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‘Los chalchihuites’ de Javier Marín, diálogo entre arte contemporáneo y prehispánico
Las piezas monumentales lucirán hasta el 28 de agosto en la explana del recinto museístico donde se hospeda desde mayo la exposición Aztecas: el pueblo que movió el Sol.
Luego de librar varias vicisitudes en los puertos asiáticos, ‘Los chalchihuites’, dos piezas monumentales del artista mexicano Javier Marín lucen ya desde el pasado fin de semana en la explanada del Museo Nacional de Corea, en Seúl, donde se hospeda desde mayo la exposición Aztecas: el pueblo que movió el Sol, que conmemora los 60 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas de Corea y México.
El escultor recibe a El Economista en su taller, luce contento y agradecido con la Embajada de México en Corea, que facilitó el desembarco y el montaje de las obras, que por el retraso de más de un mes el artista ya no pudo presenciar ni inaugurar, y se muestra deseoso de saber cuál será la reacción del público coreano frente a sus piezas, cuyo universo y concepción estética es diferente a lo mesoamericano.
‘Los chalchihuites’ de Javier Marín están representados por dos aros de cinco metros de diámetro que se miran de frente, hechos con fragmentos de sus propias esculturas ensambladas con alambres; en ellos se distinguen piezas de cuerpos humanos, cabezas, torsos, extremidades, cuerpos inacabados, que pueden remitir al espectador al monolito que representa el cuerpo desmembrado de la diosa lunar Coyolxauhqui, por su forma circular, pero también por la “estética prehispánica” que el autor imprime en ellas.
Ante esta interpretación, Marín precisa: “No lo hice con esa idea, pero siendo algo que trabajé con estética prehispánica, pues seguramente muchas cosas intervinieron. La verdad yo pensé en los chalchihuites tal cual. Me encantó mucho su forma, básicamente dos líneas, y también su significado, cuando se presentan en azul significan el agua y cuando se presentan en rojo se refieren a la sangre. Yo los hice originalmente para la Casa de América en España, y yo quería hablar de la igualdad entre culturas y entre los seres humanos, dar mi opinión sobre este tema que nos sigue causando escozor de los conquistadores y los conquistados, y expresar que más allá de las diferencias los seres humanos somos capaces del mismo horror y de las mismas maravillas”, comparte.
Quise representar dos gotas de agua dialogando, como sinónimo de igualdad, y me parece un concepto muy oportuno en un mundo que está enfermo de diferencias, todo el tiempo estamos buscando diferencias raciales y económicas, y en lugar de promover ideas que nos acerquen se promueven ideas que nos separan”, reflexiona.
Lecturas estéticas aparte, con ‘Los chalchihuites’, Javier Marín propone un diálogo entre el arte contemporáneo y las piezas prehispánicas, que se exhiben el recinto, como un continuo estético y al mismo tiempo una transformación. Las piezas, desde su nombre en náhuatl (chalchihuitl) que significa “piedra preciosa”, y que podría referirse también al agua, remiten a la cosmovisión mexica, simboliza a dos elementos de la naturaleza, pero también la continuidad de la vida.
Los mexicas dieron al chalchihuite la forma de un círculo concéntrico y su valioso significado simbólico se encuentra en gran parte del arte precolombino.
De acuerdo con la historiadora de arte, Leticia Staines Cicero, en Mesoamérica, “el agua era el líquido vital de la naturaleza, la que proporcionaban los dioses, la energía de la tierra, la que daba vida al hombre; pero todo ello también lo era para la sangre, que simboliza el sacrificio que derramaban los hombres por sus dioses”.
Marín aprovecha el significado polivalente del chalchihuite para proponer una idea de re-construcción colectiva, el pasado y el presente fusionados en diferentes maneras de pensarnos y representarnos.
Este también es el acierto de la presencia de Javier Marín en Corea, que a partir de dos piezas de arte contemporáneo se puede hacer referencia al pasado prehispánico y mostrar una nueva estética contemporánea que surge de la amalgama de culturas de las que hoy se nutre el arte mexicano e insertar a los artistas nacionales en una perspectiva más universal sin perder las raíces originarias.
“Más allá de apropiarnos de una manera torpe de la herencia prehispánica debemos preguntarnos hoy qué estamos construyendo con ese legado y qué queremos mostrar al mundo, cómo mostramos esa herencia al mundo contemporáneo. Sería padrísimo tener una exposición de las mismas dimensiones que las que muestra el mundo de los aztecas, una que muestre el universo de los mexicanos contemporáneos”, propone Marín.
En ese amasijo de fragmentos en resina que dan contenido a ‘Los chalchihuites’, Javier Marín va renovando un discurso y construyendo una historia nueva a partir de las fusiones históricas de nuestra cultura, “me parece muy lindo que a partir de fragmentos de piezas pueda construir una pieza nueva, me parece fascinante y muy simbólico que a partir del pasado podamos construir algo totalmente nuevo, igualmente maravilloso, igualmente fuerte y poderoso”, concluye.