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Philip Glass presenta el mapa de su cerebro en el FIMM
Los 20 estudios para piano, creados a lo largo de otros tantos años, son, dice el compositor, su autobiografía en el piano .
Philip Glass escogió México y el Festival Internacional de Música de Morelia (FIMM) para presentar la versión definitiva de una obra que definió como su autobiografía en el piano o un mapa de mi cerebro . Se trata de los 20 estudios para piano que empezó a componer en 1994, con la idea de terminar en unos cinco años, y terminó hasta este 2013. La obra ya se presentó en Perth, Australia, pero por alguna razón que desconozco no se presentaron en el orden en que fueron compuestos .
Al Teatro Morelos, que ya había llenado el miércoles con Drácula y el cuarteto Kronos, Glass llegó acompañado por dos magníficos pianistas, la japonesa Maki Namekawa y el ruso Alexandr Pashkov, quien vive en Morelia. También se llenó, muestra del afecto que se le tiene al compositor en México.
El recital fue un tanto irregular: el compositor, como pianista, no estaba a la altura de sus convocados, en quienes afortunadamente recayeron las piezas más relevantes, y algunos de los 20 estudios eran demasiado similares entre sí. Sin embargo, el balance fue ciertamente positivo, las últimas piezas fueron las más atractivas y la ovación de pie dio cuenta del buen contacto que hace el compositor de rostro inexpresivo con su público. En entrevista, Glass explicó cómo compuso la obra; con una sonrisa y locuacidad, contradijo el rostro adusto que suele tener en escena, y dijo algunas cosas que contribuyen a hacer un mejor mapa de su cerebro.
La última pieza es un claro final, pero ¿cómo supo, al cabo de 20 años, que ya había terminado?
Bueno, es que mi plan original era escribir 20 piezas pero por qué 20, no te puedo decir. Fue una ayuda tener esa idea, pero no sé de dónde vino o si fue una buena idea. Esperaba terminarla en cinco años, aprenderme las piezas y tocarlas en gira. Ahora tengo 76, voy a cumplir 77 y no tengo tiempo de aprendérmelas porque también estoy componiendo y estos pianistas son tan buenos.
Además de lo escrito, ¿les dijo cómo quería que tocaran las piezas?
Alexandr quiso verme. Es maestro en el conservatorio aquí, así que fui para allá, él tocó las piezas y me pidió que se las comentara, y lo hice. Cosas como esta pieza fue hecha de tal forma y le comenté lo que pensaba. Fue útil porque no conocía mi música y le ayudó a asimilarla mejor y más rápido.
El clímax de la pieza (así llama al conjunto de estudios) es el (estudio) número 15, ése es el clímax pero llega al final en el número 20. Escribí cinco más porque ése era el plan. Las primeras 15 las acabé en los 90, pero hace menos de un año completé las 20.
¿Por qué era el orden cronológico importante?
No es que sea tan importante, pero es que quería revelar un mapa de lo que me iba interesando en la música. El segundo libro (del 11 al 20) es mejor que el primero. El primero es casi como piezas clásicas, con estructuras casi clásicas, como si fuera Scarlatti o algo así. En el segundo libro me deshice de eso. Me guié por la forma emocional de cada pieza. En lugar de trabajar en la estructura, trabajaba el contorno emocional. No estaba planeado, pero así salió. Planeado tal vez no se habría hecho este mapa de mi cerebro.
¿Qué tan diferente es para usted tocar para un público que hacerlo para un micrófono?
Todos preferimos al público; tocamos mejor. No hay duda. La transacción entre el compositor, el intérprete y el público no sucede cuando éste es un micrófono. No de la misma forma. Porque la música es a fin de cuentas un lenguaje, es comunicación, es una de las formas en que nos conectamos, en que conectamos lo que sentimos. Y la música en vivo es la quintaesencia de la música, la música no es algo que experimentas por ti mismo, es un fenómeno social.
¿Le molesta que le diga que me gustó más cómo tocaron su música los otros dos pianistas?
No me afecta. A mí me gustó oírlos también. Maki tocó la última (sin duda, la mejor del programa). Yo la escribí, pero se necesita de un intérprete para encontrar la verdad de una pieza, que puede que no siempre esté en las manos del compositor. El compositor no es necesariamente el mejor ejecutante, es uno de ellos. Me pasa que escucho a alguien con una pieza mía y pienso: oh, la escuchó mejor que yo.
manuel.lino@eleconomista.mx