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Frida Kahlo fue provocadora hasta la muerte
La gente se abalanzó al cuerpo de la célebre pintora cuando éste se aproximaba al incinerador, de acuerdo con los relatos de la época

Foto: Archivo
En la historia del arte, pocas figuras brillan con la intensidad y la singularidad que caracteriza a Frida Kahlo, de quien este 13 de julio se conmemora el 70 aniversario luctuoso. Su vida estuvo marcada desde el principio por una dualidad que definiría su obra: la luz radiante de su espíritu creativo y provocador y el profundo dolor que la acompañó toda su vida.
Kahlo no sólo fue una pintora excepcional, sino también una mujer cuyas luchas personales resonaron profundamente en su arte y la convirtieron en un icono de autenticidad, resistencia y pasión.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón (Coyoacán, 6 de julio de 1907) nació en la Casa Azul, hoy convertida en uno de los museos más visitados de México. Fue hija del fotógrafo Carl Wilhelm Kahlo, mejor conocido como Guillermo Kahlo, de origen alemán pero nacionalizado mexicano, y de Matilde Calderón y González, de origen oaxaqueño, de padre español y madre indígena.
La multiculturalidad del origen de sus padres marcó definitivamente su perspectiva del mundo, así como su vida fue marcada desde el principio por eventos que influirían profundamente en su arte e identidad, y también en las causas de su deceso.
A los seis años, Frida contrajo poliomielitis, una enfermedad que afectó su físico, condicionó su andar y plantó las semillas de su sensibilidad hacia el sufrimiento humano y su fascinación por la temática del cuerpo en su arte.
Su vida daría otro giro dramático a los 18 años, en 1925, cuando sufrió un terrible accidente de autobús. Este accidente la dejó gravemente herida, con múltiples fracturas en la columna vertebral, las costillas, la pelvis y la pierna. Durante su larga recuperación, Frida comenzó a pintar como una forma de ocupar su tiempo y como una terapia emocional. Este período fue crucial para su desarrollo como artista, ya que descubrió en la pintura una forma de alivio, expresión y libertad.
Es por demás conocida su relación con el muralista Diego Rivera, quien era 20 años mayor que ella y para cuando se conocieron ya gozaba de fama internacional y una no tan pulcra reputación en la vida personal. En 1929, Frida y Diego consumaron un matrimonio que fue un vendaval de amor, infidelidades, pasión y también de conflictos personales y políticos. La relación con Rivera influyó profundamente en su arte y en su perspectiva política, abiertamente decantada hacia el comunismo.
Pero las dolencias nunca abandonaron a la pintora. En agosto de 1953, Frida recibió una terrible noticia de su médico de cabecera, el ortopedista y traumatólogo Juan Farill, quien se encargó de intervenir la columna de la pintora en varias ocasiones.
La visita al especialista era impostergable, dado que los dolores de la pierna derecha ya no cesaban con los medicamentos. Después de examinar a la paciente, el médico notificó que la gangrena había comprometido toda la extremidad y no había más alternativa que amputarla. El duelo fue devastador para Frida. Varios fueron sus intentos de quitarse la vida con los medicamentos prescritos.

Frida, alborotadora hasta la muerte
Frida Kahlo falleció en la Casa Azul la madrugada del 13 de julio de 1954. Tenía 47 años. La causa oficial de su deceso, a decir del acta de defunción, fue una embolia pulmonar, aunque algunos historiadores sugieren que la suya pudo ser una muerte inducida.
El funeral fue un acontecimiento nacional y no estuvo exento de polémica. Su cuerpo, vestido con una tehuana y un huipil, fue velado en el Palacio de Bellas Artes, donde se agolpaba una multitud en la que se mezclaron varios de los artistas más relevantes de la época y figuras de la política mexicana.
Además de Diego Rivera, en el vestíbulo del máximo recinto para las artes en el país se apersonó el expresidente de México Lázaro Cárdenas del Río junto con su hijo, un joven Cuauhtémoc Cárdenas, así como intelectuales como el muralista David Alfaro Siqueiros, el escritor, museógrafo y político Carlos Pellicer, la artista plástica y poeta Aurora Reyes, el arquitecto y pintor Juan O’Gorman, la fotógrafa Lola Álvarez Bravo, la galerista María Asúnsolo y la cantante Chavela Vargas, quien –de acuerdo con la cuenta oficial encargada de difundir el legado de la intérprete– ahí cantó la canción “Aquel amor”, compuesta por Agustín Lara.
Años después, en entrevista, Vargas confirmó la relación que sostuvo con Frida “Sí, fuimos amantes. Frida me amaba, lástima que yo quemé una carta de Frida que decía: ‘vivo para Diego y para ti nada más’. Así que fue un amor bellísimo (…) Tenía su bigote negrito, era un bigote espeso, de vello negro. A mí me encantaba verle las cejas y el bigote. Y a ella le encantaba su bigote”.
En aquellas exequias, un militante del Partido Comunista –gremio al que le había sido revocado el registro en 1951 y no era bien visto por la clase política de la época– cubrió el féretro de la pintora con la bandera de la hoz y el martillo. El acto no pasó desapercibido y la prensa nacional lo calificó de “farsa rusófila”. Días más tarde, el entonces director de Bellas Artes, Andrés Iduarte, fue cesado del cargo.

Una vez culminado el homenaje, el féretro con los restos mortales de Frida Kahlo fue cargado en hombros de una comitiva encabezada por Diego Rivera para depositarlo en la carroza que se encargaría de llevarlo al Panteón Civil de Dolores, donde se preparaba la cremación. Era una tarde lluviosa.
Relatan los biógrafos de la pintora que mientras sus restos se aproximaban al incinerador, Diego solicitó que se cantaran algunas canciones. Se entonó el Himno Nacional y también el tema “La joven guardia”, una canción popular francesa que fue adoptada como himno de las Juventudes Comunistas, lo mismo que “La internacional”, un tema emblemático del movimiento obrero de la época. También se cantaron canciones mexicanas como “Adiós, mi chaparrita”, de Ignacio Fernández Esperón; “Adiós, Mariquita linda”, de Marcos Jiménez, y “La barca de oro”, de Cuco Sánchez, entre otras.
Frida Kahlo fue provocadora hasta el último momento. Prueba de ello es el relato que la periodista Adelina Zendejas compartió en entrevista sobre aquel caótico instante previo a la cremación de los despojos:
“Todos estaban colgados de las manos de Frida cuando la carretilla empezó a jalar el cadáver hacia la entrada del horno. Se echaron encima de ella y le arrancaron los anillos, porque querían tener algo que había sido de ella”.
Años más tarde, con la publicación de su autobiografía, Rivera confesó que “el 13 de julio de 1954 fue el día más trágico de mi vida. Había perdido para siempre a mi amada Frida (…) Era ya demasiado tarde, pero me daba cuenta de que lo más maravilloso de mi vida había sido mi amor a Frida”.
Fuente: “Una biografía de Frida Kahlo” (Taurus, 1983), de Hayden Herrera
