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Picasso, otra vez
Un Picasso debajo de otro Picasso, a los completistas los hará felices, los demás podemos seguir con nuestras vidas.

Me gusta escribir sobre Pablo Picasso. Y no sólo porque, como no me canso de recordarle al lector, es el espíritu patronal de esta columna. La cosa con Picasso es que siempre hay algo que decir sobre él y sobre su obra. Es un personaje monumental.
El otro día encontraron un Picasso bajo otro Picasso. Bueno, no el otro día, en realidad ya se sabía desde hace años que debajo de Mujer planchando había el esbozo, el escarceo, de otra pintura. Hay críticos, historiadores y restauradores especializados en esos palimpsestos, esas pinturas que los mortales no conoceremos porque están ocultas detrás de otras obras que sí fueron terminadas.
No que eso sea realmente una tragedia. Siempre hay una razón para que un artista, especialmente uno tan grande como Pablo Picasso, abandone un trabajo. El afán de los completistas de leer todo lo que tal escribió, incluidas sus recados caseros, o de recuperar todas las obras de fulano (aunque sea Fulano, con mayúsculas) como si todas fueran dignas de conocerse, me parece de lo más poco saludable. Como diría Coco Chanel, la elegancia es negativa: se trata de quitar más que de poner. Dejemos que los artistas tengan trayectorias elegantes por sí mismos, gran parte de la grandeza de un creador es saber editarse a sí mismo.
Decía: encontraron un Picasso bajo otro Picasso. Así lo reportó The New York Times hace un par de semanas. Debajo de Mujer planchando hay un retrato. Un hombre de bigotillo y peinado alisado hacia un lado, un dandi en reposo, que Picasso captó de medio perfil.
Mujer pintando se considera una de las joyas tempranas de la carrera de Picasso. Se cree que la terminó en 1904. Vivía en París, un joven pintor de 21 años sin un duro en el bolsillo, dependiente, a lo Blanche Dubois, de la bondad de los extraños. Pintaba en un lienzo, luego borraba y lo volvía a usar, según narra la nota del Times.
En esa época, antes de partir a Francia, Picasso encontró asilo en una tintorería y sastrería. Benet Soler, sastre de Barcelona, era su bienhechor: le procuraba comida y a veces un techo, y usualmente Picasso, corto de fondos y todo, iba a que Soler le hiciera prendas a la medida. Uno de los modos en que Soler ayudaba a Picasso fue encargándole retratos. Hay varios Picasso desde los que el bigotito de Soler nos mira. Hay uno muy famoso en el MoMA de Nueva York y otro en el Hermitage.
Así que la primera suposición de los expertos es que el hombre detrás de Mujer planchando tenía que ser Benet Soler. ¿O no? La imagen era demasiado difusa incluso para cámaras infrarrojas para saber de quién se trataba, o si por lo menos se trataba de verdad de una pintura que Picasso no terminó.
No fue hasta que en septiembre pasado se hizo una reparación a fondo de Mujer planchando cuando se tuvo una perspectiva completa del cuadro fantasma. El Museo Guggenheim de Nueva York tiene actualmente la pintura en exhibición como parte de su Picasso: Black and White, exposición magna con la que cierran el 2012. El equipo de conservación del Guggenheim ha sido el primero en ver con todo detalle el fondo de Mujer planchando . No sólo vieron el retrato escondido, también encontraron, al limpiar la pintura, que aunque Mujer planchando se creía era una pieza típica del Periodo Azul de Picasso tiene suficientes tintes rosados para considerarla una obra de transición entre el Periodo Azul y el Rosa.
Fue con la ayuda del doctor John K. Delaney, experto en imágenes digitales de la Galería Nacional de Arte de Nueva York, que el retrato puede verse casi completo. Se han confirmado dos cosas: que el goteo de la pintura es típico del joven Picasso y que definitivamente el de la imagen no es el sastre Benet Soler, pues el sujeto es mucho más joven y robusto.
Hasta ahora, los expertos no se han puesto de acuerdo en la identidad del personaje. Dado que los toques rosas de Mujer planchando sugieren que se pintó cerca de 1905 o 1906, por lo tanto el retrato debe ser anterior. Debe tratarse, según John Richardson, biógrafo de Picasso, de algún amigo artista. Richardson sugiere a Mateu Fernández de Soto, escultor amigo de Picasso circa 1903. El biógrafo Richardson piensa que la obra fue comenzada alrededor de 1901.
Otros expertos proponen al pintor Ricard Casals, rival de Picasso. Si el retrato fue pintado en 1901, entonces Casals es poco probable, porque en ese entonces su relación era agria. Pero si, como sugieren los restauradores del Guggenheim, la obra es más tardía, de 1903 o 1904, entonces Casals es posible.