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Para la universidad jesuita, la incidencia social es un mandato
“La Ibero es un reto para el que el ITESO me preparó”, dice el nuevo rector de la Universidad Iberoamericana; apostará por la excelencia humana integral, reforzar la identidad ignaciana y la internacionalización e interculturalidad.
Poner toda su experiencia para seguir haciendo de la Universidad Iberoamericana “una de las más destacadas instituciones de educación superior del país”, la universidad más emblemática de las confiadas a la Compañía de Jesús en México, es el principal desafío y compromiso que adquirió este lunes, el doctor Luis Arriaga Valenzuela, al tomar posesión como nuevo rector para el periodo 2022-2026, en un mandato territorial que incluye el campus Santa Fe, la Unidad Ibero Tijuana, la Prepa Ibero y el Tecnológico Universitario del Valle de Chalco.
Luego de recibir de manos de Luis Gerardo Moro Madrid, superior provincial de los jesuitas mexicanos, la venera que lo inviste como máxima autoridad universitaria, Arriaga Valenzuela delineó en cinco ejes de acción su encargo al frente de la institución: excelencia humana integral, educación con incidencia social, internacionalización e interculturalidad, fortalecimiento de la identidad ignaciana y eficiencia y sostenibilidad económica.
Luis Arriaga reconoce que llega a la Ibero como consecuencia de una tragedia y en un momento de crisis social y sanitaria. La repentina y prematura muerte de su antecesor, Saúl Cuautle Quechol, a menos de un año de haber asumido el cargo, apenas en septiembre de 2020, lo obligó a dejar inconcluso su periodo como rector del ITESO, la universidad jesuita de Guadalajara, y asumir el nuevo encargo.
Repuesto de Covid-19, el nuevo rector confirma “la importancia de la cercanía y el contacto físico; el diálogo y la búsqueda colectiva del Magis ignaciano para buscar un mundo más justo y humano.”
“Es un tiempo para renovar compromisos y esperanzas”, dice frente a la comunidad universitaria que lo escucha en la explanada central del campus.
“Lograr que la vida continúe no lo es todo, tenemos que pensar para qué y de qué modo”, refiere citando al poeta y escritor Alberto Ruy Sánchez, insigne egresado de la Iberoamericana.
Previo a su investidura, Luis Arriaga Valenzuela, abogado y doctor en Educación para la Justicia Social, charló con El Economista.
“La Ibero es un reto para el que el ITESO me preparó, y creo que llego en una actitud de aprender de la comunidad, de su personal docente, y de la gran creatividad que siempre ha tenido el alumnado de la Ibero”, declara.
—¿Cómo percibe actualmente a la Ibero?
—“Percibo a una universidad con una gran trayectoria reconocida, que ha formado a personas muy comprometidas con el entorno social y con el sustento que le da una tradición educativa global de cinco siglos, y esta tradición es la que la lleva a insertarse en estos procesos del presente. De allí la importancia de estar a la vanguardia, de innovar, consultar y proponer para encontrar soluciones. En eso me voy a enfocar, y quiero que la universidad sea el mejor lugar para estudiar, y proponer a los estudiantes una educación que los prepare para un mundo diverso y cambiante. Donde se sientan retados, que su creatividad florezca y donde pueden aprender más de sí mismos y actualizar sus potencialidades. También me propongo robustecer y ampliar las capacidades de ese gran claustro de profesores, de investigadoras e investigadores, que tiene la Iberoamericana, para generar un intercambio de conocimiento con una perspectiva global e intercultural que nos permita responder a los grandes desafíos de la realidad mexicana y el mundo”.
Arriaga Valenzuela es especialista en el campo de la educación y los derechos humanos. Asume la rectoría luego de su paso por la titularidad del ITESO, la dirección del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, una estancia postdoctoral en el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Stanford y su colaboración en la Presidencia de la Universidad de Santa Clara, en California.
Desde ese expertise, postula que es necesario hacer estudios cada vez más interdisciplinarios para incidir en los grandes problemas que tiene México y en los grandes asuntos globales. “Tenemos la capacidad para hacerlo, creo que la innovación pedagógica de la mano de las nuevas tecnologías nos permitirá seguir avanzando para enfrentar los retos del presente.
Sin embargo, aclara que la innovación no debe confundirse con la tecnología, sino que esta “debe dar aliento a todos los procesos humanos y no perder de vista las desigualdades y el acceso a saberes y oportunidades”.
Universidad con pertinencia social
Para Luis Arriaga, rector de una universidad jesuita históricamente reconocida como una institución comprometida con el cambio social, que tomó la atrevida decisión de mudarse a los basureros de Santa Fe en los años 80, germen del movimiento #YoSoy132 en 2012, "la incidencia social es un mandato", afirma.
El pasado 15 de enero en el diario La Jornada, la directora general del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, en un artículo de opinión comparó la decisión de un mexicano de estudiar un posgrado en una universidad privada con la preferencia de un niño a comer comida chatarra.
La directora del Conacyt, en repetidas ocasiones ha cuestionado la falta de investigación con incidencia social desde las universidades privadas, e incluso quitó los estímulos económicos a los miembros del Sistema Nacional de Investigadores que pertenecen al sistema privado y condiciona las becas que otorga Conacyt a los programas de excelencia a que cumplan con ese perfil.
Ante esa opinión, el rector Luis Arriaga Valenzuela, quien además es presidente desde 2020 de la Asociación de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), que agrupa a 30, fija postura: “La oferta educativa que hacemos las universidades privadas es de alta calidad, desde luego hay diferencias importantes. En las universidades confiadas a la Compañía de Jesús estamos abiertos a debatir el tema, pero me parece que no hay que subestimar la investigación que se hace en las universidades privadas, particularmente en la Ibero, porque podría llevar a consecuencias muy lamentables, al ir quitando subsidios a la investigación que se hace desde estas universidades".
“Es respetable la opinión de la doctora Álvarez Buylla, pero difiero en el sentido de que las universidades privadas no estamos a la altura de los posgrados de alta calidad académica, ya que nuestras acreditaciones y nuestros egresados dicen lo contrario”.
“Frente a estas posturas, mi temor es que hay un ataque a la comunidad científica, temo también por las repercusiones que estas decisiones puedan tener para el futuro de México, más allá de que se den o no recursos, en el fondo lo que está en juego es el conocimiento y el desarrollo que deben impulsarse desde todos los sectores, y es una responsabilidad compartida, y ese el reto, porque de eso depende mejorar la vida de todos los mexicanos”, expone Arriaga.
Por ejemplo, menciona que “la pandemia hizo evidente la necesidad de reconstruir el sistema de salud pública, con una perspectiva de derechos humanos, y garantizar el acceso a medicamentos y a una atención digna para todas las personas, sobre todo para las más desfavorecidas”.
La Ibero seguirá fiel a su misión
El rector Luis Arriaga Valenzuela defiende que todos los investigadores que han perdido apoyo en la Ibero, han priorizado siempre la investigación con pertinencia social; sin embargo, dijo que apostará por el diálogo con las autoridades.
“La impronta ignaciana nos lleva a ver el mundo como un espacio de encuentro en el que nos sentimos convocados a participar como personas que asumen la tarea de hacerse cargo de la realidad", asegura.
“Las instituciones jesuitas priorizamos aquellas investigaciones que permiten a los investigadores vincularse a procesos de generación de conocimiento que promueva la igualdad, y un México más justo, democrático, más humano y pacífico".
“Pero creo que el diálogo es primordial para la resolución de estas tensiones que puede haber con Conacyt o con las instituciones del gobierno, y nosotros siempre estaremos abiertos al diálogo, porque la Ibero ha sido siempre un espacio para libertad de expresión, sabemos que es un principio que enriquece a nuestra democracia, y por lo tanto nos mantenemos abiertos y con libertad en ese debate en torno al rol que jugamos las universidades privadas en la promoción de una educación para el cambio social”, apuntó.
No obstante, Luis Arriaga opina que el debate no debería centrarse en la falsa dicotomía sobre el lugar social donde se produce la investigación. “No se trata de crear esquemas de confrontación entre la universidad pública y la universidad privada, sino esquemas de colaboración para aportar soluciones en los problemas sociales que nos preocupan a todos, el medio ambiente, la desigualdad, la migración, la justicia, la militarización del país…Esos son los temas que nos interesan a nosotros también, y nos interesa seguir tendiendo esos puentes que hemos tenido siempre con las universidades públicas desde hace décadas, y con las privadas, desde luego.”
Asegura que “La Ibero seguirá fiel a su misión de contribuir al logro de una sociedad más justa, más humana, más solidaria, más incluyente, más productiva, mediante todo el poder transformador que tienen la docencia y la investigación. Creemos en la justicia frente a tantas formas de injusticia y exclusión; creemos en la honestidad frente a esquemas de corrupción; creemos en la solidaridad que se opone al individualismo, y creemos también en la libertad que posibilita la expresión del ser humano y el respeto a la diversidad, esos son los principios que orientan a nuestras instituciones”, concluye.
Quién es Luis Arriaga Valenzuela, S.J.
Es sacerdote jesuita nacido en Tijuana, BC, en 1970. Graduado con honores de la Licenciatura en Derecho (1989-1993) y de la Licenciatura en Ciencias Religiosas (2002-2006), ambas por la Universidad Iberoamericana. Estudió la maestría en Filosofía Social (1997-2001) en el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias y en el ITESO, en Guadalajara, así como la maestría en Derecho, con especialidad en Derecho Internacional y Justicia (2012), en la Universidad de Fordham, en Nueva York. Posteriormente se doctoró en Educación para la Justicia Social (2016) en la Universidad Loyola Marymount, en Los Ángeles, California. Se ha formado en el trabajo con migrantes y refugiados en Chiapas; en el Centro de Reflexión y Acción Laboral, en Guadalajara, y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro-Juárez, en la Ciudad de México.
kg