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Arte e Ideas

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Jansen y sus robots playeros

Artista poliédrico, Jansen crea máquinas que son como criaturas míticas hechas con los materiales más sencillos.

Son como dragones. Son seres mitológicos traídos a la vida por una extraña magia.

Son los robots (a falta de un mejor nombre) del holandés Theo Jansen. Han vuelto locos a los aficionados al arte contemporáneo de la Ciudad de México. Los fines de semana la fila llena la Alameda.

El lugar: el Laboratorio de Arte Alameda. Las criaturas: ocho. ¿Cómo están creadas? La mejor forma de describirlas es como unos insectos gigantes hechos con tubos de plástico y material de reciclaje. Las fronteras entre la ingeniería y el arte están sólo en nuestras mentes , dice Jansen, domador del circo.

Jansen, nacido en Holanda en 1948, imaginó sus primeras creaciones, en la década de los 90, como seres que protegerían las costas neerlandesas del desastre que significaría un desbordamiento. Era una quimera, pero le dio combustible para crear.

Las primeras obras eran esculturas hechas con los materiales más simples que se movían por efecto del aire y el roce con la arena de la playa. Sí, imaginen castillos de arena enormes o esculturas efímeras y luego imaginen que se mueven. Habrán dado con el modelo Jansen del tecnoarte o arte quinético.

A Jansen, que es físico de formación, le interesan muchas cosas. La ingeniería, por supuesto, pero también la biología evolutiva. Así, a sus creaciones les atribuye diversas eras o edades, como si se tratará de la evolución de nuestro planeta, así va midiendo el progreso de sus esfuerzos perfeccionando la criatura perfecta: Frankenstein en la playa.

La exposición está constituida por dos fósiles (que no se mueven) y dos criaturas vivas, que se activan dos veces al día (12 y 14 horas).

Están las criaturas Vaporum , que funcionan con aire comprimido recogido en una especie de estómago hecho con botellas de plástico. El aire les da fuelle para moverse.

Neotaxonomía

Cada pieza tiene nombres en latín, como si se tratara de los nombres científicos de animales vivos. Animaris geneticus pertenece al periodo Tepideem , que comprende la obra del artista entre 1994 y 1997, y está formada por tubos de mayor longitud que le dan mayor libertad.

La última era es Cerebrum y es la más fascinante. Jansen logró que sus obras tuvieran cerebro: son máquinas inteligentes hechas de la manera más sencilla, pero brutalmente compleja. Tienen antenas que les permiten detectar las olas del mar y evitar quedarse atascadas en la arena.

A la era Cerebrum pertenecen Ordis y Pladena vela , las dos esculturas que se mueven. Verlas entrar en acción es fascinante: es como atestiguar el nacimiento de un insecto. Algo de monstruosas tienen y también algo de tiernas. Uno quiere acariciarlas al mismo tiempo que siente el impulso, tan humano, de huir de esa rareza descomunal.

Las criaturas son de gran formato, seres a los que sólo les falta decir: Yo existo para tomarlos en serio. Algunos dirían que estas obras pertenecen más a un museo de tecnología que a un espacio experimental de arte. Disiento. El arte, como la ciencia, nos enseña a ver el mundo desde otro punto de vista. Pero a diferencia del conocimiento científico, nos invita a ver lo imposible, lo que sólo existió alguna vez en la mente de un creador, convertido en un objeto tangible.

Las Asombrosas criaturas de Theo Jansen son como el juego de una mente infantil. Un niño que empezó juntando tubitos de plástico y que después, como si fuera un Mecano, se inventó su propio amigo robot.

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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