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Arte e Ideas

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Marilyn en el sillón, el diván y la cama

En el libro, una indagación profunda en una de las personalidades? más influyentes, atractivas y conflictivas del siglo XX.

Hollywood, ese espacio del mundo que resplandece bajo los reflectores de los estudios fílmicos tuvo en el psicoanálisis una puerta falsa o, mejor dicho, una moda. Esto desde los años 50 hasta los 70 del siglo pasado.

Una de las convocadas y fiel seguidora de las terapias fue Marilyn Monroe. La protagonista de Una Eva y dos Adanes (1959) pasó por tres profesionales: dos del diván y otro, el más importante en esta historia, Ralph Greenson, que empleaba un modesto sillón. El también analista estadunidense Michel Schneider tomó ese eje narrativo para su novela non fiction, Últimas sesiones con Marilyn (Alfaguara, 2012). El texto es un uroboros, aquella serpiente que se mordía la cola, porque el libro, de alguna manera, es otro psicoanálisis.

Volumen río, el de Schneider, es un relato fragmentado en pequeñas aproximaciones a un sinnúmero los personajes, que dan marco a Monroe y Greenson. Investigación exhaustiva: el lector tiene una infinidad de historias en torno de la biografía de la falsa rubia.

Una de las líneas que concreta el autor es acerca de la importancia de la imagen para Marilyn. Los fotógrafos se sucedieron en su vida, casi todos amantes de la diva, que buscaron en la desnudez el hallazgo de las emociones perdidas.

El cine hizo lo suyo y la actriz gozó de los beneficios que otorga la edición fílmica. Fueron miles de tomas arrojadas al cesto de basura porque Marilyn era incapaz de repetir una línea exenta de complicaciones. En un rodaje era habitual que fueran 60 o más veces las que fracasaba en su intento por darle coherencia a una determinada situación dramática. Su maestro, Lee Strasberg, con su escuela del Actor’s Studio, la sumergía en el autoconocimiento del yo interno. Asunto que a la hora de filmar era demasiado engorroso para alguien avasallada por la inseguridad suscitada por el alcoholismo y las drogas.

EN SITIOS RECÓNDITOS

Schneider plantea las obsesiones de Monroe por la desnudez. Gustaba de quitarse la ropa a la menor provocación, evitaba la ropa interior. Era su forma de exhibirse, lo mismo que abastecerse con el deseo de los hombres e incluso de las mujeres.

Sobre esto último, en las sesiones psicoanalíticas tocó el tema con Greenson: repudiaba las aproximaciones lésbicas, pero podía tenerlas sin el menor conflicto. Por ello, era capaz de copular con Joan Crawford y con otras damas ligadas al medio cinematográfico.

En cuanto a sus amantes varones, que se contaron por legiones, hubo varios que conjugaron sus famas con la de Marilyn. Bastaría mencionar al cineasta Elia Kazan, al fotógrafo André de Dienes, a los hermanos Kennedy (Jack y Bobby), Frank Sinatra y el cineasta mexicano José Bolaños. Así como un ejército de hombres con los que pagaba el tributo por estar en los escenarios fílmicos. Otros más fueron los tipos que pagaron por estar con ella, cuando apenas si Norma Jane rebasaba los 20 años, o los simples desconocidos a los que pedía cosas tan específicas como que la sodomizaran en una caseta de playa.

Últimas sesiones con Marilyn husmea por muchos sitios recónditos de la actriz, lo mismo de su cuerpo que de su existencia lamentable. Se habla de sus matrimonios fallidos, entre ellos el del beisbolista golpeador Joe Dimaggio o el del dramaturgo Arthur Miller.

En otra parte se menciona su testamento, que trataría de cambiar, sin lograrlo, poco antes de su muerte. La fortuna que legó apenas si llegaba a los 92,000 dólares, de los cuales 3,200 fueron para Lee Strasberg y otra cantidad para la fundación de Anna Freud, hija del fundador del psicoanálisis. Ahora bien, el volumen se lee como una biografía cuya carácter novelesco está dado por las compulsiones de la Monroe.

OSCURIDAD Y MUERTE

Debe decirse, según el relato de Schneider, que luego del deceso de Marilyn, Greenson fue acusado de negligencia porque una paciente se suicidaba a pesar de estar en terapia. Al paso de los años esa teoría parece esfumarse, sin que esto excluya la presencia del analista como un ser egocéntrico y un profesional heterodoxo que violentaba las enseñanzas freudianas.

Lo que surge en el horizonte es una atrocidad. Bobby Kennedy, en su papel de fiscal de la nación y por encargo de su hermano John, habría planeado el asesinato de Monroe a través de una práctica habitual en ella: el uso de los lavados intestinales o las vulgares lavativas, que ella usaba con diferente fines, incluso de orden sexual.

Los Kennedy estaban al tanto y habían experimentado toda la parafernalia erótica de la Monroe. Así que el sacrificio se dio cuando la actriz comenzaba a volverse una pesadilla para la Casa Blanca. La mujer comprometía al Presidente y al fiscal ante la opinión pública, pero sobre todo estaba la sombra de Edgar J. Hoover, que estaba al tanto de los hechos y tenía evidencia de los amoríos de los hermanos con la rubia.

Últimas sesiones con Marilyn permite una observación detallada de un desequilibrio emocional mayúsculo, hecho que resintieron sus maridos, sus amantes y los directores como Billy Wilder, George Cukor y John Huston, tres figuras legendarias de Hollywood, lo mismo que el británico Lawrence Olivier; todos ellos odiaron los desarreglos conductuales de un personaje que ofrendó su hermosura y su sexualidad a un mundo que estaba al borde del desastre.

Todo esto forma parte de Últimas sesiones con Marilyn de Michel Schneider.

50 años de interrogantes

Los Angeles, EU. La muerte de Marilyn Monroe a la edad de 36 años, hace medio siglo, sorprendió al mundo entero y desató conjeturas sobre un complot mucho más tenebroso que la causa oficial de muerte. Las teorías derivan de los 35 minutos entre el momento en el que Monroe fue declarada muerta por su médico y el momento en que se despachó a la policía al lugar, los archivos telefónicos incompletos y el hecho de que nunca se le hicieran pruebas de toxicología a sus órganos digestivos.

También ha habido interés en saber si un diario de Monroe extraído de su habitación estaba lleno de secretos del gobierno, o si la mataron para evitar que revelara secretos comprometedores sobre el presidente John F. Kennedy y su hermano, Robert F. Kennedy.

Una investigación realizada 20 años después de su muerte por la oficina del fiscal de distrito del condado de Los Angeles no halló evidencias de una conspiración para asesinarla y llegó a la teoría de que Monroe pudo haber muerto por una sobredosis accidental.

El primer policía que llegó a la escena dijo que vio al ama de llaves de Monroe usando la lavadora horas después de la muerte de la actriz. El reporte de Los Angeles de 1982 también dice que unas 15 botellas de medicamentos con receta fueron vistas en el lugar, pero sólo se mencionan ocho en el reporte del forense.

La investigación de 1982 le acreditó al médico forense Thomas Noguchi el haber hecho una autopsia exhaustiva de Monroe, incluyendo la revisión de su cuerpo con una lupa en busca de marcas de jeringas. Sin embargo, las pruebas de toxicología, no se realizaron.

Las muestras que se tomaron del estómago y los intestinos de la actriz se destruyeron antes de ser sometidas a pruebas de drogas, reconoció Noguchi en su libro de memorias.

(Con información de AP)

  • Últimas sesiones con Marilyn
  • Autor: Michel Schneider.
  • Editorial: Alfaguara.
  • Páginas: 488.

andres10deluna@gmail.com

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