Buscar
Arte e Ideas

Lectura 4:00 min

Porfirio Díaz, una voz en el exilio

En "Pobre Patria mía", Pedro Ángel Palou se propuso impostar una voz perdida en un mausoleo. Se adentra en la mente de Porfirio Díaz y expone la travesía del patriarca desterrado. El Díaz humano que retrata Palou se sitúa por encima de la vida pública.

En "Pobre Patria mía", Pedro Ángel Palou se propuso impostar una voz perdida en un mausoleo. Se adentra en la mente de Porfirio Díaz y expone la travesía del patriarca desterrado. El Díaz humano que retrata Palou (Puebla, 1966) se sitúa por encima de la vida pública.

El escritor recrea pasajes de un exilio íntimo y propone una lectura distinta de la historia. Narra los últimos días de un anciano que se resiste a morir, cuando todos los que lo rodearon ya han muerto. Concibe los derroteros de la vejez en el imaginario de Díaz e incluye a los amigos que han fallecido.

Palou retrata la caída de un hombre, su trayecto hacia la noche, el final de una larga jornada. En entrevista, revela detalles del andamiaje de su novela.

¿Por qué elegiste el último periodo vital de Porfirio Díaz, su itinerario europeo, incluyendo el viaje a Egipto?

Desde que se me ocurrió novelar a Díaz me parecía que el mejor momento era el de la derrota. El Díaz ensoberbecido –el del triunfo militar del 2 de abril de 1867, el de la batalla de Puebla, el de la apoteosis política– repetía un poco la historiografía, por un lado el lugar común del déspota, dictador, y por otro, la idea de que no hay un Díaz humano.

En cambio, empezar a contarlo a través de la derrota –aunque se dio el periplo europeo, el viaje a Egipto, la recepción del káiser, la visita a Los Inválidos– implica a un hombre que lo tuvo todo y ya no tiene nada. Es el hombre derrotado, octogenario. Resulta un Díaz más rico en matices. Es un anciano instalado en el pasado. Me pareció la mejor óptica para abordarlo, para devolverle su rostro. Me interesa darle voz porque al final no la tuvo: es el gran villano de la historia .

Díaz aparece pensando una y otra vez en Napoleón, ¿cómo asumiste la relación entre los dos personajes?

Para Díaz, Napoleón es un héroe militar; es el gran conquistador, el gran hacedor. Díaz, a su vez, siempre se consideró un héroe militar, siempre se sintió general. Sintió que era el gran hacedor de la patria mexicana.

En ese entonces, Díaz no tiene su Santa Elena todavía, aunque sabe que no va a regresar a México. Percibe cierta ingratitud, sin saber que la historia le será tan adversa. Por ello se compara muchas veces con Napoleón. En vida recibió elogios impresionantes. Tolstoi lo catalogó como ‘Héroe de la paz, prodigio de la naturaleza’. Sus propios enemigos, a los que combatió en la Intervención francesa, lo recibieron en Los Inválidos y le otorgaron el sable que Napoleón utilizó en Austerlitz como un gesto de respeto .

¿Por qué se convierte en uno de los puntos cardinales la soledad como adlátere del poder?

Para un hombre tan poderoso, el exilio reitera la soledad. Díaz perdió el poder; lo imagino inmerso en una soledad atroz, reposando en el balneario. El hombre no sabía francés; y en París no producía el impacto que necesitaba, después de ser el centro de atención de un país entero durante 40 años .

La novela abre y concluye con monólogos interiores, donde la voz de Díaz elabora una especie de autorretrato simbólico. ¿Cómo pensaste la transición del fantasma de piedra – el olvidado – al hombre que no puede olvidar ?

Escribo linealmente, no realizo ensambles posteriores; si hubiese comenzado por el primer capítulo –el viaje en el Ipyranga– en lugar del monólogo, hubiese sido difícil que Díaz se hiciera presente. Necesitaba el monólogo para traer a Díaz al presente, pensé mucho en el fantasma de Orsini en Bomarzo de Manuel Mujica Láinez –aunque la técnica narrativa con la que se resuelve es ajena–. Sigue vivo cuando todos han muerto.

Quise elevar a Díaz de manera tonal. Se describe y condensa su biografía. Tal como indicas, hay un contraste entre ‘el olvidado’ y ‘el no olvidado’, entre el que se recuerda y no puede morir porque, como fantasma, sabe que no se ha hecho justicia, y el que ya muerto se embarca en el Ipyranga. Mi percepción es que ya está muerto cuando sale de México. Es una suerte de cadáver insepulto .

agarcia@eleconomista.com.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete