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Arte e Ideas

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Las Aparicio: Muñecas de videotape

El debut de Cadena 3 en las telenovelas tiene una producción acertada, aunque el discurso de fondo de la historia asusta por malo, maniqueo y anticuado.

Érase una vez hace no muchos años un país que entonces llamábamos México y que se parece poco a lo que hoy es México. Quizá era un país que vivía sólo en nuestra imaginación aquél. Los que estamos cerca de los 30 años éramos entonces adolescentes imbuidos de un optimismo que se evaporó rápido al cambio de siglo.

En ese país donde a lo mejor vivir sí era posible, la televisión abierta vivió una breve, pero gloriosa, edad de oro. El responsable era un periodista de izquierda y excorresponsal de guerra metido a productor: Epigmenio Ibarra.

Con su productora, Argos, Epi y su gente (entre ellos el escritor Alberto Barrera, ganador del Premio Herralde de Novela) creó telenovelas que no parecían telenovelas. Es decir, telenovelas que no daba pena ver. Era la televisión que, al menos para nosotros los de entonces, documentaba nuestra seguridad de que el mundo estaba por cambiar.

Desde la muy grillera Nada personal, el hitazo Mirada de mujer, pasando por la policíaca Demasiado corazón hasta llegar a la maravillosa La vida en el espejo. Argos la telenovelas de abordaban todos los temas (se atrevió a intentar una telenovela sobre un sacerdote incasto, TV Azteca, su sede televisiva, no aguantó la presión de los anunciantes y la censuró). Mi generación las recibió con avidez, la de mis padres con sorpresa, las mayores con escándalo. Algunos más con desprecio: era, decían, televisión arrogante.

Bendita arrogancia. Al fin la tele abierta parecía tener algo que decirle al público además del reforzamiento del status quo al que solía (y suele aún) dedicarse.

La gloria duró poco. Argos rompió con TV Azteca y se dedicó a hacer televisión de paga con Disney y HBO. De la asociación con la segunda salió la serie Capadocia, única serie mexicana nominada a un Emmy Internacional, considerada por la crítica del mundo como de lo mejor que se ha producido en Latinoamérica.

En el México de hoy, Argos parecía haber encontrado su lugar: televisión restringida, para lo menos. Un símbolo de la decadencia del ámbito público mexicano.

Pero hace unos meses, se dio la noticia: Argos regresaba a la palestra. Cadena 3, la televisora nueva, le abría las puertas a Ibarra y compañía para tocarle el corazón al público, pero también la cabeza .

El primer producto de esta alianza se estrenó esta semana. Las Aparicio, una mezcla de serie y telenovela que busca examinar al género femenino (¿dónde he oído eso?).

Por supuesto, la que escribe lo esperó con ansía, con nostalgia, y también con cierto escepticismo: una cosa era sorprender en 1996. ¿Estaba Argos listo para el público de la televisión abierta del 2010?

Desesperadas en la ciudad

Examinar el género femenino. Sí, ya recuerdo: el objetivo de otros dos series que marcaron el rumbo de la televisión mundial la pasada década.

Sex and the City desmitificaba la sexualidad femenina, hablando abiertamente de orgasmos por esfuerzo propio, relaciones abiertas, la necesidad del compromiso, la falta de culpabilidad por ser, al fin, tú misma. Era una historia urbana, de mujeres profesionistas, solteras. Liberadas.

A contar el otro lado del cuento se avocó Desperate Housewives. Las mujeres que se quedaban en casa con los hijos, haciendo el súper, esperando al marido. En la serie, una de las más honestas que se han hecho, a fin de cuentas las esposas desesperadas también ganan. Se quedaban en casa por decisión propia y algo se llevaban a cambio.

Las Aparicio de Argos abreva de ambas fuentes y se nota desde la entrada del programa, donde se muestran una serie de reglas para ser una buena esposa.

Conozcan a la familia Aparicio, una familia de puras mujeres. No hay hombres no por genética sola, sino porque al parecer no les aguantan el paso. Se casan, se reproducen y mueren, dejando viudas guapísimas y bienvestidas detrás.

Sí, las Aparicio son unas muñecas de videotape. Gabriela de la Garza (Alma), Ximena Rubio (Mercedes) y Liz Gallardo (Julia): todas son bellas, sofisticadas y atormentadas. La matriarca: Doña Rafaela, interpretada por María del Carmen Farías, es recia, cínica y adversa a la falsedad: cuenta chistes mientras su hija Mercedes inaugura su viudez.

Mercedes es abogada, Alma es psicóloga, Julia estudia actuación. Cada una enfrenta, ay, los retos diarios de ser una mujer en un mundo donde los hombres son los enemigos.

Y aquí la cosa chafea. Si la premisa de Desperate Housewives y de Sex and the City es la mujeres tenemos poder, aceptémoslo , en Las Aparicio parece ser ¡¡¡¡Mátenlos!!!! , así, cual grito de guerra castrador.

La serie tiene grandes aciertos de manufactura, como buenas actuaciones, un libreto entretenido, vestuario magnífico, dirección cinematográfica. Pero el discurso de fondo asusta por malo, maniqueo y anticuado. Nadie se salva: todo hombre que apareció en el capítulo primero es infiel, misógino, manipulable y tonto.

Sin embargo, algunos diálogos y escenas hacen pensar que el discurso tenderá a hacerse más complejo con el paso de la serie, que se transmite de lunes a viernes a las 10 pm por el canal 28.

Especialmente Julia, el personaje juvenil, refleja de verdad lo que las mujeres cercanas a los 30 (sí, las mismas que recibimos a Argos hace una década) platican todos los días: la necesidad no ya de libertad sexual, sino de nuevos compromisos y nuevos encuentros con los hombres, nuestros pares. Ojalá la serie se vaya por ahí.

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