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O’ Gorman: 40 aniversario luctuoso de un espíritu rebelde
El arquitecto y pintor cambió prestigio por una obra crítica, comparten especialistas en su vida y obra. Fue incisivo en la crítica hacia el crecimiento desmedido de las ciudades e impugnó la arquitectura ornamental.
Era 1949, un año aún de transición del México posrevolucionario a un plan de nación moderna. La urbe crecía hacia el valle verde y lacustre en declive. Juan O’Gorman, entonces de 44 años, terminaba el óleo “La Ciudad de México”, un cuadro portentoso y minucioso de la perspectiva hacia el oriente de la ciudad desde el punto más alto posible del Monumento a la Revolución.
En primer plano, manos blancas sosteniendo un mapa de 1540 atribuido al cartógrafo Alonso de Santa Cruz. En él se observa la proyección urbanística de la ciudad recién conquistada. En segunda instancia, un albañil de piel morena sostiene una paleta de albañilería y eleva dos muros, uno de ladrillo rojo y otro de piedra gris, probablemente volcánica. Atrás de él se crece la Ciudad de México del siglo XX, en cuyos lomos se asoman, por aquí y por allá, los entramados metálicos de nuevos edificios, la modernidad, mientras que más al fondo se va devorando el valle todavía bondadoso que permite una visión perfecta de dos volcanes colmados de nieve.
Es la obra de un artista que primero fue arquitecto, un creador cuya prominencia se ha valorado más con los años, quien, con pocos laureles, según dicen las versiones: se cercioró de morir por tres vías distintas —con un balazo, por envenenamiento y por estrangulamiento—. Su suicidio culminó el 18 de enero de 1982, hace exactamente 40 años.
Un hijo de la Revolución
“Juan O’Gorman revolucionó la arquitectura de México, fue un hijo de la Revolución, un hombre muy crítico, culto, pero también con un gran compromiso social”, expresa la maestra Adriana Sandoval, directora de la Fundación Espacio Nancarrow-O´Gorman, especialista en la obra del artista.
“Fue un admirador de la Revolución en el sentido de que esta prometió una mejor condición de vida para las grandes mayorías. Uno de sus proyectos más importantes fueron las escuelas primarias creadas durante la Secretaría de Educación Pública de Narciso Bassols (de 1931 a 1934). Construyó escuelas en las afueras de la Ciudad de México del siglo XX: Vallejo, Coyoacán, la Industrial, colonias que apenas iniciaban con su traza y O’Gorman depositó esas escuelas para dignificar la educación de los hijos de los obreros y los campesinos, porque tomaban clases en lugares verdaderamente terribles. Y Juan hizo que su arquitectura fuera una solución”, reflexiona la especialista.
Y es que, opina Sandoval, la obra de O’Gorman no pudo dimensionarse en su tiempo como debía “porque se convirtió en una voz crítica, en una especie de conciencia que le recordaba a los servidores públicos y a las instituciones que estaban en deuda con el pueblo mexicano. O’Gorman y muchos colegas se convirtieron en una especie de generación residual, venían a ser incómodos para la visión del país”.
La curadora explica que es precisamente en la pintura “La Ciudad de México” donde “la presencia del albañil en el lienzo nos habla de un reconocimiento de O’Gorman a las clases invisibilizadas. Él narra en el cuadro que esas son las manos que han construido las pretenciosas ambiciones de la modernidad”.
Por su parte, para la doctora Julieta Ortiz Gaitán, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, “O’Gorman, desde que empezó a ejercer, impugnó la arquitectura ornamental que todavía se puede decir que eran los remanentes finiseculares porfirianos y anteriores. Pugnó por la arquitectura funcionalista para hacer viviendas dignas para las clases marginadas. Todo esto le causaba problemas en el medio en el que se movía esta dualidad fue una constante en su vida y obra”.
La investigadora reflexiona que “él veía en la sociedad capitalista un crecimiento desmedido de las ciudades. Sus cuadros al temple, que son de espíritu surrealista, denotan estas monstruosidades que se estaba gestando, como una premonición, de fábricas terribles invadiendo todo, basura amontonada por todos lados y las casitas pequeñas de los pueblos, abandonadas e indefensas. Él señaló esto muy incisivo y con mucha amargura hasta el final de sus días”.
Elevar su obra como patrimonio
Finalmente, se le pregunta a ambas expertas si consideran que la obra de Juan O’Gorman debe ser incluida en la selecta lista de Monumentos Artísticos junto a Velasco, Rivera, Orozco, Dr. Atl, Siquerios, Kahlo, Herrán, Varo, Izquierdo y Paz. Ambas coinciden en la afirmativa.
“Claro que sí. Debe considerarse un patrimonio nacional, porque, es de señalar que buena parte de su obra de caballete es parte de la colección Citibanamex. Su obra se debe considerar como tal para que no se enajene y que no se vaya a tomar una mala decisión”, opina Ortiz Gaitán.
Adriana Sandoval asiente. Dice que O’Gorman “es el único arquitecto que está en la Rotonda de las Personas Ilustres y es un pilar de nuestro país en el ámbito creativo. Aunque no sé hasta qué punto le hubiera gustado ser tan reconocido. Creo que el mayor reconocimiento que se le puede dar es con una arquitectura social, comprometida y con valores”.