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Arte e Ideas

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Los niños del narco: una espeluznante historia de sicariato en un podcast

El realizador y documentalista Sebastián Arrechedera, el Pana, lanza la serie sonora que pone voz a historias de extrema violencia que se han vuelto cotidianas e invisibles y que afectan a la niñez; “es urgente empezar a hablar del tema y que quienes aspiran a cargos de poder lo metan en su agenda”, dice a El Economista.

Foto EE: Cortesía

Foto EE: Cortesía

“'Los niños del narco' es un podcast brutal e inquietante, pero necesario, ¿no es así?”. Sebastián Arrechedera, el Pana, escritor, productor y realizador de la saga, asiente a la primera frase que le suelto a bocajarro –grosso modo– para ir al grano, sin preámbulo, porque está a bordo de un avión a punto de despegar y yo me encuentro frente a una pantalla hablando con él, por Zoom, de la serie sonora lanzada en la plataforma Spotify el pasado lunes, que a 24 horas de su estreno escaló al Top 10 en reproducciones y al cierre de este texto se hallaba en la posición 4.

“Sí, tienes razón, comprendo que no eres la única persona que está tocada por una historia tan violenta, complicada, tan cruda, pero tan necesaria de escuchar, porque el tema del reclutamiento de niños y adolescentes por el narcotráfico, que desafortunadamente se ha extendido mucho y del cual casi no se habla, se tiene que empezar a tocar en los medios y quienes aspiran a posiciones de poder deben comprometerse a incluirlo en su agenda”, responde Sebastián Arrechedera.

El Pana detalla que el lanzamiento de la serie Los niños del narco fue precedido con una campaña en redes sociales cuyo objetivo era que las personas que buscan la Presidencia de la República se comprometieran con un clamor generalizado sintetizado en el hashtag #NoMásInfanciasReclutadas.

La primera temporada de la serie, que contará la historia de “Tacita de fierro”, le tomó a Arrechedera más de dos años concretarla, y subraya que es un proyecto colaborativo entre la productora Rainbow Lobster y la plataforma Sonoro.

Un problema “creciente y espeluznante”

A partir de la historia de “Orlando”, un niño reclutado por el narcotráfico para el sicariato y que sufrió todo género de vejaciones en un sótano que funcionaba como orfanato clandestino gerenciado por un grupo del crimen organizado en Coahuila, El Pana nos sitúa con esta serie en las cañerías de un mundo macabro y cruel, con una historia que viene de hace casi 16 años pero que permanece vigente y extendida por muchas otras regiones del país. “Es un problema espeluznante, que ha venido creciendo y del que no se habla lo suficiente, se nos ha puesto la piel gruesa y hemos invisibilizado la violencia que hay en el país”, afirma el realizador.

A lo largo de los 12 episodios que, presumiblemente, completarán la primera temporada, Los niños del narco reconstruye la historia de Tacita y Miranda, el antes y el después de un mismo personaje que llegó siendo niño al narcohospicio y acabó como adolescente en un centro de reclusión de menores, después de haber cometido varios asesinatos por mandato de un cártel y un poco también por saciar la sed de vengar la muerte de su hermano menor, a quien el propio padre entregó a un grupo delictivo, en prueba de lealtad, para que fuera brutalmente asesinado.

A Tacita, cuyo apodo le impusieron en el orfanato con sevicia y un poco de humor negro –ya sabrán por qué–, atestiguar la escena del crimen contra su hermano le cambió la vida y lo condujo a un infierno; y es allí en ese infierno, entre los 8 y los 9 años, cuando cometerá su primer homicidio, comenzando así un historial delictivo que, ahora, Miranda, ya en libertad, quiere enderezar.

Pero no será fácil, como no lo es para nadie que haya salido de una cárcel e intenta reinsertarse en la sociedad. El caso real de “Orlando” -Tacita, en la serie-, lo documentó la organización Reinserta, que trabaja con niñas, niños y adolescentes en contacto con la violencia en México y lo dio a conocer, en una entrevista ficcionada, Saskia Niño de Rivera en su programa “Penitencia”. “Este podcast no hubiera sido posible sin el apoyo de Reinserta y por eso, parte de la monetización se irá para apoyar los trabajos de la organización”, sostiene el productor.

Sebastián relata a El Economista que la primera temporada se origina a partir de “dos entrevistas a profundidad” –una en Saltillo y otra en Ciudad de México–  que hizo con la persona real que cuenta su historia de internamiento en el orfanato y en el centro de menores. El Pana prácticamente persiguió a Miranda hasta los confines del territorio para que le contara la historia de Tacita, por qué se convirtió en sicario, cómo fue su entorno familiar, cómo libró la pena máxima a los 22 años, cómo es ahora su vida en libertad y cómo ve su horizonte en el futuro.

Sin spoiler: Arrechedera dice que en este tipo de historias suele haber un núcleo familiar fracturado acompañado de droga, alcohol y violencia y no necesariamente carencias económicas extremas. “Ese es el gran factor crucial cuando pensamos en niños reclutados por el narcotráfico”, asegura.

Aclara que toda la historia se reconstruye a través del relato del propio personaje, ya que los expedientes de menores son confidenciales. “Yo no pude ni debo tener acceso a esos expedientes”.

Sebastián no puede calcular el número de escuchas que puede alcanzar la serie, pero lo que sí asegura es que está logrando que “mucha gente está hablando del tema”; y agrega: “más allá de los views que pueda tener, me interesa que, en este momento tan crucial del país, el tema se hable y se ponga como algo importante en la mesa. Finalmente, el interés de la serie es que una historia anónima se convierta en un tema de interés público, es la historia de una víctima que se convirtió en victimario”, afirma.

Una vida en reconstrucción

Las personas como Tacita, a quienes la sociedad etiqueta como “niño sicario” ignorando el contexto en el cometieron sus crímenes, tienen pocas oportunidades para rehabilitarse socialmente, cargan con un estigma y una vida rota.

A propósito de eso, Arrechedera ofrece una explicación acerca del arte de la carátula que identifica la serie, el busto de un niño formado por teselas quebradas de cerámica, cuyo significado está “basado en la filosofía japonesa, de que todo lo que está roto se puede reconstruir y lograr algo mucho mejor, y con esa analogía queremos representar a Tacita, que dentro de todo lo roto que pueda estar su vida, está en un proceso de reconstrucción”.

“Los niños del narco” propone ponerse en los zapatos del otro antes que emitir un juicio. “No hay proceso de paz en ningún lugar del mundo que no comience por una actitud de empatía; mi objetivo es sensibilizar los corazones de la gente para acabar con esta espiral de violencia, entendiendo el valor de la empatía, el perdón y la reconciliación”, reflexiona.

Sebastián Arrechedera es de origen venezolano, pero ha vivido en México muchos años, el país que él ha elegido, de allí su pasión y preocupación por lo que pasa: “la serie tiene el compromiso de poner voz a un problema de violencia espeluznante que está alcanzando a muchos mexicanos en el inicio de sus vidas. Un problema sin voz, no deja de ser una estadística en el timeline de tu celular”, concluye.

-VAP-

“Los niños del narco”

  • Serie sonora
  • Año: 2024
  • Primera temporada: “Tacita de fierro”
  • Creado y narrado por Sebastián Arrechedera
  • Escritores:  Sebastián Arrechedera, Marcel Rasquin, Maximiliano Torres
  • Producción: Karla Pedraza y Junior Carbajal
  • Diseño de audio: Amed Cossio
  • Un trabajo colaborativo entre Rainbow Lobster y Sonoro
  • Disponible en:  Spotify y Apple Music

Consulta la página de Reinserta: https://reinserta-mx.myshopify.com/?gad_source=1&gclid=CjwKCAjwx-CyBhAqEiwAeOcTdQHqpW_meEengjZJ25J1tnHXfE-OEZsDFoG01cDZWMzCrRdxM7rnVxoCePMQAvD_BwE

francisco.deanda@eleconomista.mx

Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

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