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José Revueltas, 100 años de factor y parte
Nacido el 20 de noviembre de 1914 en Santiago Papasquiaro, parecía tener, en su nombre y onomástico, escrito su destino: ser revolucionario y revoltoso.
Hay que detenerse, una de esas noches plenas, para mover el rostro hacia el cielo: aquella constelación, aquel planeta solitario, toda esta materia sinfónica que vibra, ordenada y rigurosa, ¿tendría algún significado si no hubiesen ojos para mirarla; ojos, simplemente ojos de animal o de hombre, desde cualquier punto, desde aquí o desde Urano? Se abandona la vida y una esperanza, un júbilo secreto dice palabras, nociones universales: esto de hoy, la muerte, una eternidad .
Tales palabras escribía José Revueltas en su segunda novela, El luto humano. Era 1942. Todavía no había visto a los muertos. A los jóvenes que cayeron en la plaza 26 años después, en un enlutado día que quedaría irremediablemente a salvo del olvido. Todavía no sabía que le esperaba otra prisión ni que en algún momento se daría cuenta que todos sus escritos, sobre todo su novelística, muy bien hubieran podido juntarse en una gran obra para denominarse Los días terrenales. Y es que José Revueltas fue de la tierra en muchos sentidos.
Nacido el 20 de noviembre de 1914 en Santiago Papasquiaro, Durango, parecía tener, en su nombre y onomástico, escrito su destino: ser revolucionario y revoltoso. Fue parte de una familia de artistas: el músico Silvestre Revueltas, el pintor Fermín Revueltas y la actriz Rosaura Revueltas. Sin embargo, su papel en la memoria de la historia nacional no fue en un principio artístico, sino ideológico. Cuentan sus biógrafos que inició su militancia a los 13 años y que todavía no había cumplido los 15 cuando fue procesado por rebelión, sedición y motín. Cinco años después, con apenas 20, fue enviado a las Islas Marías, cumpliendo otra sentencia por conducta subversiva.
Elena Poniatowska, que lo entrevistó varias veces, afirma que José Revueltas pasó más tiempo de su vida en la cárcel que en la calle , pero que era un hombre bondadoso con una genuina vocación de héroe ante la vida.
Fue durante su segundo cautiverio en las Islas Marías, cuando Revueltas escribió su primer libro: Los muros de agua. No es casualidad que surgiera justamente en aquella otra prisión atrapada en medio de los mares. Su pluma, que cuestionaba siempre, reflejó el desaliento de estar encerrado cuando su máxima aspiración y definitiva vocación era la libertad. Tal asunto fue recurrente en su producción; Los errores, El apando, Material de los sueños y Los motivos de Caín lo atestiguan. Y más que oscuros y encerrados son una suerte de rescate. No sólo de los temas incómodos, sino una liberación de los modos literarios que hacía tiempo anquilosaban a la literatura mexicana.
La escritura, una vocación
Como suele ocurrir con artistas notables, cuentan que José Revueltas mostró desde su infancia vocación por la escritura, que solía hacer periódicos caseros en los que realizaba entrevistas a su madre y hermanos y periódicos que a la postre serían tachados de corte comunista, una ideología política proscrita, clandestina y muy mal vista la mayor parte de su tiempo en el México de la primera mitad del siglo XX. Como consecuencia de esta actividad, dijeron, muchas de sus obras en el futuro serían escritas entre los muros de las prisiones.
De su producción teórico-política fueron tres las obras principales de José Revueltas: México: una democracia bárbara, donde denuncia al cerrado y contradictorio sistema político mexicano; Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, donde argumenta la necesidad de que el pueblo cuente con un partido que verdaderamente represente sus necesidades de clase , y por último, México 68: juventud y revolución, en él Revueltas publica las vivencias, cartas y manifiestos que produjo el movimiento estudiantil antes y después del 2 de octubre. A esta producción se sumaron, además, tres tomos de sus escritos políticos y el volumen Cuestionamientos e intenciones, colección de ensayos académicos y filosóficos donde habla de la teoría literaria, de teoría estética y también, cómo no, de la teoría marxista del conocimiento.
Importantes escritores, críticos y periodistas opinaron sobre la vida y obra de Revueltas. José Agustín, por ejemplo, escribió que en los 60 era un autor único en nuestro país y su propuesta literaria no se parecía a la de nadie .
Octavio Paz, en su obra Postdata lo llamó uno de los hombres más puros de México , y Carlos Monsiváis afirmó que Revueltas siempre estuvo atado a la militancia porque estaba convencido de que la revolución era la meta imposible y necesaria a la vez . Pero también hay otros decires más ligeros. Escribe por su parte Gerardo Villegas en su texto José Revueltas.
Un santo que ríe a los 100 años de su nacimiento
Octavio Paz revela que durante la noche de la masacre del 10 de junio de 1971, en casa de Carlos Fuentes, la plana mayor de los intelectuales de entonces tribulaba qué hacer respecto de la infamia reincidente del régimen contra la juventud crítica. Y que Revueltas susurró al oído de Paz, con sonrisa indefinible,: ¡Vámonos todos a bailar ante el santo señor de Chalma! .
A pesar de haber sido uno de los personajes más poderosos de la cultura en México, la corriente intelectual dominante de la época lo subestimó y lo vetó. Adujeron que los lectores no querían toparse con una incómoda realidad nacional: los movimientos estudiantiles, una izquierda amenazante, el gobierno represor y la terrible situación de los indígenas, mucho menos relatados con la dureza, la radical verdad y el olor a cárcel y tabaco de los escritos de Revueltas.
Un capítulo poco conocido -o mejor dicho, poco reconocido- de la vida de José Revueltas fue su crisis como militante. Su crítica punzante y total al Partido Comunista Mexicano que tuvo como consecuencia su expulsión del partido. Junto a Eduardo Lizalde, Enrique González Rojo, Julio Pliego, entre otros, fundó en 1960 la Liga Leninista Espartaco, cuyo lema era: Por la creación del verdadero partido de la clase obrera . En el texto que lo sustentaba: La disyuntiva histórica del PCM , argumentaba la inexistencia del Partido Comunista Mexicano; sus reflexiones eran de un carácter que quería ser renovador ante el dogmatismo estalinista de algunos intelectuales de izquierda y militantes marxistas . Al final, también sería expulsado de la Liga Espartaco.
José Revueltas fue sentenciado como el autor intelectual del movimiento estudiantil del 68, y esta sentencia a su vez fue aceptada por él mismo con la serenidad de un santo cristiano que acata su martirio, con una combinación de espiritualidad y rebeldía completamente profunda y cierta.
Se fue al encierro, pero se llevó su furia y su talento. En una carta redactada en la prisión de Lecumberri, noviembre de 1968, puede leerse: Escribir ya en sí mismo es una forma de libertad, que aun sin papel ni pluma nadie nos podrá arrebatar de la cabeza a menos que nos aloje dentro de ella una buena bala con la que termine todo... Escribo estas notas como quien arroja un mensaje al mar dentro de una botella... ¿A manos de quién llegarán si llegan a manos de alguien? .
Apenas liberado bajo palabra el 13 de mayo de 1971, Revueltas reanudó sus actividades políticas en México y el extranjero. Con apenas dos años de publicado, El apando era ya un libro indispensable. Nada faltaría para que se convirtiera en un clásico y testigo de las letras y la vida nacional.
Revueltas, que nació hace 100 años, murió en 1976, cuando el resquebrajamiento de las ideologías ya estaba cumplido y dictado el cierre de la cárcel de Lecumberri. Fue parte y factor como él mismo escribió. Pero se describió mejor y con verdad:
El vivir me otorgó una dignidad inmaculada, semejante a la que puede tener la estrella, el mar o la nebulosa. Si tarde lo entiendo, este minuto en que se ha revelado es lo más solemne y lo más grande; inclino la cabeza sobre mi pecho: mi corazón es una bandera purísima .