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Arte e Ideas

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Excelsitud, de Sebastian, celebra una trayectoria de 60 años

El escultor mexicano inspirado por Siqueiros y que le vendió a Rufino Tamayo su primera obra, presentó este miércoles una serie de nueve piezas escultóricas inspiradas en las letras de su seudónimo.

El autor, junto a la primera de las nueve esculturas de la serie Excelsitud, presentada en el Club de Industriales. Foto EE: Hugo Salazar

El autor, junto a la primera de las nueve esculturas de la serie Excelsitud, presentada en el Club de Industriales. Foto EE: Hugo Salazar

“Excelsitud” es el nombre de la nueva serie escultórica de Sebastian, presentada la noche de este miércoles en el Club de Industriales de la Ciudad de México, conformada por nueve piezas inspiradas en las letras de su seudónimo.

Enrique Carbajal, conocido en el mundo como Sebastian (Camargo, Chihuahua, 1947), lanzó la primera de las nueve esculturas: una pieza en color rojo forjada en bronce, de casi 50 cm de alto por 13 de ancho, montada sobre una base de obsidiana.

“Se llama ‘Excelsitud’ porque es la aspiración suprema del arte, es la aspiración de toda obra y de todo artista, una vez que una pieza llega a la excelsitud ya no hay nada más. Es la representación de lo bello, de lo artístico, de lo plástico. Es el culmen de la expresión artística. Una pintura de Picasso es excelsa, una pintura de Tamayo es excelsa, una pintura de Siqueiros es excelsa”, dice en entrevista para este diario en la víspera del lanzamiento.

A punto de cumplir 60 años de trayectoria este 2025, Sebastian tiene credenciales para hablar de excelsitud. Es hoy, probablemente, el escultor mexicano en activo más reconocido en el mundo, con casi 200 exposiciones individuales y sus esculturas monumentales que distinguen espacios públicos lo mismo en Chimalhuacán que en Dublín.

Quizá su obra más emblemática sea “Cabeza de caballo”, a la que todos llamamos El Caballito, en Paseo de la Reforma de la capital mexicana, –de la que hablaremos más adelante–,  pero tiene 16 esculturas en Japón, cuatro en Corea, unas más en España, y otras en ciudades como Nueva York, París, El Cairo, Tel Aviv, La Habana, Montevideo, Buenos Aires, Berna, Kingstown y Río de Janeiro, por mencionar algunas; en el territorio nacional, casi la mitad de los estados lucen una obra suya en sus calles o en sus plazas, y en la ciudad de Chihuahua hay un museo que lleva su nombre.

Conjugar arte y ciencia

Sebastian se distingue de otros escultores por la forma geométrica de sus esculturas. Es miembro del World Arts Forum Council con sede en Ginebra, Suiza y, en 2021, la Academia de Bellas Artes de Florencia, Italia, lo tituló ‘Académico de Honor’ y le confirió una réplica de la Medalla  Giovanni Santarelli, que data de principios del siglo XIX.

“Este honor de ser miembro de la Academia de Artes de Florencia es maravilloso, porque es la meca del arte, de allí salieron los grandes artistas del Renacimiento, Leonardo Da Vinci, Donatello, Botticelli, incluso Luca Pacioli, matemático y geómetra, que han sido mis grandes maestros, todos ellos generaron una fuerza de expresión y han sido ejemplo mío; por ejemplo, me inspiro en Leonardo para conjuntar en mis obras, arte, ciencia y tecnología”.

Comparte también que a la edad de 35 años fue invitado como miembro honorario de la Real Academia de Artes y Ciencias de los Países Bajos (Holanda), “al lado de figurones” como Steinberg, Goeritz, Madame Grés, que eran de una talla que yo todavía no tenía, y eso me dio mucha solidez para seguir adelante y abrió la puerta para que me invitaran a mi país, a la Academia de Artes de  México, a compartir asiento con grandes como Juan O’Gorman, Mario Pani, Blas Galindo y Pedro Ramírez Vázquez, por mencionar a algunos, que eran personajes súper reconocidos y para mí era un honor convivir con ellos y fue fundamental para mi carrera”.

El ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2015 es un verdadero polímata, con conocimientos de pintura, escultura, grabado, matemáticas, física, geometría, historia y arquitectura.

“Fundamentalmente yo amo la ciencia, yo no soy geómetra, ni matemático, ni físico, pero uso mucho ecuaciones y soluciones geométricas. Yo veo un modelo matemático y lo transformo en un proyecto escultórico”, eso me ha valido para estar en las tres academias”, dice.

“Mis obras están cargadas de ciencia y de emoción, de matemáticas, geometría y belleza. Yo creo que las matemáticas son profundamente bellas cuando tienen una solución acertada.

Las nueve piezas de la serie “Excelsitud” irán saliendo mes a mes, cien ejemplares de cada letra, y dice que la primera está prácticamente vendida en su totalidad. Pero quizá la pieza que le abrirá paso a la inmortalidad es el diseño arquitectónico de Quántica, el museo de ciencias que se proyecta en Pesquería, Nuevo León, para 2026: una estructura apoteósica, futurista, geométrica, muy a su estilo, y que augura que se convertirá en un referente mundial.

“Es en este momento lo que me hace soñar, lo que había soñado toda mi vida, hacer una arquitectura para que se vuelva icónica, tengo toda la confianza y la seguridad de que se va volver icónica no sólo en Monterrey, se va a volver universal, como las buenas arquitecturas, y no porque yo diga que es buena arquitectura, sino porque es una obra que hice acompañado de un equipo de científicos del centro de investigación de Suiza (GERN) y de científicos mexicanos que me ayudaron con todos los cálculos estructurales y proyecciones para diseñar una estructura que va de dos dimensiones a tres dimensiones y a estructura espacial, brinca por todas las geometrías, desde la geometría euclidiana clásica hasta la geometría cuántica”.

Origen de una vocación y un nombre

El origen de esta vocación y de este estilo de escultura geométrica que Sebastian ha llevado por el mundo radica en los ‘sólidos platónicos’ –dice–, que aprendió cuando cursaba cuarto año de primaria en su natal Ciudad Camargo: “cuando yo era niño me encantaban lo pictórico y la geometría, por pura intuición, pero cuando me enseñaron los sólidos platónicos, a mí me apasionaron, y nunca los abandoné, y han sido fundamentales en mi geometría y en mi obra”.

Después, cuenta que siendo un estudiante de secundaria, conoció por primera vez las obras de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Juan Soriano, María Izquierdo y Fernando García Ponce, leyendo la revista Siempre!. Con algunos de ellos trabaría gran amistad más adelante, revela.

Sin embargo, el destino le tenía señalado seguir los pasos de su coterráneo David Alfaro Siqueiros y emigrar a la Ciudad de México. “Yo llegué a la ciudad con una carga muy fuerte de izquierda, justamente por la visión de Siqueiros y por un hermano que yo tuve, que era un maestro rural”, comparte.

Ya en la capital, comenzó su carrera con dos buenos augurios allá por los años 70, luego de su paso por la Academia de San Carlos: un día, el poeta tabasqueño Carlos Pellicer le dijo que le encontraba parecido al Sebastián de Botticelli, por lo que en adelante su nombre artístico sería Sebastian; y la primera obra que vendió, la compró Rufino Tamayo, en 1973, que adquirió en la Galería Merkup, comparte con El Economista.

Pero un momento que no olvida y que aún consigue que la emoción se refleje en su rostro con sorpresa y gratitud fue cuando siendo un artista veinteañero participó con una escultura en el Museo Universitario de Ciencias y Artes: “allí vi al maestro Siqueiros haciendo cola para ver mi obra, y no lo podía creer, eso yo no podía pagarlo con nada, pero Siqueiros siempre fue un artista abierto a las nuevas tendencias, aunque él decía que en el terreno pictórico no había más ruta que la nuestra”.

El Caballito y la impronta de la tradición

“La cabeza de caballo”, El caballito, esa mole de 28 metros de alto, de color amarillo, que se ha vuelto icónica en el corazón de la Ciudad de México, que se yergue justo en el punto geográfico donde a mediados del siglo XIX estuvo otro “Caballito”, la figura ecuestre de Carlos IV, de Manuel Tolsá, es una de las piezas más emblemáticas de Sebastian, mas no la más entrañable, “no tengo ninguna favorita, todas reflejan un momento y una historia muy importante en mi producción artística”,  aclara.

La pieza monumental comparte el espacio con otras 77 que flanquean la famosa avenida Paseo de la Reforma, colocadas entre finales del siglo XIX y a lo largo del XX, sin contar las efigies que presiden las glorietas y otras de arte contemporáneo más recientes, como El Caballito, que fue inaugurada en 1992, como emblema de la torre que está detrás.

Para Sebastian es un sitio de honor, porque dice– “la historia mexicana de la escultura monumental urbana se puede ver en Reforma, están todos los ejemplos; desgraciadamente maltratada y agredida, pero allí, en cada  obra y en cada glorieta está la historia de nuestro desarrollo escultórico monumental, y me tocó a mí representar al mundo moderno y contemporáneo, eso para mí es un honor, y no sé si fue suerte, porque me lo encargó el dueño del edificio en ese momento, Max Haddad, pero fue un gran logro y considero que es una acertada escultura para ese espacio; en un principio era muy fuerte y agresiva porque nadie estaba acostumbrado a ese lenguaje y a esa fuerza expresiva, y ahora ya todo mundo está familiarizado con El Caballito, es parte de la imagen de la ciudad, y es tan icónica que hasta pusieron una réplica en Roma, eso es un honor muy grande”.

Finalmente, Sebastian, apasionado también de la historia y sobre todo de la evolución artística en México, se asume con un heredero de toda una tradición que viene desde las culturas originarias –su colección de Chac Mool recientemente expuesta en el Museo Nacional de Antropología lo constata– y asegura: “Lo más grande que tenemos los mexicanos es la fuerza expresiva de nuestra creación artística, en todas las disciplinas, tenemos una tradición cultural que viene de nuestros ancestros y eso no lo van a poder destruir nunca, vayan o vengan, el país va a resistir, porque México es primer mundo a nivel cultural y a nivel artístico, tiene grandes creadores y siguen llegando, esa es una tradición que viene del origen, de la fuerza de nuestros antepasados, y no nos van a poder detener, pase lo que pase”, concluye.

francisco.deanda@eleconomista.mx

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Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

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