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Arte e Ideas

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Polanski sorprende con El escritor fantasma

Una película que critica a los grandes Estados creadores de la más contemporánea de las ficciones: la amenaza del terrorismo, la libertad de la democracia.

Pasar poco más dos horas pegado a una butaca en el cine (por más VIP que sea) para ver la nueva película de Roman Polanski, El escritor fantasma , le dejarán o un fuerte dolor en el coxis o los nervios de punta y un momento de apnea provocado por la sorpresa final luego de una sucesión de intrigas y de pistas que argumenta la cinta y que como espectadores debemos seguir junto con el protagonista de la película: un escritor que cobra una copiosa cantidad de dinero por ser la voz y el pensamiento de un político, un escritor fantasma, esos que escriben los discursos, los comunicados para la prensa, las notas de feliz cumpleaños... Todo lo que aparentemente escribe (dice y hasta piensa) un político.

De entrada hay que decir que esta pieza le valió al polaco el Oso de Plata al mejor director en el último festival de cine de Berlín. Ya en el plano, dramático destacan las actuaciones de las mujeres que son muy fuertes por su carga de engaño y frivolidad: Kim Catrall y Olivia Williams, amante y esposa de Lang respectivamente, logran una profundidad abismal.

No obstante, recibimos a un McGregor muy fiel a McGregor: un personaje sin matices, sin malicia: aunque muy inteligente y muy bien intencionado (da un poquito de flojera).

Por otro lado, la densidad de los ambientes afecta al espectador y lo involucra en la tensión dramática: un ambiente muy turbio, muy poco claro como la historia que se cuenta: el escritor fantasma (McGregor) es contratado por una famosa editorial de Nueva York, Rhinehart Inc., para realizar (corregir, darle prosa y ritmo) un libro de memorias del exprimer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan) que ligando un poquito la ficción con la realidad correspondería a una versión ficticia de Tony Blair y su esposa Cheire.

El joven escritor que le dará voz a ese político toma un taxi que lo lleva a su casa. Al bajarse es interceptado por dos individuos que transitaban sobre una motocicleta. Uno de ellos lo golpea y le quita un sobre que contiene el borrador de una novela. ¿Pensarían que llevaba el manuscrito de Lang?

Con esta primera incógnita sabemos que algo huele mal, que algo se esconde, pero parece que nuestro escritor no se da cuenta de inmediato de ello o simplemente lo ignora. ¡Mire que rechazar 250,000 dólares por trabajar durante menos de un mes sería imperdonable!

Además, es un libro, ¿qué tanto peligro puede haber en la publicación de un libro, en trabajar de incógnito y en que tu figura una vez que redactes las memorias sea olvidada detrás de la celebridad que aparece en la portada?

La situación se vuelve más negra cuando el espectador conoce que este nuevo escritor es el sustituto de otro negro (fantasma), Mike MacNamara, que murió mientras investigaba sobre la vida de su amigo Lang, encontrando huellas que lo relacionaban con crímenes de Guerra (mandar a jóvenes a morir a los campos de batalla en Irak).

El escritor cruza el océano para trabajar en el búnker personal que tiene en EU el político inglés, en donde el manuscrito (una única versión) es protegido bajo las más avanzadas tecnologías de seguridad. Pero poco a poco, el asunto se va desvelando en su complejidad. El círculo cercano a Lang es muy hermético.

El propio político se muestra muy celoso de ciertos pasajes de su historia personal en los que el escritor busca indagar para hacer un retrato más fiel y atractivo (este es el único tono malicioso del personaje de McGregor: el trabajo que realiza está a medio pelo entre el de un detective y el de un periodista: busca el dato fascinante y económicamente redituable).

La inteligencia y curiosidad del escritor lo llevan a encontrar vacíos en el borrador ya escrito. Además, investigando se encuentra las indagaciones de su predecesor, detalles: un teléfono anotado detrás de una foto de juventud en la que Lang estudia en EU, la clave de que en el borrador todo se encuentra en los principios , el papel que Ruth, esposa de Lang, juega para que éste se incorporara al Partido y abandonara su gusto por la actuación.

Y qué tiene que ver una empresa de seguridad. La perfección con la que se cruzan los datos y las historias más las simulaciones propias del mundo de la política, es la gran aportación de Polanski, que si bien no entrega una obra maestra, sí presenta una película en la que juega a su antojo con los límites de la ética y la política, la verdad y la simulación, el deseo y el interés, la ideología y el fanatismo, la opulencia y la barbarie.

Una película que, además, critica a los grandes Estados creadores de la más contemporánea de las ficciones: la amenaza del terrorismo, la libertad de la democracia y, sobretodo, la guerra justificada en términos morales (contra el terrorismo y la amenaza nuclear) pero que en la realidad fue una guerra por recursos naturales y su efecto: el dinero.

aflores@eleconomista.com.mx

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