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Arte e Ideas

Lectura 5:00 min

Esta no es mi Barbie veterinaria, es una Barbie dirigida por Greta Gerwig

Entre ironía, parodia y choques de realidad, el live action de Barbie en la dirección de Greta Gerwig abre la reflexión alrededor de los roles de género. Al mismo tiempo deja convivir a las dos grandes perspectivas sobre las muñecas Barbie: la positiva y la negativa; la que supone empoderar a las mujeres y la que termina reduciéndolas. Es un filme genuinamente divertido y nostálgico.

Foto: Warner Bros.

Foto: Warner Bros.

La Barbie veterinaria se la pedí a los Reyes Magos tres años seguidos, en esos años me llegó Barbie sirena, Barbie maestra de arte y el Beetle de Barbie respectivamente. Los Reyes Magos me contaron, a través de cartas, que nunca pudieron conseguir a Barbie veterinaria.

Nunca pensé en ser médica veterinaria —particularmente porque soy alérgica a los perros, roedores y conejos— pero siempre me gustó pensar que podía serlo. Médica veterinaria o cualquier otra cosa que yo quisiera ser. Barbie decía que podía serlo.

Más pronto de lo que pensé dejé a todas mis muñecas Barbie, sus casas, sus coches y su ropa guardados en un bolso que heredé a mi sobrina.

Y un poco más adelante pasé de estar sólo aburrida de jugar con Barbie a estar incómoda con ella, con su creadora, con su concepto y con lo poco o mucho que podía contribuir a que las mujeres seamos cosificadas, discriminadas, excluidas y reducidas en todos los ámbitos posibles.

Pero un live action de Barbie dirigido por Greta Gerwig no podía ser sólo un live action de Barbie, tenía que ser algo más y lo fue.

Spoiler alert: este artículo contiene detalles específicos del film

Margot Robbie y Ryan Gosling dan vida a los muñecos más estereotipados de la colección Barbie, la muñeca rubia y perfecta sin profesión o vestuario especial, y el muñeco rubio y perfecto que sólo sabe pasar el rato en la playa. En Barbieland, las mujeres lo son todo y lo pueden todo. Los muñecos Ken son casi un accesorio para ellas, una analogía inversa sobre el mundo real.

En el filme dirigido por Gerwig, la ironía está casi en todas las líneas, casi. Un día Barbie amanece con mal aliento, miedo a la muerte y pie plano, ¡pie plano! Algo pasa en el mundo real y un portal entre este mundo y Barbieland se abrió y Barbie tiene que viajar en su Corvette rosa hasta Los Ángeles, California para solucionar las cosas.

Ken se cuela en el viaje y se encuentran con mucho más de lo que buscaban: el patriarcado y la sorpresa de que en el mundo real las mujeres no son presidentas, ni CEO, ni juezas y tampoco ganan premios Nobel.

Ken —que estaba cansado de ser invisible y poco apreciado— lleva el patriarcado a Barbieland. Y aquí empiezan a convivir las problemáticas del mundo real con las de Barbieland.

Aparece America Ferrera, que le da vida a Gloria, una trabajadora de Mattel, que encuentra a Barbie perdida en el mundo real y decide acompañarla en su aventura. Juntas llevan a Barbieland la perspectiva de género.

¿Si Barbie, siendo Barbie, se siente exhausta por no poder cambiar las cosas en su mundo, cómo nos sentimos las mujeres del mundo real?

En conjunto, Barbie estereotipada, Barbie rarita, Allan (el mejor amigo de Ken), Gloria y su hija activan la reflexión y buscan que Barbieland vuelva a ser un lugar donde las mujeres pueden ser y hacer todo lo que quieran. Y pasan cosas.

Otro splash de los momentos finales es la puerta abierta a la reflexión sobre la presión que ejercen los roles de género sobre los hombres y la masculinidad como concepto.

El mensaje no es estrictamente profundo, pero claramente integra una perspectiva de género y de diversidad -que se consolida con los personajes, los diálogos y vestuarios-. Creo que la crítica se hace de forma tal que llegue a una audiencia mucho más amplia que cualquier filme que cuestiona o estudia el género en la sociedad.

El guion, que estuvo a cargo de Greta Gerwig y Noah Baumbach, es divertido y nostálgico. Y abre la puerta a la convivencia de las dos grandes posiciones sobre Barbie: la positiva y la negativa, la que empodera y la que encasilla. Me reí muchísimo y lloré en tres escenas, quizá quienes ya pudieron verla saben exactamente cuáles.

La imagen es estupenda. Me parece curioso cómo la paleta de colores rosa puede fascinar tanto a algunas personas como incomodar a otras, hasta eso hay que agradecérselo al género.

El reparto, más allá de las tres grandes estrellas, también me pareció acertado, no pude imaginar al CEO de Mattel en otra persona que no fuera Will Ferrell, ni otro Allan que no fuera Michael Cera. Otro hurra que no se pronuncia es la representación de la diversidad racial, corporal y sexual entre las muñecas Barbie.

Como referencia en el periodo de promoción de la película se tomó a Greta Gerwig, la directora, para tener idea de qué esperar. Bajo su dirección están dos grandes piezas: Lady Bird y Little Woman, las dos con nominaciones a los premios Oscar, destacadas por ser historias protagonizadas por mujeres, sobre mujeres y contadas desde una perspectiva crítica de género. Barbie es un ejercicio distinto, mucho más “masticable” y con sentido si se considera que es apta para adolescentes desde 12 años.

Para mí, esta no fue sólo Barbie, tampoco mi Barbie veterinaria, esta fue la Barbie que dirigió Greta Gerwig y protagonizaron Margot Robbie y America Ferrera.

ana.garcia@eleconomista.mx

Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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