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Heródoto fue reportero
Reportajes de la historia de Martín y Borja de Riquer descubre el periodismo como una tentación humana irresistible: la de dar testimonio de nuestro tiempo.
Bien se sabe que los seres humanos somos platicadores casi desde que caminamos en dos patas. ¿De qué se platicaría en la mítica caverna de nuestros albores? ¿Sería la ficción o sería la noticia? ¿Quién habrá sido el primer reportero?
Sin duda, Heródoto fue uno de los primeros reporteros. Cuando se propuso contar los logros de nuestro pueblo y de los demás pueblos , viajó y escribió lo que en cada lugar veía, corroborando fuentes, haciendo entrevistas.
Un cronista viajero. Con sus Historias (un libro en nueve tomos, cada uno llamado como una de las nueve musas) fue el primero que consideró importante el registro, lo mismo de los sucesos cotidianos presentes que de los grandes hechos del pasado.
Hizo historia a partir del testimonio de primera mano. Un reportero, pues.
Muchas veces, para hacérselos más atractivos a sus lectores, Heródoto endulzaba los hechos, los alimentaba de las leyendas. Nadie dijo que fuera el mejor reportero
Eso último le ganó la censura de Tucídides, otro reportero. Donde Heródoto fue melodramático y digresivo, Tucídides fue preciso, frío y racional.
Su Historia de la guerra del Peloponeso es el primer recuento periodístico de una guerra. Como un enviado, Tucídides siguió desde las primeras filas el enfrentamiento entre Atenas y Esparta. Como un analista, le dio a sus lectores una perspectiva problematizada del conflicto político que implicaba la guerra (a saber: qué sistema político era mejor, la democracia ateniense o la oligarquía espartana).
Y como un columnista, daba su santo y seña como un modo de dar credibilidad a los hechos narrados (no estuvo ahí como mirón: fue soldado).
Él, ateniense, a pesar de sus cuidados y su interés científico por encontrar la verdad de los hechos, escribió desde una subjetividad irremediable.
De la Guerra del Peloponeso, Tucídides escribió con la distancia del tiempo y con la intención de que su obra perdurara, por eso es el segundo padre de la historia. Se podría decir que la historia es arte y es ciencia. Si es así, su padre artístico es Heródoto y su padre científico es Tucídides.
Tucídides tenía los ojos en la posteridad, pero su comprensión de los sucesos inmediatos es periodística. Su narración de la peste que azotó Atenas en plena guerra, y que costó la vida ni más ni menos que al ateniense más célebre, Pericles. Tucídides la padeció también pero vivió, nunca mejor dicho, para contarla.
Reportajes de la historia: relatos de testigos directos sobre hechos ocurridos en 26 siglos de Martín y Borja de Riquer (Acantilado) abre con el texto de Tucídides sobre la plaga. El narrador rastrea el camino de la enfermedad, desde Egipto hasta Atenas, describe los síntomas (tos, ronquera, dificultad respiratoria y una desesperación a la que los enfermos se abandonaban por completo sin intentar resistir ), pero se dedica sobre todo a hacer una crónica del desorden social. Se horroriza no sólo ante la cantidad de cadáveres que eran enterrados con prisa y olvidando las costumbres, sino ante la súbita inmoralidad de sus conciudadanos: La gente se atrevía más fácilmente a acciones con las que antes se complacía ocultamente ( ) Lo que resultaba agradable de inmediato, eso fue lo que pasó a ser noble y útil .
A partir de este fragmento de Tucídides, el libro de los De Riquer emprende un delicioso viaje por lo que podríamos llamar el periodismo urgente. Se podría argumentar que, como dice la vieja guardia de las redacciones, todo periodismo es urgente. Pero el tipo de sucesos que conforma Reportajes de la historia son tan urgentes, tan innegables, que convierte a cualquier presente en un reportero.
San Juan Evangelista estuvo en el Gólgota y reporta que a Jesús no le rompieron las piernas al bajarlo de la cruz, como se acostumbraba. La expedición que terminó con el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón aparece narrada por la mano del genovés (el 12 de octubre de 1492 fue viernes). El escultor y desvergonzado famoso Bevenutto Cellini da la nota del ataque sobre Roma por las fuerzas imperiales de Carlos I. Charles Chaplin cuenta, porque la sufrió en persona, la cacería de comunistas en Hollywood. El gobierno estadounidense reporta que el 11 de septiembre del 2001, para cuando el ejército se había enterado del secuestro de los aviones, éstos ya se habían estrellado.
En los dos volúmenes de la obra aparecen también textos ya propiamente periodísticos, los más tempranos son notas publicadas en diarios del siglo XIX; el último, el recuento de la Guerra de Irak por parte de los reporteros de la Agencia EFE.
El periodismo, el bueno, desmenuza las primeras impresiones, profundiza en el suceso inmediato para dibujarlo con todas sus aristas. Pero todo comienza porque somos platicadores: no podemos resistirnos nunca a dar testimonio de nuestro tiempo.
concepcion.moreno@eleconomista.mx