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Los actores también se ponen en huelga: ¿y ahora qué?

Foto: Reuters

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La oleada de precariedad laboral que han provocado las plataformas de streaming a muchos de los profesionales que trabajan en el audiovisual ya se puso sobre la mesa a principios de año gracias al sindicato de guionistas. En abril anunciaban una huelga que todavía hoy continúa.

Ahora ha sido el sindicato de actores el que ha interrumpido su actividad tras romper negociaciones con la asociación de productores de cine y televisión porque no han logrado un acuerdo en torno a las bases del nuevo convenio regulador. Y parece que la cosa va para largo.

Una huelga histórica

Es la primera vez en 63 años que Hollywood vive el parón de dos de las piezas clave del audiovisual: escritores e intérpretes. Entonces, en 1960, los guionistas también fueron los primeros en declararse en huelga. Les siguió, dos meses después, el sindicato de actores, cuya presidencia ostentaba Ronald Reagan.

En los años 60 el desencuentro, curiosamente, se originó por causas muy similares a las actuales. Una nueva tecnología (la televisión) permitía a los estudios ganar más dinero gracias a la emisión de sus películas en la pequeña pantalla tras su paso por las salas de cine, pero a los actores no se les compensaba económicamente por ello.

Más de medio siglo después, otra disrupción tecnológica está en el punto de mira: el modelo económico del streaming. “La era digital nos está devorando” aseguraba Fran Descher, presidenta del sindicato SAG-AFTRA (Screen Actors Guild y American Federation of Television and Radio Artists) a la publicación The Hollywood Reporter.

El sindicato de actores exige corregir la situación de desequilibrio que propician los actuales términos de los contratos estándar, desfasados para la era del streaming, con mejores remuneraciones de partida.

Parte de la problemática se asemeja a la de los guionistas. Los nuevos calendarios de rodaje para la televisión, por ejemplo, con temporadas más cortas e hiatos entre temporadas más largos, hacen que sea muy difícil estar en activo todo el año y que suponga todo un reto vivir dignamente del trabajo de actor.

Kimiko Glenn, una de las actrices de Orange Is the New Black, una producción original de Netflix, lo explicaba con crudeza en su cuenta de TikTok:

“Muchos de los actores de Orange is the New Black no recibieron un salario que les permitiese renunciar a su segundo trabajo. Eran muy conocidos, no podían salir a la calle y, aun así, tenían que seguir con esos empleos porque no podían permitirse dejarlos. No podían ni pagar taxis para ir al set”.

Otro de los grandes desencuentros entre SAG-AFTRA y AMPTP tiene que ver con los royalties por la redifusión del contenido. Las liquidaciones que perciben, por ejemplo, por las series televisivas disponibles en plataformas no se corresponden, en su opinión, con el éxito que en la práctica pueden llegar a tener estos programas.

“Participé en la serie de televisión Las chicas Gilmore durante mucho tiempo. Su reposición en Netflix ha generado enormes ganancias a la plataforma. Ha sido uno de sus programas más populares durante mucho tiempo, más de una década. Se ve una y otra vez, y pero yo casi no percibo ganancias por ello” aseguraba el actor Sean Gunn en declaraciones a The Hollywood Reporter.

El desequilibrio entre lo que las plataformas obtienen de estos programas y el dinero que percibe el actor es evidente. Sin embargo, llegar a un consenso parece difícil. La poca disposición de las plataformas a la hora de compartir datos sobre el funcionamiento de programas con escritores y equipo artístico complica establecer unos criterios equitativos de liquidación.

La IA entra en el combate

El uso de la inteligencia artificial también ha enfrentado a ambos gremios. Al igual que los guionistas, los actores quieren estar protegidos contra el mal uso de sus imágenes, establecer límites a lo que se autoriza en cada contrato y una compensación justa por el uso de su voz, su apariencia y su interpretación para entrenar a la IA.

La asociación de productores, nuevamente, ha sido reacia a establecer límites a esta nueva tecnología desde el principio. Durante la conferencia en la que se anunció la huelga, uno de los principales negociadores de SAG-AFTRA, Duncan Crabtree-Ireland, aseguró que la propuesta de la AMPTP para la IA incluía que “los figurantes pudieran ser escaneados, recibir un día de pago y que la compañía fuese dueña de ese escaneo, su imagen y su aspecto. También que pudiesen usarlo a perpetuidad en cualquier proyecto, sin consentimiento ni compensación”.

La posición de la asociación de productores parece inamovible. Se ha negado a aceptar la gran mayoría de las propuestas de compensación económica de SAG-AFTRA, argumentando que la difícil situación económica que vive el sector lo impide.

No han faltado voces que han puesto en destacado el cinismo de esta postura, sobre todo viniendo de empresas en las que los ejecutivos tienen salarios multimillonarios. El CEO de Disney, Bob Iger, fue severamente criticado en este sentido. Calificó las demandas de los actores de “poco realistas” poco después de la renovación de su contrato para dirigir la compañía hasta 2026, tarea por la que se estima que cobrará unos 27 millones de dólares al año.

¿Y ahora qué?

SAG-AFTRA tiene 160 000 asociados, ocho veces más que el sindicato de guionistas, así que la huella de este parón no va a pasar desapercibida. Lo que más preocupa al sector son las consecuencias económicas. En 2007 la huelga de guionistas costó a la economía de California más de 2 000 millones de dólares. Que ahora la huelga afecte a dos colectivos clave sin duda aumentará la magnitud de las pérdidas.

Las cadenas de televisión ya han reforzado su programación con contenido de no ficción, especialmente telerrealidad, y muchas reposiciones (por ejemplo, la cadena generalista CBS ya ha anunciado que repondrá viejos capítulos de la serie Yellowstone). Es solo cuestión de tiempo que los retrasos comiencen a debilitar la oferta de cines, cadenas y plataformas. El efecto bola de nieve parece inevitable: menos disposición de los anunciantes a invertir en televisión ante la ausencia de programación importante llevará a menos afluencia a las salas de cine y bajas en los servicios de streaming (que cada vez son más caros e imponen más restricciones a su uso).

Los proyectos ya terminados tampoco se van a librar de las consecuencias. La huelga impide no solo participar activamente en rodajes sino también promocionar trabajos ya producidos, lo que afecta directamente a estrenos, alfombras rojas, festivales de cine y demás eventos orientados a seducir al público.

Si la huelga no se resuelve pronto también podrían verse afectadas las galas de la industria (la primera, la de los Premios Emmy de televisión, en septiembre). Esto se percibe con preocupación, ya que estos eventos no solo son una importante fuente de ingresos para los medios sino también máquinas de marketing de las producciones nominadas.

Hollywood se había quedado sin nadie que le escribiese y ahora no tiene a quien le interprete. Veremos cuánto tiempo conseguirá seguir funcionando la locomotora sin parte del combustible que hace que el contenido sea posible.

Elena Neira, Profesora colaboradora de los Estudios de la Comunicación y de la Información de la UOC, UOC - Universitat Oberta de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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