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La figura del intelectual público se está deslavando: Jorge Volpi

La historia del respaldo de los pensadores a las causas políticas en México ha sido de altas expectativas y grandes decepciones, reflexionó el escritor en un foro del Grupo de Estudios Mexicanos de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
 

El pasado lunes la UNAM anunció al escritor Jorge Volpi como nuevo director del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-España (CEM España). Foto: Cuartoscuro

El pasado lunes la UNAM anunció al escritor Jorge Volpi como nuevo director del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-España (CEM España). Foto: Cuartoscuro

Estamos llegando al momento de menor importancia del intelectual para la vida pública y política del país. Esa figura siempre presente y emblemática del régimen de la Revolución se ha ido deslavando con la transición a la democracia de los últimos años. Cada vez es menos relevante.

Es la reflexión que el escritor y gestor cultural Jorge Volpi Escalante ofreció el viernes pasado como invitado de la sesión virtual por el cierre de actividades de The Mexican Studies Group en el Centro de Graduados de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), donde, de manera extensa, el también coordinador de Difusión Cultural de la UNAM estableció junto con los integrantes del grupo el conversatorio “Una reflexión sobre la intelectualidad mexicana”.

“Creo que el peso de los intelectuales en este momento es el menor desde que México es independiente. Los actores son muchos otros. Las redes sociales, entre otros factores, han ido desgastando esa figura del intelectual paradigmático. El apoyo o no de los intelectuales a cualquier causa o partido, pienso, ya no tiene casi ninguna relevancia en términos políticos. El descrédito de la figura de autoridad en su conjunto, que es muy de esta época, todavía erosiona más la idea de que puedan servir de algo”, añadió.

Antes de llegar a esta opinión, Volpi Escalante se remontó a por lo menos un siglo de vida pública en el país y escudriñó las relaciones entre el poder y la intelectualidad mexicana, el tema que ha sido una constante de su obra literaria.

 

El idilio y el rompimiento

Sin ser necesariamente cronológico, habló del periodo posrevolucionario, con figuras como Vasconcelos, Rivera, Novo y posteriores intelectuales, en su gran mayoría afanosos de legitimar el sistema a cambio de recompensas como la diplomacia, un hábito replicado del modelo francés y presente sobre todo en la primera mitad del siglo XX en nuestro país, en una época donde la disidencia intelectual era marginal, hasta los años 60.

“El mainstream apoyaba al régimen de la Revolución como parece que también la sociedad mexicana lo hacía en su conjunto, más allá de los rasgos de autoritarismo claros, ya desde entonces, una democracia simulada. Todo parecía posible de ser legitimado en aras de las grandes conquistas de las Revolución”, mencionó.

Sin embargo, dijo, y aunque ya antecedían algunas disidencias aisladas, la legitimidad del régimen de la Revolución se rompió con la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, en 1968 y empezó el desgaste de la relación entre poder e intelectuales.

A partir de ahí, recordó, la casta intelectual se dividió entre los funcionarios que apoyaron directamente al gobierno o simplemente callaron, y mencionó a Agustín Yáñez, José Luis Martínez y Juan Rulfo, y aquellos que abiertamente se rebelaron contra el poder, como José Revueltas, sobre todo, y otro grupo que interpretó el Movimiento Estudiantil, lo legitimó y expandió socialmente, como Octavio Paz y Carlos Fuentes, pero sobre todo los más jóvenes, como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y José Agustín.

Los siguientes regímenes, sobre todo el echeverrismo, repasó, intentaron y lograron, en alguna medida, cooptar a los intelectuales que se habían vuelto disidentes, para desembocar en una nueva cercanía con el poder. Así fue, hasta finales del siglo XX, con la clara división intelectual en el sexenio de Salinas de Gortari: aquellos que se agrupaban en torno a la revista “Vuelta”, fundada por Octavio Paz, y más tarde “Letras libres”, de Enrique Krauze, contra aquellos intelectuales del Grupo Nexos, más tarde el llamado Grupo San Ángel, encabezado por figuras como Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, quienes arroparon a Vicente Fox de cara al 2000, dijo, para después llevarse un desengaño.

El desengaño es la regla

Si algo emparienta al 68, el 94, el 2000 y el 2018, retomó Volpi Escalante, “es que en todos hubo un anhelo de modernidad radical y, sobre todo de legitimación, por lo menos de la historia mexicana”, opinó y sin embargo, añadió más adelante, “fue una cadena de grandes expectativas y grandes decepciones por una cosa u otra. Es como si buena parte de la clase intelectual estuviera apoyando esos alardes de modernidad para luego solo darse cuenta que en todos los casos es un espejismo”.

A lo largo de tres campañas, recordó, López Obrador venía respaldado por un amplio grupo intelectual y científico, cuya decepción frente a sus políticas públicas, ya en la presidencia, fue prácticamente inmediata. “Es decir, todavía quedan unos pocos intelectuales apoyando a López Obrador, pero la que había sido la masa crítica que lo apoyó durante muchísimo tiempo se ha ido desgastando de manera muy rápida”.

Por otro lado, recordó cómo el Grupo Nexos, que había sido uno de los motores de la intelectualidad de izquierda en el sexenio de Salinas de Gortari, terminó siendo la intelectualidad orgánica del PRI neoliberal, ahora enfrentada con el actual presidente.

“De los dos grupos enemigos que veían la modernidad mexicana y la relación con el poder de maneras tan distintas, Vuelta y Nexos, con Krauze de un lado y Aguilar Camín del otro, que además habían sido muy amigos y se habían peleado, no deja de ser interesante cómo su reconciliación se da justamente por la carta contra López Obrador”.

Apuntó, sin embargo, que el presidente no ha perdido su olfato político, tanto así que el distanciamiento de los intelectuales y de la comunidad científica no le está costando particularmente caro.

“Fueron muy importantes en el proceso para llegar finalmente al poder, pero una vez que llega, es claro que no le parecen ya tan relevantes. En algún sentido le servimos, nos utilizó, si lo queremos llamar así con mi propia confesión personal. Y una vez en el poder se da cuenta de que necesita otra coalición para una agenda que no es en absoluto la que prometió (...) la agenda de izquierda no le interesa, no son solo los intelectuales y los científicos. El desengaño es darnos cuenta cómo López Obrador utilizó la agenda de la izquierda para llegar al poder”, explicó.

“Cuando empezó con la austeridad, recortes a todos los sectores culturales y científicos, políticas ideológicas muy drásticas, tanto en cultura como en ciencia, la alienación de este grupo no le hizo ninguna meya y, al contrario, lo convirtió en su bandera, porque ahora cualquiera que se le oponga es tachado de conservador frente a su liberalismo, que es rarísimo, con esa conceptualización decimonónica: odiar a los liberales, pero él asumirse liberal y sus amigos neoliberales son conservadores; es una revoltura curiosa”.

Por otro lado, dijo, lo que hizo que López Obrador ganara la elección fue que su diagnóstico siempre fue muy correcto: “lo que la mafia en el poder hizo del país es absolutamente certero: la guerra contra el narcotráfico de Calderón y la corrupción institucional de Peña Nieto. Con solo esas dos cosas bastaría para que sus partidos no tuvieran legitimidad alguna. Y lo cierto es que no la tienen, porque nunca hicieron un mínimo examen de conciencia, rectificación, ajuste, expulsión de alguien. Nada. Y además se juntan para intentar oponerse al gobierno de López Obrador (...) es una oposición terrible que no tiene una bandera mejor. No es porque López Obrador lo haya hecho bien, pero la oposición es aún peor”.

Volpi Escalante explicó que antes de abocarse a la gestión cultural en la máxima casa de estudios, dejó en el tintero una historia intelectual sobre el año 2000 que en principio iba a llamarse “Caudillos culturales de la transición mexicana”, centrado en las figuras de Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín. No descarta una historia sobre la nueva relación entre intelectuales y el poder en México en la era de Andrés Manuel López Obrador.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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