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Arte e Ideas

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La IA de los videojuegos aprende a detectar qué sentimos cuando jugamos

Captura de pantalla del videojuego ‘La Tierra Media: Sombras de guerra’. Imagen: Cortesía WB Games Spain

Captura de pantalla del videojuego ‘La Tierra Media: Sombras de guerra’. Imagen: Cortesía WB Games Spain

La inteligencia artificial (IA) ha evolucionado significativamente en los últimos años. Uno de sus avances más espectaculares es la llamada IA emocional o IA afectiva.

Pero ¿qué es exactamente una IA emocional? En esencia, es un tipo de IA que no solo procesa datos y ejecuta tareas, sino que también tiene la capacidad de reconocer, interpretar y responder a las emociones humanas. Es decir, una IA que, por ejemplo, no solo entiende lo que usted dice, sino cómo se siente al decirlo.

Esta tecnología revolucionaria está empezando a encontrar su camino en el mundo de los videojuegos, transformando la manera en la que los experimentamos. En ellos, la IA emocional promete una experiencia más rica e inmersiva. ¿Cómo sería jugar un juego que se adapta a su estado de ánimo? ¿Un juego que responde a su alegría, su frustración o su tristeza? Hablamos de un nivel de personalización y conexión emocional nunca antes visto en este entorno.

Nuevos niveles de experimentación

Uno de los aspectos centrales de la IA afectiva es su capacidad para reconocer, comprender y adaptarse a las emociones de los jugadores.

Esto se logra mediante algoritmos, redes neuronales y métodos de procesamiento de datos que evalúan entradas como expresiones faciales, tonos de voz y señales fisiológicas. El objetivo es construir un sistema que no solo comprenda las emociones humanas en tiempo real, sino que también personalice sus respuestas en función de esas emociones.

Un ejemplo pionero de esta tecnología es Façade, un juego interactivo donde la comunicación con personajes virtuales se realiza a través de un chat en línea. La IA emocional del juego interpreta las respuestas de los jugadores para ajustar las reacciones de los personajes, creando una experiencia dinámica y personal. Otro ejemplo notable es The Last of Us, donde la IA ajusta la inteligencia y comportamiento de los enemigos como respuesta a las acciones del jugador. Si el jugador adopta un enfoque agresivo, los enemigos se vuelven más defensivos, adaptándose así a su estrategia y estado emocional.

En el ámbito de los simuladores, Sims 4 utiliza la IA afectiva para manejar las respuestas de los personajes virtuales a diferentes situaciones. Los “sims” pueden experimentar un amplio rango de emociones, como felicidad, tristeza o enfado, en función de los eventos en sus vidas virtuales, enriqueciendo la experiencia del jugador con una gama más amplia de interacciones.

En el sistema Némesis en La Tierra Media: sombras de guerra, la IA adapta dinámicamente la narrativa y las interacciones basadas en las acciones del jugador. Así, los enemigos recuerdan sus encuentros previos con el jugador y responden de manera diferente en futuros enfrentamientos.

La IA emocional también está abriendo nuevas fronteras en juegos más centrados en la narrativa, como Detroit: Become Human. En él, cada elección no solo cambia la trama, sino que también se ve influenciada por el estado emocional del jugador. ¿Tomaría las mismas decisiones si estuviera enfadado o triste, en calma o nervioso? La IA puede ajustar la historia de manera sutil pero profunda basándose en las emociones detectadas.

Cuestiones éticas

Más allá del entretenimiento, la IA afectiva tiene el potencial de revolucionar la terapia a través de videojuegos. Juegos como Celeste, que trata temas como la ansiedad y la depresión, son aún más efectivos al adaptarse a las emociones del jugador en tiempo real, ofreciendo una experiencia terapéutica personalizada.

Sin embargo, el uso de esta tecnología no está exento de desafíos. La privacidad y la ética son preocupaciones clave en la incorporación de la IA afectiva a los videojuegos. A medida que avanzamos hacia una era donde los juegos pueden “leer” nuestras emociones, surge la pregunta: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que esta tecnología penetre en nuestra mente? Esta cuestión quizá va más allá del simple reconocimiento de emociones. Implica considerar cómo se recopilan, almacenan y utilizan nuestras emociones.

Esto, a su vez, plantea importantes cuestiones de privacidad. ¿Cómo garantizan los desarrolladores de juegos que estos datos sensibles estén seguros y protegidos? ¿Qué medidas se toman para asegurar que no se realice un uso indebido de esta información, como en la publicidad dirigida o en formas de manipulación emocional orientadas a la monetización del juego? Es crucial establecer límites claros y políticas de transparencia para los usuarios.

Además, la ética de cómo se utiliza esta tecnología es de suma importancia. ¿Podría un juego alterar su dificultad o contenido de manera que manipule emocionalmente a los jugadores y así mantenerlos jugando más tiempo? ¿Cómo se equilibra la creación de una experiencia de juego atractiva e inmersiva con el respeto a la autonomía emocional del jugador?

La responsabilidad de manejar estos datos recae tanto en los desarrolladores como en los reguladores. Deben existir directrices claras y regulaciones estrictas para asegurar que la IA emocional en los videojuegos se desarrolle y utilice de manera que beneficie a los jugadores, sin comprometer su privacidad o bienestar.

La regulación que vendrá

Ahora mismo el uso de inteligencias artificiales afectivas en videojuegos no está claramente definido en un marco global, sino que depende de la jurisdicción de cada país y del contexto específico del videojuego.

Las regulaciones que podrían aplicarse a la IA afectiva en los videojuegos generalmente caen bajo marcos legales más amplios relacionados con la privacidad de datos, la protección del consumidor, la propiedad intelectual y la ética en la tecnología. Por ejemplo, en la Unión Europea, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) podría afectar a cómo se recopilan, procesan y almacenan los datos emocionales de los usuarios por juegos que emplean estas IA afectivas. Precisamente, la Unión Europea está en proceso de regular la inteligencia artificial, que incluye aspectos que podrían afectar al uso de IA afectiva en los videojuegos, aunque la legislación no aborde específicamente esta aplicación.

En definitiva, la IA emocional tiene el potencial de redefinir nuestra relación con la tecnología, haciéndola más humana, más sensible y más conectada con nuestras experiencias de vida. Los videojuegos están listos para ser no solo una ventana a mundos imaginarios, sino también un espejo que responde a la profundidad de la experiencia humana. The Conversation

Ricardo Fernández Rafael, Investigador Predoctoral en Ocio, Cultura y Comunicación, Universidad de Deusto

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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