Lectura 5:00 min
Malala, o Juana de Arco no ha muerto
Heroína, símbolo, activista: Malala es todo eso, pero también? es una adolescente a la que le gusta Brad Pitt y bromear.
¿Qué hay en un nombre?, se preguntó famosamente Shakespeare. ¿Qué hay? Identidad, puede ser, pero en algunos casos hay sobre todo destino.
El padre de Malala Yousafzai le puso a su hija el nombre de una leyenda. En algún tiempo remoto (como son todos los tiempos de las grandes historias), Afganistán estaba en guerra con el poderoso ejército británico. Los soldados afganos emprendían la huida, derrotados por la superioridad de sus enemigos en todo. Una niña pastora los veía huir. Cuenta la leyenda que subió al pico de una montaña y gritó a los soldados: Es mejor vivir un día como un león que 100 años como un esclavo .
Despiertos como por una descarga eléctrica, los soldados afganos emprendieron un ataque mortal contra el enemigo, obteniendo una victoria dulce y única. El nombre de la pastorcita: Malala.
Él me nombró Malala, de David Guggenheim, es un retrato cándido de la más joven ganadora del Premio Nobel de la Paz. Malala es un símbolo tan poderoso que los talibanes de su Pakistán natal no la dejan regresar: su cabeza de 18 años de edad tiene precio de oro.
La cinta cuenta la historia que conocemos. A Malala un soldado talibán le disparó en la cabeza por atreverse a exigir educación igualitaria para niños y niñas. Lo interesante de la cinta es que nos cuenta cómo se llegó a ese momento. Malala, la bala, el camión escolar en el que la atacaron y el exilio.
En el centro de la historia no está sólo Malala, sino también su padre. Somos una sola alma en un mismo cuerpo , dice Ziauddin Yousafzai. Cuando Malala despertó del coma en el que cayó después de la bala su primera pregunta fue: ¿Dónde está mi papá? .
Ziauddin es un personaje intrigante por sí solo. Un pakistaní de ideas liberales que fundó una escuela porque su mayor sueño era enseñar. Primero sólo tuvo tres alumnos, pero pronto la planta de estudiantes creció. La familia tenía una cadena de escuelas liberales en todo el Valle del Swat. Ziauddin tiene su dosis de protagonismo. Es el mentor de su hija y tuvo un papel primordial en la conversión de la joven en una figura de poder.
La hija de su padre
Fue idea de Ziauddin que Malala hiciera un blog para la BBC sobre la vida de Pakistán bajo el régimen talibán. Al principio , dice Malala, la gente los quería como héroes, eran amables . Pero pronto mostraron su rostro barbado y sin máscara. Comenzaron por ejecutar a cualquiera que mostrará la más mínima oposición a su régimen. Entraban a las casas de noche y por el día los vecinos tenían en la calle un cadáver con un cartel que explicaba los pecados del desgraciado.
Malala, pues, comenzó a escribir su blog bajo seudónimo. Fueron sus inicios como activista. Tenía apenas 12 años. Su identidad se conoció con el tiempo y el talibán la tenía en la mira.
En el 2012 sucede la tragedia: un soldado que la llamó por su nombre le disparó tres tiros, uno de ellos en la cabeza. Malala, como sabemos, sobrevivió, pero quedó con varias secuelas: en el documental explica que le da pena no parpadear de manera normal, y que su sonrisa siempre estará torcida. Además, quedó sorda del oído derecho.
Premio Nobel, heroísmo, activismo mundial: parece una carga muy pesada para una adolescente que entre reuniones con hombres de estado, conferencias sobre los derechos de los niños y discursos valientes, tiene además que ir a la escuela en un país que no es el suyo. En Inglaterra entraña su vida en el Valle del Swat, Pakistán. Pero no todo.
¿Qué habría pasado si Malala hubiera nacido en una familia pakistaní conservadora? Yo ya tendría dos hijos , dice Malala con su cara de niña. A Malala, por cierto, le gusta Brad Pitt y varios jugadores de cricket, pero le da pena tener novio.
El documental es un panegírico. Pero al final de la cinta se hace la pregunta más dura: ¿es Malala el producto de su padre, fue él el que la puso en la línea de fuego al convertirla en activista cuando apenas era una niña? La respuesta: un rotundo no. Ella cree en su causa y la habría seguido a pesar de los demonios que la persiguen. Una moderna Juana de Arco, Malala lleva la bandera de la paz en Medio Oriene y el derecho de todos los niños al conocimiento.