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Gótico tropical
Fernanda Melchor entrega en su segunda novela a la gran escritora que se asomaba en sus dos primeros libros.
Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) no es la voz de su generación. ¿Por qué? Su escritura es lo suficientemente universal como para encerrarla en cuadrito de los que nacieron en tal año, en tal fecha.
Melchor ya prefiguraba como una escritora de interés en su Aquí no es Miami (Almadía), colección de crónicas más literarias que periodísticas, pero que iban con el disclaimer de que todo lo narrado era real.
Después publicó Falsa liebre, también en Almadía, y se trata más bien del esbozo de una gran novela. Quiero decir: es una obra que se siente apresurada, incompleta. Lo más atractivo de ella son sus personajes. ¡Cómo sabe dibujar personajes Fernanda!
Esa habilidad aparece aumentada en Temporada de huracanes (Random House), su nueva novela. Es una obra exquisita. La novela es un solo párrafo; un párrafo solitario que se extiende por 200 páginas. Melchor, jarocha, sabe del calor, lo selvático, los pantanos donde bien se puede esconder a 100 muertos hasta que se pudran.
Pero esta historia no es de 100 muertos, es de una muerta: la Bruja. Un día de calor, una banda de chamacos que iba a bañarse al río encontró el rostro podrido de un muerto entre los juncos y las bolsas de plástico que el viento empujaba desde la carretera .
He ahí a la Bruja, así se nos presenta. Melchor hace un verdadero tour de force en Temporada de huracanes, un complejo ejercicio de estilo que mezcla el habla coloquial del trópico con un ritmo totalmente literario, culto, digamos.
Si hay que estamparle un género, pongamos que es un gótico tropical, muy al estilo de los personajes de William Faulkner (que, aunque no vivían en el trópico, comparten con la gente costeña el calor y la tragedia como destino) o el mejor Vargas?Llosa de La casa verde,?o inclusive los Cien años de soledad de Gabo. Es ese tipo de historia en las que uno siente la muerte oteando el horizonte mientras uno se va acabando en puro sudor, la camisa pegada al cuerpo.
La Matosa, el pueblo que alberga la historia, es un lugar donde la pobreza se mezcla con la venganza. ¿Quién mató a la Bruja? No seré yo quien les devele el secreto. Entréguense a la lectura de este libro que no conoce los punto y aparte, pero que corre. Es una carrera desbocada hasta un final devastador. Fernanda Melchor hace que el lector espere con ansias el siguiente libro.