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Museo Diablos une la pasión de Toledo y la “memoria del infierno beisbolero”
El recién abierto recinto museístico revela la faceta deportiva de Francisco Toledo, y su afición a los Diablos Rojos, unida a la historia ininterrumpida de 82 años del equipo del diamante de fuego.
La ampliación de un dibujo que muestra a un lanzador en acción, recibe al visitante a la exposición temporal "Francisco Toledo. Sobre beisbol", en el Museo Diablos Rojos del México. Una historia inigualable, inaugurado el pasado mes de abril en el lado este del Estadio Alfredo Harp Helú, en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca.
El dibujo, perteneciente a un “cuaderno de beisbol” del artista oaxaqueño, introduce a su faceta beisbolera poco conocida y a su obra aún menos revelada sobre el rey de los deportes, nunca expuesta al público, y que pertenece a la colección particular de la familia Harp Grañén, quien ahora la pone a la vista de todos, la “compartimos con tanto amor” con los aficionados al beisbol y a los trazos de Toledo, escribe María Isabel Grañén Porrúa, esposa del empresario Harp Helú y amiga del artista.
A invitación expresa, El Economista pudo apreciar el trabajo curatorial del recinto museístico con 2,005 m2, desplegado en 14 salas permanentes y dos para exposiciones temporales donde se unen la pasión deportiva de Francisco Toledo, y su afición a los Diablos Rojos, con la historia ininterrumpida de 82 años del equipo del diamante escarlata.
"Francisco Toledo. Sobre el beisbol"
La colección que integra la muestra atesora bocetos, dibujos en tinta, óleos, aguafuertes, gouaches, acuarelas –la mayoría sin título–; grabados, bats intervenidos, máscaras, caretas y los diseños que Toledo fue haciendo en 2018 para dar forma a la cerca perimetral escultórica que circunda el estadio, forjada en hierro, considerada su última obra, y que ya no alcanzó a ver terminada el artista; también da testimonio de su inveterado gusto por el beisbol y su sencillez campirana una serie fotográfica de Graciela Iturbide que muestra a Toledo con careta de catcher en medio de guajolotes.
Francisco Ramos Peña Roja, director del Estadio Alfredo Harp Helú, señala en la concepción del complejo deportivo, la familia Harp Grañén tuvo la idea de unir el arte con el deporte. Por eso, además de las instalaciones propias de un estadio, ofrece a los visitantes, murales, esculturas e instalaciones de reconocidos artistas oaxaqueños como Sergio Hernández, Amador Montes, Demián Flores Victor Vásquez, Adán Paredes, Sabino Guisu, José Luis García y, por supuesto, Francisco Toledo.
“Desde que el visitante ingresa al estadio, lo reciben la reja escultórica de 75 metros de longitud diseñada por el maestro Toledo, y en el vestíbulo, la escultura de un diablo cátcher de Sergio Hernández”, añade Ramos Peña Roja.
Para el directivo, la colección inédita de Toledo es producto, efectivamente, de su pasión por el beisbol, que le viene de la infancia, pero sobre todo de la cercanía y colaboración que mantuvo en vida con Alfredo Harp, su esposa María Isabel y su hijo Santiago Harp Grañén. “Hay en algunas piezas mensajes de puño y letra del maestro Toledo que muestran cierta intimidad, cierta calidez, que te hablan del aprecio que se tenían entre ellos y del trabajo de colaboración que mantuvieron por años en varios proyectos”, apunta.
Sobre ambos aspectos –la pasión beisbolera y la cercanía afectiva– la introducción que hace María Isabel Grañén a la exposición es reveladora: “Francisco Toledo vivió su niñez en una zona beisbolera por excelencia, el Istmo de Tehuantepec (…) Estaba familiarizado con las porras en las gradas y los reclamos a los ampáyeres; admiraba la agilidad de los peloteros de piel tostada que venían de Cuba o de los Estados Unidos a jugar a México; disfrutaba los batazos de largo alcance y las barridas en el home; se fijaba en los uniformes, los cascos y los impecables arreos, gozaba al ver a los peloteros correr las bases, los movimientos del pitcher en el montículo, las atrapadas de los filders en los jardines y, más que nada, saboreaba el júbilo en el diamante. (…) No había plática entre Toledo y Alfredo en que el beisbol no estuviera presente y, mientras tanto, el arte tomaba cuerpo y forma. La primera ocasión, allá por el año de 1996, Toledo nos dijo: "Hice algo para ustedes, si les gusta se lo pueden quedar". Era un gouache de un pitcher calaca que lanzaba bolas desde el montículo. A esa obra la titulé "La aceptación" y significó el comienzo de una gran amistad”.
"El mejor campo de pelota para vivir"
Una segunda exposición temporal que alberga el Museo Diablos Rojos del México se titula “El mejor campo de pelota para vivir”, y está compuesta por dos instalaciones de los artistas Adán Paredes y Víctor Vásquez, que describe mejor el propio Alfredo Harp Helú, en su libro "Vivir y morir jugando beisbol": "Adán Paredes presenta pelotas que son estrellas que forman una galaxia, sobre bats que son un mundo; y Víctor Vásquez presenta esculturas de beisbolistas y objetos de beisbol que se forman con barro rojo gracias al fuego. Ambos artistas han construido estas obras como se elaboran los objetos sagrados para las celebraciones comunitarias en Oaxaca”.
Para entender la simbiosis entre arte y deporte que se aprecia en este museo, habría que ir a explorar en la concepción que tiene de la vida y el universo el empresario Alfredo Harp Helú, quien imagina que un golpe de bat detonó el Big Bang: “En el centro del diamante hubo una gran explosión, millones de partículas se dispersaron en todas direcciones, formaron más de 100,000 millones de galaxias que contienen billones de estrellas y planetas. Nuestro planeta gira más despacio que una pelota de beisbol, y es un milagro que exista, su movimiento es perfecto, paciente y pausado; en ese transitar lento surgió la vida (…) El mundo también es un parque de pelota (…) en el que encontramos alegría, triunfo o derrota, voluntad, paciencia, riesgos, estrategia, esfuerzo y sacrificio, competencia, integridad, empatía y todas las emociones que nos hacen humanos”.
Museo Diablos: un cofre de oro
“Algo mágico sucede en el Estadio Alfredo Harp Helú desde que los Diablos Rojos del México arrancaron la temporada del 2022: el tiempo se detiene en el costado izquierdo del fabuloso diamante de fuego. El Museo Diablos ya es una realidad. Se trata de un recinto que simboliza un cofre de oro donde la gloria del ayer, las leyendas de hoy y las hazañas del mañana convivirán para siempre”, así resume la experiencia el director del recinto museístico y gerente de Comunicación del equipo, Agustín Castillo.
Revela que este jonrón se debe en buena parte a Santiago Harp Grañén, “quien, desde muy pequeño, casi sin saberlo, se encargó de armar la colección que hoy es el alma de este sitio, único en el deporte mexicano”.
En el vestíbulo del museo, que exhibe dos piezas escultóricas –“El extraterrestre” y “El insecto” –, de Leonora Carrington, “Los guardianes”, del escultor juchiteco Sabino Guisu, franquean el paso a los visitantes al Infierno de los Diablos, en cuyas salas el público aficionado al beisbol podrá rememorar la historia del equipo escarlata, revivir sus triunfos en una habitación inmersiva, apreciar fotografías históricas, como aquella que recuerda la victoria sobre los Yanquis de Nueva York en 1968 o la del líder cubano Fidel Castro portando la gorra del equipo mexicano.
El recorrido por este túnel del tiempo rememora las hazañas del equipo en sus cinco sedes, desde el Parque Delta en los años cuarenta, hasta el monumental estadio Harp Helú, diseñado por los despachos de los arquitectos Alonso de Garay y Francisco González Pulido, cuya maqueta presentada en 3D da testimonio de la portentosa arquitectura del complejo.
También exhibe el historial de uniformes de la novena, así como bats, pelotas, manoplas, cascos, gorras y caretas -y fotografías de sus portadores-, que fueron y han sido protagonistas en jugadas memorables; finalmente, el salón de trofeos , “Ganar a la Diabla”, reúne los testimonios reales de la victoria en la Liga Mexicana de Beisbol en 1994, 1999, 2002, 2003, 2008 y 2014, mientras que los títulos anteriores a 1994 fueron simbolizados a través de esculturas, realizadas por artistas convocados por la directiva del equipo. “Nuevamente, aquí se unen arte y deporte”, dice Castillo.
No escapará a los asistentes al coloso deportivo, los murales en barro bruñido del pintor y escultor José Luis García, “Vivir y morir jugando beisbol” I y II, y las esculturas en hierro forjado que inmortalizan los nombres de cada una de las personas que participaron en su construcción, desde el diseño arquitectónico hasta el trabajo de obra, todo con una propuesta estética exquisita.
“Las piezas de este museo, cuyo objetivo es recorrer la memoria del infierno, evocan grandes momentos de nuestra historia, provocan recuerdos entrañables y nos invitan a reflexionar, a sentir y revivir una experiencia única que hará palpitar su corazón”, suscriben como bienvenida, Alfredo Harp Helú y Santiago Harp Grañén.
El nuevo estadio de los Diablos Rojos, inaugurado en 2019, y ahora el Museo Diablos, abierto en abril de 2022, son un jonrón con caja llena del cuarto al bat del equipo, Alfredo Harp Helú, cuyo “sueño de contar con un lugar en donde el arte, el deporte, la pasión y la memoria hicieran vibrar a sus visitantes” se ha visto cumplido.
Museo Diablos. Una historia inigualable
- Entrada general 100 pesos
- Adultos mayores 50 pesos
- Niños menores de 12 años entran gratis
- Horarios de visita
- Semana sin juego
- Martes a Viernes de 11:00 a 19:20 horas
- Sábados de 10:00 a 17:20 horas
- Domingos de 10:00 a 16:20 horas
- Semana con juego
- Martes a viernes de 13:00 a 15:20 horas y de *17:00 a 19:20 horas
- Sábados de 13:00 a 18:20 horas*
- Domingos de 11:00 a 17:20 horas*
*En estos horarios se requiere además boleto de juego