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La danza explicada desde una perspectiva neurocientífica
El especialista en neurociencia cognitiva, José Luis Díaz Gómez, explica los procesos mentales de la danza.
“Algunos neurocientíficos opinan que el cerebro está hecho por la evolución para que nos podamos mover. Ésa es su misión en la vida”, refirió en conferencia el doctor José Luis Díaz Gómez, especialista en psicobiología y neurociencia cognitiva, como parte del ciclo Neurodanza y neuromúsica, cuya tercera sesión se llevó a cabo este miércoles en las instalaciones del Centro Nacional de las Artes (Cenart).
Ahí el también investigador de la UNAM, autor de una decena de libros de ensayo y miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, ofreció un docto panorama sobre las bases neurocientíficas de la danza.
Refirió que, así como las distintas posturas animales transmiten información conductual clara, ya sea que se trate de una manifestación de hostilidad o de la disposición para el apareamiento (por mencionar un rango ambiguo de comportamiento animal), las posturas humanas son efectivas para transmitir información sobre el estado psicológico y fisiológico del emisor. Complementó que este lenguaje de posturas y el ritmo de una secuencia de posturas son la materia prima de la danza.
Antes de mover un músculo
“En lo primero que piensa un neurobiólogo al hablar de la danza es en la corteza motora (ubicada en la superficie del lóbulo frontal). Es la parte del cerebro que ejerce el movimiento voluntario y transmite información mediante axones hasta la médula espinal. Ahí hay una segunda neurona que va directamente al músculo para ordenar que se mueva”, especificó Díaz Gómez.
Sin embargo, aclaró que para que se realice una acción voluntaria, sobre todo en las artes, hay un proceso de fases. “La corteza motora no se enciende de repente sino que otras zonas premotoras están involucradas en el proceso de intención”, dijo y agregó que gran parte del cerebro es asociativo y que existen áreas que se encargan de asociar una esfera sensorial o motora con otra. Destacó que éstas son las que más se han desarrollado en el cerebro humano.
Todo este proceso dancístico, señaló, “requiere de ‘propiocepción’, un término concebido por el neurofisiólogo inglés y premio Nobel de Medicina Charles Scott Sherrington, el cual significa concepción del propio cuerpo”. Agregó que es gracias a este ejercicio que el ser humano tiene una imagen dinámica de sí en movimiento y es capaz de entrenarlo.
“Al momento de bailar, el sujeto se da cuenta de su expresión y tiene un sistema de retroalimentación del cerebro hacia el músculo y viceversa. Ahí es donde reside la modulación del movimiento”.
Por si fuera poco, a esta compleja acción cerebral, refirió, se le agrega la capacidad de percepción de la música y de acoplamiento motriz. “Para moverse hace falta integrar los sentidos y esto en la danza es fundamental. No solamente se integra la parte sensorial con la parte motora para ejecutar; también se adhieren la parte de concepción del espacio para poderse desplazar. Además, la música es un elemento al que hay que acoplar el movimiento”.
La danza como un diálogo
El especialista fue categórico al decir que el espectador forma parte fundamental del proceso de la danza. Dijo que el individuo que aprecia la danza “está viendo o sintiendo los movimientos, pero también evalúa lo que él puede hacer en relación con lo que puede hacer el bailarín. Aunque no esté preparado para hacer danza, es capaz de juzgar la complejidad de un movimiento porque tiene la referencia corporal propia”.
Destacó que el ser humano posee en su motricidad una cualidad todavía inalcanzable para la tecnología. “Cuando yo tomo una botella, lo puedo hacer de una manera bastante suave y tersa que no se logra hacer con ningún robot. Nuestro sistema sensor y motor es tan cognitivo, tan superior, desde el punto de vista evolutivo, que no ha habido forma de fabricar un robot que logre hacer un movimiento tan sencillo y elegante como el de agarrar una taza”, culminó.
Coordinado por el doctor y especialista en psiquiatría Francisco Gómez Mont, el ciclo Neurodanza y neuromúsica continuará el 21 de noviembre, en la misma sede, con la sesión: De la enactividad a la inteligencia artificial.