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La geopolítica es más interesante con zombis (y Brad Pitt)
¿Es una buena película de zombis? Es una reinterpretación muy interesante del género. Ojalá fuera igual de divertida.
Gran parte de las discusiones en torno a Guerra Mundial Z de Marc Forster (y Brad Pitt) giran en torno a esta pregunta crucial: ¿es una película de zombis o no?
El género de zombis, cuya importancia contemporánea es tal que anima poderosas reflexiones filosóficas en torno a nuestra época (a saber: ¿somos todos zombis o nos hacemos?), tiene sus características bien definidas. Algunas de ellas: los zombis están muertos y han vuelto a la vida, son los no-muertos, o mejor, los muertos vivientes.
De lo que se sigue que los zombis no corren, no brincan, no toman decisiones: son pura carne podrida; su única parte semifuncional es el cerebro. Si hay zombis, tiene que haber tripas y sangre porque los zombis muerden, matan y quieren comerse tus sesos. Y la más importante: el zombismo no tiene cura. Si te mordió un zombi, eres un zombi.
Todo este reglamento nace del vudú, de cuyos rituales, según entiendo, provienen los zombis. Pero la verdadera biblia zombi es la influyente La noche de los muertos vivientes (1968) de George A. Romero. Todas las películas, cómics, videojuegos y series de televisión que siguieron su camino crearon la noble tradición zombística.
Me voy a ganar el odio de los talibanes del zombi: esa tradición importa poco hoy en día. Lo que realmente importa del zombi contemporáneo es que invoque nuestros temores globales: desastre ambiental, enajenación social, fin de los recursos, esas cosas.
Guerra mundial Z rompe casi todas las reglas del género. En la primera gran secuencia de acción de la cinta, una horda zombi corre a toda velocidad sobre una multitud de automovilistas, entre los que se encuentran mujeres, niños, viejitos (y Brad Pitt). Implacables esos zombis: rompen los parabrisas a cabezazos. Nadie está a salvo de la furia zombi.
Se puede pensar, a partir del cartel y de todo el material promocional, que se trata de la típica historia de huida: una familia güerita que hace todo lo posible para sobrevivir y mantenerse unida. Y sale Brad Pitt matando zombis. Bueno, sí, pero también no. Guerra Mundial Z no va de zombis, sino de los grandes problemas sociopolíticos del mundo. Y por eso es una interesante película de zombis.
LA AVENTURA ZOMBI DE PITT
En realidad, Guerra Mundial Z tiene una ambición deslumbrante: ¿qué pasaría en la aldea global si sucede una gran crisis mundial incontrolable? ¿Qué harían los gobiernos del mundo? ¿Nos protegerían?
Sí, Guerra Mundial Z es una cinta política. Y ahí está Brad Pitt.
Pitt es tan responsable de esta cinta como el director Forster. Corrijo: aun más responsable. Fue su casa productora la que se quedó con los derechos de la novela original de Max Brooks (estupenda, por cierto). Fue Pitt quien seleccionó a Forster, un director más conocido por su cine intimista (Finding Neverland y Monsters Ball, por ejemplo) que por su capacidad para la acción (hizo la infumable Quantum of Solace del 007). Y Pitt también eligió a la multitud de guionistas que pasaron por el proceso de adaptación.
Al final, Brad eligió al escritor que le creó un personaje protagónico y también fue Brad Pitt el que le habló a Damon Lindelof (uno de los creadores de la serie Lost) para que escribiera un final para la película porque la cosa se resistía a cerrar con fortuna. El presupuesto rompió récord, todo mundo se peleó, etcétera. Por esas y otras razones, Guerra Mundial Z ha sido escandalosa de origen.
Sumemos que a Brad Pitt le urge un hit porque su carrera se apaga. No pocos le desean un fracaso.
SIN TRIPAS Y (CASI) SIN CORAZÓN
Bueno, ¿está buena o no? Gracias por su paciencia. Respuesta: más o menos. Gerry Lane (Pitt), un exanalista de la ONU, atestigua el primer ataque zombi en Estados Unidos. Logra poner a su esposa e hijas a salvo en un portaaviones. Pronto se entera: hay una epidemia de una enfermedad desconocida, la crisis es global y ha superado a todos los gobiernos. Nadie sabe qué hacer y las habilidades de Lane como investigador en zonas de guerra es capital para la humanidad.
Lo mejor de la película son las noticias que van llegando de diferentes países: Estados Unidos, con todo su aparato militar y político, cae casi por completo porque nadie quiso tomar decisiones impopulares. Por otro lado, el previsor gobierno de Corea del Norte le sacó los dientes a toda su población. ¿Eso significa que los gobiernos autoritarios lidian mejor con las crisis que las democracias?
(En la novela original Max Brooks hace un análisis provocador y atractivo de asuntos como éste. Léanla, en serio).
En su misión salvadora, Lane llega a Israel, el único país que ha sabido cómo lidiar con la emergencia. Nadie cree que algo así va a pasar hasta que pasa , le dice curado de espanto un agente del Mossad. No es estupidez, no es debilidad: es naturaleza humana .
No voy a contar más de la trama. Sólo diré que hay zombis en un avión, algunas explicaciones sobre cómo funcionan los virus y una ausencia total y absoluta de tripas y sangre. Increíble la cantidad de machincuepas visuales que se hacen para evitar cualquier escena mínimamente sangrienta. Ha nacido el anti-zombi-gore.
El problema de la cinta es que en el balance final resulta más ruido que nueces. A Damon Lindelof no le salió el desenlace. Los últimos 20 minutos son de muerte cerebral.
Sin embargo, no dudo en afirmar que 70% de Guerra Mundial Z es muy rescatable. Y sale Brad Pitt.
concepcion.moreno@eleconomista.mx