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La crisis climática es también una crisis hídrica que impacta en las ciudades
El territorio de la Ciudad de México vinculado al suelo de conservación es de 59%. “En términos de gestión de agua, se tiene que llevar a cabo un programa de manejo acordado constantemente con ejidos, comunidades y productores”, dice el doctor Jorge Escandón, especialista en el sector de cambio climático, ciudad y adaptación.
La crisis climática también es una crisis del agua y en la COP 28 en Dubái, los líderes mundiales discuten sobre inversión, saneamiento e higiene, pues muchas personas en todo el mundo están experimentando sequías, tormentas y temperaturas extremas. Sólo tener acceso a agua potable, un baño decente o una buena higiene es cada vez más difícil. El acceso al agua también es clave para ayudar a las personas a sobrellevar los efectos del cambio climático.
Con todo y las grandes negociaciones que se puedan dar en la cumbre de Emiratos Árabes Unidos, las ciudades juegan un rol protagonista en la acción climática, pues aquí es donde se generan alrededor del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la región de América Latina y el Caribe y donde se concentran casi el 80% de las pérdidas por desastres.
El doctor Jorge Escandón, especialista en el sector de cambio climático, ciudad y adaptación, explica que en las ciudades los suelos de conservación están en una dinámica constante de presión, pues la valoración sociocultural que se tiene en relación al territorio versus la especulación inmobiliaria ha sido por años un factor determinante para su deterioro.
En este sentido, explica que la agenda del agua tiene que verse no solamente con aspectos tradicionales, también tiene que integrar una visión que en términos de ciencia y tecnología aporte alternativas. “Esto tiene que estar en las agendas urbanas del siglo XXI, no sólo de Ciudad de México, sino en las 70 zonas urbanas del país”.
Como dato, en la Ciudad de México el territorio vinculado al suelo de conservación es el 59% de la extensión territorial de las 16 alcaldías. Este porcentaje no sólo se limita a garantizar la viabilidad de la ciudad en términos de agua, las alteraciones en este territorio también escalan a la zona metropolitana. Por ello, “en términos de gestión de agua, se tiene que llevar a cabo un programa de manejo acordado constantemente con ejidos, comunidades y productores”.
Explica que en la Ciudad de México hay al menos cuatro microcuencas prioritarias, Río San Buenaventura, Arroyo Santiago, Río Eslava, Río Magdalena, y otra serie de corrientes intermitentes por aquellas que se presentan nada más en época de lluvias. La Sierra de las Cruces y Sierra de Ajusco Chichinauhtzin también son las regiones montañosas que se extienden en el suelo de conservación, así como la Sierra de Guadalupe y Santa Catarina. Todo esto forma parte del ciclo del agua y tiene que ser abordado con una perspectiva de cuenca donde mucho tiene que ver con un manejo integral de recursos que también gira alrededor de la restauración.
Del extractivismo a la gestión del ciclo hidrológico
Escandón, que también colabora en la Dirección de la Comisión de Recursos Naturales y Desarrollo Rural (Corenadr), explica que como institución están tratando, en primer lugar, de abarcar todo el espectro del ciclo del agua, es decir, la idea es atender la parte de infiltración, pero también las labores de conservación de obras en términos de reforestación, pero sobre todo construyendo acuerdos con los ejidos y las comunidades, pues son los propietarios de gran parte de la zona de concentración.
“No sólo se trata de sembrar especies arbóreas, que se ha hecho con una restauración de 12 a cerca de 45 especies de los distintos estratos, también se visualizan otros estratos de la dinámica ecológica que permiten y enriquecen el proceso de infiltración. Por ejemplo, hay trabajo en los zacatones y barrancas, estos cumplen con un papel importante en el ciclo hidrológico”.
También hay otra parte de historia ambiental en la ciudad, donde el ciclo del agua se relaciona con regiones de afloramiento, abarca toda la zona lacustre que en este caso está ubicada en las delegaciones Xochimilco y Tláhuac. Estos cuerpos de agua implican un trabajo titánico en relación con la limpieza de canales y rescate de canales, para que en el ciclo de afloramiento del agua esto permita ampliar el espejo de agua y en una segunda fase construir calidad del agua, con un rescate además de 13 plantas endémicas en ecosistemas acículas.
“Es un panorama integral que, en términos de cambio climático, se relacionan con procesos de adaptación alrededor del eje del agua”.
Dijo que hoy lo que tiene que cambiar es el paradigma, pasar de lo extractivista a la gestión del ciclo hidrológico en relación con el ciclo del agua. “En términos de la gestión relacionada con esta dinámica y perspectiva es una labor complicada porque involucra mucho acuerdo alrededor de la preservación de los recursos naturales y para que esta preservación no sea estática sino dinámica en relación a la construcción de acuerdos que se tienen que estar refrendando con ejidos, comunidades e interesados”.
Agrega que se tiene que hablar de alternativas de captación de agua de lluvia, pues los aspectos de aprovechamiento no solo tienen que ver con extracción del agua del subsuelo, se piensa en una gestión del ciclo hidrológico desde la captación. Los programas de cosecha de lluvia son una alternativa de hacia dónde puede transitar la ciudad en términos de adaptación al cambio climático.
Concluye que la conservación para no tocar, no es posible, “hoy implica ver aspectos dinámicos de la construcción de acuerdos en términos de manejo del territorio”, por ejemplo en términos cualitativos, lo que implica en este momento la calidad del agua es lograr alrededor de 550 productos con certificación, lo cual implica un proceso que han seguido productores para que en sus terrenos o parcelas, se tengan medidas alternativas, para el no uso de agroquímicos y el uso de aguas limpias. “Esa es una vertiente más que se visualiza en la idea de gestión del agua y de recursos naturales en general en el suelo de conservación”.
Por último, la política ambiental debe contemplar una desaceleración de la mancha urbana hacia y en el suelo de conservación. “Apenas se pueden empezar a ver unas pinceladas en términos de resultados, pero es muy importante mantener una base mínima de recursos y seguirla aumentando para poder preservar el territorio y atender el llamado a frenar el cambio climático”.