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Mictlán, de Fontcuberta, permanencia y tiempo
El célebre artista visual saluda la era de la “posfotografía” de cara a exposición en la galería Hydra.
La conferencia de Joan Fontcuberta en la galería Hydra, de la Ciudad de México, para la presentación de la exposición y el subsecuente lanzamiento del libro de artista Mictlán, con el sello Inframundo, fue in crescendo hasta tornarse en una inadvertida clase magistral.
El artista visual catalán de 65 años, laureado en el 2013 con el Premio Internacional de Fotografía Hasselblad, había solicitado que, en lugar de una conversación uno a uno con la prensa, se efectuara una rueda, puesto que no se sentía en el mejor estado de salud. Y la convocatoria en el pequeño espacio expositivo de la colonia Roma fue, de a poco, mostrando la efectividad que la reputación del exponente anticipaba.
La conferencia comenzó tímida, con unos cuantos representantes de los medios, más fotógrafos que reporteros, y terminó con una convocatoria que colmaba de flashes y clics el pequeño espacio que este viernes inaugurará la muestra con parte de las últimas inquietudes del también ganador de los premios nacionales de Fotografía (2008) y Ensayo (2011) en España. El rostro de Fontcuberta era el fetiche. Se hacía foto del artista y, desde atrás, se hacía otra foto del fotógrafo que cazaba cualquiera de los movimientos de ceja del hablante. Los fotorreporteros que no despegaban el ojo de la mirilla.
Inició explicando que, para Mictlán, hurgó en media docena de archivos fotográficos del país, como el Archivo Pedro Guerra, de la Universidad Autónoma de Yucatán, la Colección Televisa, los acervos del Museo Archivo de la Fotografía y de la Fototeca Nacional, así como algunas colecciones particulares, en busca de imágenes sobre la vida pública, social, profesional, familiar e íntima del país, entre bodas, bautizos, accidentes trágicos e históricos y sus personajes. La única condición era la mancilla física de las imágenes.
Realizó alrededor de 1,200 disparos de las más heridas, las deterioradas por el tiempo y las condiciones ambientales, con degradaciones tan grandes que su función como testimonio de una época comenzara a desvanecerse, convirtiendo la imagen en un fantasma. Se trata, explicó, de la continuidad de la serie Trauma, un trabajo que había venido haciendo en España desde el 2016.
“Como curioso del mundo de la imagen, como estudioso de este tema, he advertido que estamos en una etapa de tránsito hacia otro género de imágenes que llamo posfotográficas, con características distintas; imágenes desmaterializadas, que pierden el cuerpo, el soporte, y viven en la tarjeta de las cámaras digitales como las que ahora tienen ustedes”, explicó refiriéndose a quienes lo retrataban al momento.
Explicó que el tránsito de lo tangible a lo digital le ha empujado a trabajar sobre “los últimos vestigios” de la fotografía material y abrazar las imágenes que comienzan a perder su capacidad de memoria, se vuelven amnésicas, como si sufrieran una suerte de Alzheimer.
“Entonces se trata, al mismo tiempo, de un homenaje a la fotografía que está desapareciendo pero también una despedida. Es decir que la posfotografía encare a estas fotografías traumatizadas con un sentimiento de nostalgia pero de relevo generacional. La propuesta es que ese daño en la imagen en el fondo no es algo que la destruye necesariamente, sino que añade una segunda capa de información”.
De la mancilla física de las fotografías elegidas vino la idea de vincular la serie con la mitología prehispánica. De ahí la articulación narrativa de Fontcuberta con el camino al Mictlán. Bajo esa directriz, en el libro se incluirán unas 80 fotografías, mientras que para la galería serán reducidas a alrededor de 20 en exhibición.
Vestigios para el futuro
El artista reflexionó sobre cuáles, entonces, serán nuestros vestigios fotográficos para las futuras generaciones, en una era de la imagen efímera, fácil de usar y eliminar de las memorias.
“Nosotros todavía podemos apegarnos a fotografías objeto, pero nuestros hijos y nietos concentran todo eso en una memoria que puede estropearse y desaparecer para siempre. Por otro lado, está el propio deterioro de los materiales magnéticos. ¿Qué quedará de la memoria del futuro? La verdad no sé decirlo. Puedo decir que ahora una cosa es más interesante que otra, pero, a lo mejor, la historia me desdice y, entonces dentro de un siglo se dan cuenta de que aquello que desprecié es lo que interesa o lo que ha tenido más trascendencia. Como quiero preverlo, quiero guardarlo todo, pero hoy en día es imposible hacer un acopio así. Los archiveros dicen que para conservar hay que destruir”.
Joan Fontcuberta
Nacido en Barcelona, en 1955, es artista, ensayista, docente y comisario de exposiciones.
Su trabajo de creación se ocupa de los conflictos entre naturaleza, tecnología, fotografía y verdad, y ha sido objeto durante cuatro décadas de numerosas muestras personales y publicaciones monográficas.
Su trabajo se ha exhibido en instituciones como el MoMa de Nueva York, institución que además colecciona algunos de sus trabajos; el Art Institute de Chicago o el Palazzo delle Esposizioni, en Roma.
Fue condecorado con el Premio Internacional de Fotografía Hasselblad, una de las máximas distinciones en el mundo para un artista de la lente.