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Exploración por el cine barrial, lejos del canon
Las películas de Latinoamérica tienen mucho que enseñarnos en cuanto a nuestra historia; en sus personajes podemos observar algunas inquietudes que nos atañen.
El cine al que accedemos mayoritariamente está determinado por intereses comerciales que permean los circuitos de exhibición y los tiempos en cartelera, así como el dinero que obtienen las producciones y la cobertura mediática de las mismas. Por eso, hacer y ver cine fuera de los parámetros de la industria es una labor compleja, pero no imposible.
Existen espacios donde se da prioridad al cine que escapa de los modelos narrativos y de producción de las grandes compañías. Por ejemplo, el Festival de Cine de Barrio, el cual tuvo lugar del 3 al 10 de diciembre. Dentro de su programación, dos secciones estuvieron enfocadas en mostrar películas que se alejaran de la centralización de la cultura. La primera, Somos Barrio, mostró filmes realizados por habitantes de Iztapalapa o sobre temáticas barriales; la segunda, Tercer Cine, exhibió metrajes de toda América Latina que procesan las preocupaciones comunes en los habitantes de sus pueblos.
La combinación de los cortometrajes en ambos programas resultaría muy estimulante para aquel deseoso de explorar el espesor del cine de barrio, sobre todo por aquello que lo distingue de las películas de interés comercial.
Lo primero que noto es que el cine de barrio tiene una preocupación social y política que lo envuelve todo. Incluso cuando la temática principal de una película no es necesariamente la denuncia de alguna injusticia, en la personalidad de sus protagonistas y en el contexto que los rodea se notan los ecos de la violencia latinoamericana. Pienso, ¿podríamos tener una cosmovisión ajena al subdesarrollo? En ese momento, un diálogo en la película que miro dice:“el país está en caos”, y concluyo que no, que como propone Tomás Gutiérrez Alea en Memorias del subdesarrollo, pretender que podemos alejarnos de esta forma de vida resulta en una contradicción. Somos estas dificultades que vivimos día con día.
Sin embargo, la conciencia de nuestros problemas no es una limitante. Al contrario, el cine barrial está repleto de resistencias y luchas. De vecinos que se organizan para que no los saquen de su edificio, de migrantes que se adaptan a nuevos espacios constantemente, de indígenas que aprenden un idioma que no es el suyo para poder comunicarse ante la aplastante discriminación lingüística que los aqueja, de jóvenes que dentro de las colonias más violentas han sabido crear comunidad y de grandes grupos de personas que no paran de salir a las calles para exigir sus derechos. El cine barrial también narra sus historias y nos recuerda que no estamos solos en la denuncia de la inconformidad.
En cuanto a su forma, noto que el cine que integra estos programas se permite explorar ritmos menos apresurados que los del cine comercial, el cual anhela, casi frenéticamente, sostener nuestra atención durante toda la película. Hay gestos incómodos que quizá duran demasiado tiempo, sí, pero en la vida real ¿no sucede esto con mayor frecuencia que los montajes hiperveloces que en nada nos permiten participar como espectadores? Recuerdo aquella declaración del cineasta chileno Raúl Ruiz en torno al cine de Martin Scorsese: “[El montaje acelerado] lo encuentro muy tenso. hoy en día esa es la regla, y ha sido impuesta por la publicidad, en donde siempre están apurados, pero no es agradable, aunque hoy día parece que la palabra agradable está prohibida en los valores del cine”.
El cine latinoamericano, sobre todo el cine barrial, difícilmente encabezará las premiaciones y las carteleras; probablemente no lo veremos en un afiche en cada parada de autobús, ni caminaremos calles repletas de sus pósteres pegados en las paredes; pero sus películas nos enseñarán más de nosotros mismos que cualquier historia de amor idílico o de héroes bélicos y fantásticos que el cine industrial pueda generar. Es necesario voltear a vernos, reconocernos como herederos de la misma historia; sobre todo, como creadores de una voz auténtica, llena de colores, de rostros alejados de una belleza canónica, pero expresivos y resilientes. Exploremos nuestra identidad en el cine barrial. Total, ahí somos mucho más bienvenidos.
Un encuentro que busca abrirse paso
- El Festival de Cine de Barrio celebró su segunda edición este año.
- Todas las actividades fueron virtuales, mediante FilminLatino y canales de televisión nacional.
- El programa de Tercer Cine fue curado junto con el Festival de Cine Pobre Panalandia, de Panamá.