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La noche más efímera, la mañana del eclipse
La temparatura descendió súbitamente sobre la costera sinaloense, durante los cuatro minutos de oscuridad sobre el cielo de Mazatlán, y las olas se volvieron agrestes, como una noche furiosa. Ésta es la crónica.
Mazatlán, Sinaloa. Antes de que la Luna cubriera por completo el Sol, ya las garzas y los pelícanos emprendieron el retorno a su lugar de descanso, al tiempo que la temperatura comenzaba a descender a tal grado que se sentía un viento helado, como de frío nocturno de playa. La marea incrementó de súbito haciendo más fuerte el ruido del agua en los rompeolas.
Poco antes de las 11 de la mañana, Mazatlán presentaba un clima primaveral, con un Sol radiante y una ciudad resplandeciente hasta herir la vista, cientos de paseantes por el Paseo Claussen, cerrado a la circulación vehicular desde las primeras horas del día, buscaban el mejor lugar para ver el eclipse, desayunaban a la orilla del mar, se untaban bloqueador solar sobre la piel, transitaban en bicicletas y patines eléctricos y daban de comer a las aves playeras.
Sobre la terraza de la Facultad de Ciencias de Mar de la Universidad Autónoma de Sinaloa, en el Paseo Claussen, sociedades astronómicas, académicos integrantes del Comité Nacional de Eclipses, aficionados y público en general, incluidos niños, niñas y jóvenes, estaban a la espera del fenómeno astronómico, ajustando sus cámaras y telescopios, siguiendo con sus lentes especiales el avance de la Luna sobre el Sol, a punto de eclipsar.
Mientras el cielo se tornaba pardo, soplaba el viento y hacía más frío, por debajo de los 20°C, y las aves se alejaban de la playa, y mientras crecía y crecía la expectación y la emoción por el advenimiento de la “noche” más corta en los últimos 22 años.
Una algarabía rompió la “noche” para celebrar la aparición del anillo previo a la entrada completa de la fase total, 11:11, el momento exacto en el que la Luna cubrió por completo la circunferencia solar.
El astro rey desapareció de pronto y sólo un leve halo luminoso daba cuenta de su presencia; el mar se volvió un espejo y el estupor colectivo, un silencio absoluto, sólo interrumpido por cientos de clics de cámaras fotográficas que capturan el momento.
Sólo cuatro minutos, y después, un nuevo amanecer. Las garzas y los pelícanos no alcanzaron a llegar a su dormitorio y volvieron a la playa; desde el campo nos reportan que los gallos cantaron nuevamente, mientras que, a lo lejos, sobre el malecón, se escucha una banda sinaloense que despide la noche más efímera y saluda la nueva aurora.
En Mazatlán, a las 12:45 volvió por completo el Sol, pero el frío aún no se había ido.