como promotor de bandas oaxaqueñas. Además, es un reconocido productor de espectáculos musicales, periodista y radiodifusor en la KPCC.
En los terrenos estadísticos, llegó el presidente del Inegi, Julio Santaella, quien expuso la Cuenta Satélite de Cultura. De ProMéxico, José Antonio Peral, hizo promoción de las inversiones en el campo audiovisual. Bertha Cea, directora del Colegio de San Ildefonso, refirió a la aportación del museo a la economía local. Quien esto escribe, sostuvo la importancia del sector cultural de frente a la renegociación del TLCAN.
Un tema sensible en el foro fue el asunto de los visados norteamericanos. Las enormes dificultades para el trámite y de los costos que implican, con sus repercusiones tanto en la cooperación cultural, como en los negocios. En otra esquina, la empresaria Alison Nieder, de la revista Apparel News, expresó su interés por medidas proteccionistas para el sector textilero, tanto frente a México, como China. Puntilloso, el presidente de Sony Picture, Tom Rothman, respondió a este columnista que no veía nada que incorporar de la industria cinematográfica a la renegociación del tratado.
Otras presencias fueron Marissa Canales, de Urtext; la diseñadora Carla Fernández, el cineasta Jonás Cuarón; Marisol Schulz, de la FIL Guadalajara; Julieta González, del Museo JUMEX y Alma Ruiz, del Instituto de Arte Sothebys.
Al final del foro queda la certeza de una nutrida agenda bilateral. De sus vasos comunicantes entre el mercado, el abono simbólico, la arena identitaria y la diplomacia cultural. De la economía creativa como lazo entre dos naciones con sectores culturales muy diferentes. Por ello, demandamos un cambio. Fui el único en señalarlo. Así, solito.