Buscar
Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

Pintar a ojos cerrados

Toda una vida de exploración plástica, la obra de Echeverría es como un río.

Enrique Echeverría (Ciudad de México, 1923-Cuernavaca, 1972) no tuvo una vida extensa. Sin embargo, le dio tiempo para hacer el centenar de obras que con conforman Con ojos puramente plásticos y mirada universal, exposición fantástica en el Museo Carrillo Gil.

El recorrido es largo, pero no cansado.

La obra de Echeverría es como un río: corre libre y no se termina en una sola visita. Es un río porque uno nunca se moja en las mismas aguas; así, uno nunca ve de la misma manera una pintura o un dibujo de Echeverría.

Con ojos puramente plásticos es una historia biográfica. La narración comienza con la llegada de un muy joven Enrique Echeverría al taller del maestro Arturo Souto. Echeverría tenía un plan b: hacerse piloto. Pero Souto le transmitió toda su sabiduría plástica. Esas primeras obras de Echeverría son como juguetes, un pintor buscando su estilo. Explora el arte abstracto y también el figurativo.

De hecho, hay toda una sección dedicada a la rica veta de estilos que el pintor exploró: desde el cubismo hasta el expresionismo. Es la década de los 50 y Echeverría viaja a Europa y a Estados Unidos. Allá aprende a borbotones. Es joven y con los ojos como platos asimila estilos disímbolos que alimentan sus gouaches y acuarelas, las técnicas favoritas del autor.

En Estados Unidos se adentra al mundo del expresionismo abstracto y se hace uno con la escena de vanguardia neoyorquina. Esto se refleja en su obra que cada vez se vuelve más audaz. En esta sección todo es abstracto, un brinco al inconsciente. Cada quien ve lo que quiere ver.

Enrique Echeverría era un pintor a ojos cerrados. Su mirada plástica es tan abundante que tal parecería que no nació para otra cosa que para plasmar en lienzos y papel su visión peculiar. Gran parte de la exposición se conforma con piezas prestadas por la propia familia del pintor, lo que hace pensar que no se le ha dado el reconocimiento que merece.

Echeverría pertenece a la generación de la ruptura, aquella que hizo suya la Zona Rosa como quien descubre América. Como casi todos los pintores de esa generación, la búsqueda de Echeverría siempre corrió por el abstracto. Romper con la Escuela Mexicana de Pintura implicó riesgo y ese riesgo era no ser comprendido por el público. Sea así. Pero su obra no es agresiva ni soberbia. Por ejemplo, sus flore imaginarias, un largo periodo en su trabajo, son hermosas. Un juego de forma y color que enamoran.

Hay otro dato importante que nos proporciona la curaduría de la exposición. En los 70 viajó a España. Echeverría era mitad español (su padre era inmigrante español) y cuando llega a su patria heredada comienza a pintar paisajes. Hay mucha nostalgia en esas piezas. La muerte llegó pronto después de ese viaje.

Echeverría dejó un largo legado que puede disfrutarse en el Museo Carrillo Gil. Con ojos puramente plásticos y mirada universal es una gran cita para cerrar el año.

Museo Carrillo Gil

Av. Revolución 1608, colonia Guadalupe Inn

Martes a domingo, de 10 am a 6 pm

Entrada: $45

concepcion.moreno@eleconomista.mx

Temas relacionados

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete
/* USER OBJECT EXAMPLE paywall.auth.user() = { id: 5098, site_id: 1, email: 'johndoe@mail.com', first_name: 'John', last_name: 'Doe', avatar:"https://beta.wyleex.com/img/tenants/avatar.png", birth_date:null, checkSubscription:false, country:"", created_at:"2020-01-01T22:26:36.000000Z", gender:null, identification_number:null, identification_type:null, phone_number:"12345678", phone_prefix:null, subscribed:true, token:null } */