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Arte e Ideas

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Mariana Enríquez, de fantasmas, adicciones y menopausia

La autora argentina, con dos nuevas publicaciones bajo el brazo, abarrotó la Sala Miguel Covarrubias en Ciudad Universitaria. donde expresó ideas como: “en nuestras sociedades hay una idea muy refractaria hacia la muerte” y “hay países que están enfermos de memoria histórica”; o “es un estigma para una mujer hablar de temas como la salud mental”.

 Mariana Enríquez. Foto EE: Rosario Servin

Mariana Enríquez. Foto EE: Rosario Servin

La Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM compartía con la prensa que iba llegando a las 11 de la mañana, que desde las seis de este domingo ya había gente formada afuera de la Sala Miguel Covarrubias, en el Centro Cultural Universitario, que eran jóvenes en su considerable mayoría, chicas, estudiantes.

El conversatorio de la autora argentina Mariana Enríquez fue el plato fuerte de la última jornada de la Fiesta del Libro y la Rosa. Estaba programado para la una de la tarde. Fueron siete horas en las que no pocos fans de la ganadora del Premio Herralde 2019 permanecieron inamovibles en un día que no fue precisamente benévolo con los índices de temperatura.

“¡Ricardo!”, voceó un representante de Prensa de Cultura UNAM desde el edificio frontal, a unos pasos de la fila que ya llegaba hasta el estacionamiento del CCU. Estrictamente en la proximidad, éste preguntó: “Vienes a esto, ¿verdad? Digo a ‘esto’ porque no queremos alterar la fila si gritamos su nombre”, el nombre de Mariana Enríquez. Y es que a las 11 de la mañana se había convocado a un encuentro de la autora con la prensa acreditada, como una manera de atender la gran demanda de medios que solicitaron entrevista con ella.

Mientras tanto, en aquella línea del frente, la que comenzó a las seis de la mañana, al menos dos de cada tres personas llevaban entre las manos alguno de los libros de la nacida en Buenos Aires en 1973. Principalmente abundaban dos ejemplares, la coedición ampliada de la antología “Alguien camina sobre tu tumba” (Ediciones Antílope, Libros UNAM, UANL) y su novísimo libro de cuentos, “Un lugar soleado para gente sombría” (Anagrama, 2024), publicado en marzo pasado para grata sorpresa de los incautos y cuyo título, como es costumbre en su obra, es tan críptico como generoso.

Una joven de unos 19 años, una de las primeras veinte de la fila, leía absorta, de pie, esta última publicación. Andaba por las primeras páginas, se alcanzaba a ver, particularmente estaba en el potentísimo cuento “Mis muertos tristes”, en aquella página donde Mariana escribe:

“El adolescente Matías dejó de tocar la puerta, se acercó a la ventana y en sus ojos, vivos, totalmente vivos, con algo de insecto, ese brillo zumbón de los escarabajos, vi la venganza y la furia. No le tuve miedo porque sabía que no podía concretar esa venganza en el mundo material, pero la frustración de no poder actuar le agregaba capas a su ira, capas sin fin. Iba a pasarse lo que tuviera de tiempo, y sospecho que Matías de apellido italiano tenía todo el tiempo que existe, recorriendo esta calle, hasta que no existiese más la calle si era necesario. No iba a dejar dormir a los que habían ayudado a matarlo, nunca, nunca”.

“Un fantasma no existe…”

Durante el encuentro previo con la prensa y la conversación que Mariana Enríquez sostuvo con Rosa Beltrán y Socorro Venegas, ese primer cuento de su nuevo libro salió varias veces a la palestra. Un cuento de fantasmas, sobre el trauma, la frustración por la no reparación de un daño, la memoria, la conciliación, la salud mental, la marginación, la violencia. Todo eso entre líneas, mientras que, en primer plano, se desarrolla una historia fascinante.

“Creo que el libro nuevo, sobre todo, y en alguna medida también el proyecto de ‘Alguien camina sobre tu tumba’, es volver a pensar al cuerpo presente y al que ya no está como un recuerdo que queda y, en consecuencia, un fantasma. El fantasma es eso, es el recuerdo del cuerpo que estuvo. Un fantasma no existe, pero eso no quiere decir que no sea real. Es como hablar del dinero. El dinero no existe. Existen los billetes y los depósitos bancarios, pero el dinero, no. Además, me parece que en todas nuestras sociedades hay, sobre todo desde la pandemia, una idea muy refractaria hacia la muerte. Ahí empezamos a contar muertos, a incorporar un léxico muy rápido. Creo que eso también nos dejó un poco locos”, reflexionó Enríquez ante la prensa, mientras a unos metros, al otro lado de los muros de la Sala Carlos Monsiváis, la fila no paraba de crecer.

“Cada vez que la muerte parece más cerca, más aceptada, más una realidad con la que tenemos que vivir, algo provoca un distanciamiento. Pero la consecuencia más nefasta que esto tiene es un problema con la memoria, es como una negación para recordar a nuestros muertos en otras circunstancias. Por ejemplo, recuerdo estar charlando con amigos periodistas en España y que me hablen de las fosas comunes de muertos en América Latina. Y yo me quedo mirando como diciendo: bueno, ¿y las fosas comunes en España? Al menos en mi país a los muertos de la dictadura se los desenterró e identificó. Pero en España estamos caminando sobre ellos. Ese tipo de olvidos tienen que ver con la memoria histórica, y hay países que están enfermos de memoria histórica”, amplió la autora.

“No me arrepiento para nada”

Tanto en su primera novela, “Bajar es lo peor”, como en varios de sus cuentos, o la tan celebrada “Nuestra parte de noche” y, por supuesto, en al menos uno de los cuentos de su nueva antología, Mariana Enríquez da vida a personajes jóvenes, círculos de amigos o simplemente individuos cuyas vidas, obligadas por la marginación, la desazón sociopolítica de coyuntura o por otros contextos, se alojan en las drogas, algunos hasta las circunstancias más extremas.

La autora ha declarado en diversas ocasiones que, durante la posdictadura, en aquellos inciertos años 90, donde el futuro era una gran interrogante, ella, siendo joven, consumió drogas. Muchos de sus recuerdos fueron destilados en la ficción de varios de sus libros. ¿Dirías que hay una dualidad entre esas dos pulsiones: el gozo de la juventud, la vitalidad, y el recurrir a las sustancias frente a un futuro incierto?, se le preguntó y se añadió: ¿en algún momento tuviste que rehabilitarte formalmente?

“No, no me rehabilité formalmente. Bueno, sí, con psiquiatra y eso, pero nunca estuve en una clínica, campo, nada de eso, pero creo que tiene que ver con mi madre, que cree que eso sería cambiar una adicción con otra. Mi madre es médica. Además, somos argentinos: todos tenemos psicólogo y psiquiatra. Eso estuvo bien porque me permitió seguir viendo a mis amigos, que se drogaban, y entrenarlos un poco, decirles: delante de mí, no por favor, porque me impresiona. Después me dejó de impresionar, pero durante un tiempo sí tuve que decir: no me dejes eso ahí, aunque ya no porque quisiera tomarlo, sino porque me daba como asco”, respondió de inicio. “Mi experiencia, me parece que fue una especie de autodestrucción gozosa”.

El contexto en el que se inserta “Bajar es lo peor”, comentó, es en aquellos años 90 donde ya no existía la dictadura sino “el principio del liberalismo, que en Argentina fue muy bestial, y dejó a muchos jóvenes, entre ellos nosotros, en un círculo de música y drogas, que eran muy baratas, en una especie de no futuro, un no futuro bastante duro, bastante cínico, una situación de quiebre, sobre todo en la clase media. Ahora, en mis textos no hay demasiada dualidad. Lo digo sin miedo a decirlo, hay algo romántico porque la literatura no es la vida. En la vida yo me drogué mucho y no lo hago más ni quiero hacerlo más, ni me parece romántico, más bien me parece aburrido y me da un poco de lástima ver a gente en estado inconveniente. Pero la literatura no es la vida, y en ella, cuando recuerdo esos años, recuerdo esa especie de euforia en el vacío, negra, vertiginosa, que tenía algo peligroso que era muy atractivo y de lo que no me arrepiento para nada. Ahora, no me veo escribiendo un texto lamentándome o explicándole a la gente cómo salir de las drogas. Cada cual encontrará su manera o no lo hará”.

“El monstruo sos vos, por segunda vez”

Durante el cierre de su conversatorio en la Covarrubias, la también autora de “Esto es el mar” comentó el momento personal en el que se encuentra y también sobre los temas que aún son tabú en la sociedad mundial sobre procesos tan vitales, orgánicos y normales, como la menopausia. Con el lujo de un gran humor, Enríquez cerró su presentación, ovacionada, así:

“Es un estigma para una mujer hablar de temas como la salud mental, incluso en la literatura (…) yo tengo 50 años y en este momento estoy loca y estoy menopáusica. Lo que tengo en el cuerpo es una tormenta hormonal tal que no me reconozco. También eso terminó filtrándose en la literatura porque es como la segunda metamorfosis. La primera es la adolescencia, donde de repente hueles de cierta forma, sangras, te salen bultos, te miran de determinada manera, odias a todo el mundo, etcétera. Y ahora es medio parecido, pero al revés: ahora te secas y el bulto cae. Lo peor de todo es cuando me dicen: ‘no, pero espérate, en diez años, cuando se termine’… ¡¿diez años?! Es un montón. ¿Son diez años de estar así? Levantándome eufórica y contentísima, y después en la depresión total, llorando porque se retira Novak Djokovic del torneo de Madrid, ¡llorando! Pensando que ya a los 37 se va a retirar porque es viejo y yo tengo 50”.

Y remató: “la hormona te pone la mente en cualquier parte. Entonces, vivir en ese estado de locura, acompañada por un cuerpo que está absolutamente trastornado y al que no reconoces, es un buen lugar para el humor, porque el monstruo sos vos, por segunda vez, y es uno diferente al otro”.

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(DATOS DE VAP)

Los nuevos libros de Mariana Enríquez

“Alguien camina sobre tu tumba”

Co-editan: Libros UNAM, UANL, Ediciones Antílope

Año: 2024

Precio: 210 pesos

“Un lugar soleado para gente sombría”

Editorial: Anagrama

Año: 2024

Precio: 345 pesos

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“No me siento una sobreviviente de nada, fue algo que pasó en mi vida y que no me termina de parecer tan terrible. Incluso en los momentos muy decadentes y muy penosos. Me parece que es el mismo proceso de una enfermedad como cualquier otra, tiene momentos muy terribles. Lo que pasa es que, por un lado, hay un estigma y por el otro se le da una especie de glamur”,

Mariana Enríquez, escritora.

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53,000 personas, la cifra preliminar de asistencia de la Fiesta del Libro y la Rosa

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ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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