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Por decisión divida, Philip Roth
Philip Roth ha ganado el Man Booker International. Debería ser el Nobel. Quizá algún día así sea, cuando la Academia sueca se saque de la cabeza sus prejuicios contra la literatura estadounidense.
Philip Roth ha ganado el Man Booker International. Debería ser el Nobel. Quizá algún día así sea, cuando la Academia sueca se saque de la cabeza sus prejuicios contra la literatura estadounidense.
Nada despreciable que gane Roth el Booker International; sin embargo, un premio joven, apenas fundado en el 2005 que lleva todo el prestigio del Man Booker original, pero con la gracia de que puede ganarlo un autor de cualquier nacionalidad. El jurado que lo premió lo llama el escritor norteamericano vivo más celebrado . Puede que el título le quede chico. Para muchos, Roth es el mejor autor vivo. Punto.
No todos piensan lo mismo. Roth sin duda es un autor controversial. Para algunas feministas su novela El mal de Portnoy es considerada la Biblia de la misoginia. Para algunos es un autor exhibicionista, un judío antisemita, un hombre que se odia a sí mismo. Para otros simplemente es un autor autobiográfico, alguien que se repite a sí mismo a lo largo de toda su obra.
Al último grupo pertenece Camen Callil, quien fue parte del jurado del Man Broker. A doña Carmen, activista de un grupo feminista, le parece que Roth ni siquiera es un escritor , como declaró a The New York Times. Repite los mismos asuntos, la misma trama libro tras libro .
Callil votó en contra de darle el premio a Roth y está dispuesta a explicar su postura categórica contra Philip Roth en un ensayo a publicarse en un medio internacional. La molestia de Callil con la decisión del jurado fue tan grande que incluso se retiró del panel.
No será ni la primera ni la última vez que Roth esté en tela juicio. Seguramente la misma discusión surgirá el día en que, tal vez, gane el Nobel.
Porque sí, es verdad que Roth se repite. Sus temas usuales, a saber: el judaísmo, la infidelidad, la vida del hombre entre la madurez sexual y la declinación de la virilidad y, sobre todo, su propia vida.
Durante casi 30 años, por ejemplo, Roth publicó la vida del escritor Nathan Zuckerman como quien lleva un diario público de caídas y raspones. Todo empezó en 1979 con La visita al maestro y terminó en el 2007 con Sale el espectro. La carrera literaria del ficticio Zuckerman son un reflejo muy fiel de la vida y obra de Roth.
¡Ah!, ¿es entonces Roth un exhibicionista, un escritor atrapado en la autobiografía, incapaz de imaginar nada? Aún mejor: es un escritor capaz de imaginarse a sí mismo como personaje sin pasar por el tamiz del ego. Es decir, el tipo se describe a sí mismo sin compasión, sin afeites, sin compensaciones. Con Zuckerman se ve a sí mismo a distancia, se disecciona, se reconstruye. Se presenta como una verdadera creación literaria. Como si Walt Disney se hubiera convertido a sí mismo en caricatura. Zuckerman es tan Roth como también es simplemente Nathan Zuckerman.
Por lograr esa hazaña de convertirse a sí mismo en un personaje tridimensional fuera de sí mismo, un acto de ilusionismo digno de Merlín, Roth se merece todos los blasones que el mundo literario pueda darle.
cmoreno@eleconomista.com.mx