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Princeton y Stanford pretendieron el archivo Poniatowska

a escritora, después de saberse ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes, ofreció una conferencia donde defendió a las mujeres escritoras y a aquellas que aspiran a los cargo públicos; sobre el archivo, su hijo Felipe Haro declara que “la posibilidad  de que se quede en México es cada vez menor".

Un día después de saberse como la octava ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, la escritora, periodista y cronista Elena Poniatowska convocó a una conferencia de prensa en la sede de la fundación que lleva su nombre, en la colonia Escandón.

“Este premio es, como dicen, el cierre de un collar o el cierre de una vida muy fructífera y feliz. He sido objeto de grandes generosidades, de grandes apoyos y cariño, antes que todo, de mis compañeros periodistas”, declaró quien también ostenta reconocimientos como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2002, el Premio Miguel de Cervantes 2013 y la Medalla Belisario Domínguez 2023.

Aprovechó la ocasión para anteponer el papel de las mujeres de la literatura en nuestra lengua y en el ejercicio periodístico, un grupo del que ella misma, dijo, es parte y resultado. “Este premio se une a una larga cauda de mujeres que, a través de su trabajo diario, han aportado maneras de ser y maneras de escribir que son muy creativas, que dan mucha alegría”.

“Debí haber preparado una lista de todos los nombres (de las autoras a reverenciar)”, dijo la Poni, “y no quisiera dar ni tantos porque no quiero dejar a alguna fuera”. Entonces, aunque prometió no decir nombres, la memoria la traicionó para bien: “pero hubo una que fue extraordinaria”.

Trajo a su voz, frente al micrófono que sostenía con ambas manos, el nombre de la novelista, cuentista, poeta y ensayista mexiquense Carmen Rosenzweig (1925-2010), quien permaneció en activo durante toda la segunda mitad del siglo pasado, cofundadora de la revista “El Rehilete” y una de las tantas autoras marginadas por el canon y quien decidió cambiar la literatura por su trabajo de oficina y el cuidado de los tres hijos que decidió adoptar.

Carmen Rosenzweig murió el 9 de septiembre de 2010 en la cama de un hospital por una hemorragia interna, consecuencia prolongada de una explosión de gas en su casa tres semanas antes.

Al respecto, Elenita dijo en esta ocasión: “ella fue cuentista y en un momento dado se encontró con niños que no tenían papás. Entonces decidió que en vez de escribir, se iba a dedicar a cuidar a sus niños. Ese es un acto muy de mujeres, muy maternal, y a mí me conmovió de manera bárbara”.

Esa es la capacidad de Elena Poniatowska, la de evocar aquellos rostros, momentos que el tiempo parece haber borrado del tiempo del papel, pero no de su memoria, de donde la Poni los rescata para reintegrarlos a la conciencia colectiva. Ése, en esencia, es el néctar del trabajo literario de la multipremiada.

El recuerdo y el archivo

Durante la sesión de preguntas y respuestas, un colega periodista le preguntó cómo le gustaría ser recordada. Y la Poni, con esa honestidad cristalina, dijo como primera reacción: “es difícil pensar cuando estás bajo tierra en cómo quieres ser recordada”.

Después añadió: “supongo que me gustaría que me recordaran como una señora que no nació en México, que llegó a los 10 años en un barco (…) con una vida llena de recuerdos y muy amorosa de parte de México; una que ha sido muy participativa sobre lo que sucede en mi país, de la vida política, porque me apasiona”.

A propósito de la vida política del México presente, Poniatowska deseó: “que no haya dedazo, que no sea el presidente anterior el que escoja al presidente por venir, como ha venido sucediendo. Espero que se le den oportunidades a mujeres que aspiran al poder, porque lo harían espléndidamente bien. Por el asunto de los franceses he tenido relación con la familia de Marcelo Ebrard, pero eso no quiere decir que yo quiero que mi cuate o mi cuata sean presidentes. Confío en nuestro buen criterio para escoger al que responda mejor a las necesidades del país. Quiero que todo el mundo se vaya a dormir habiendo comido más o menos lo mismo, ése es mi gran deseo”.

Además, lamentó que los acervos de los autores mexicanos tengan como destino las universidades estadounidenses para su conservación. “Me visitaron varios bibliotecarios especialistas para decirme que se querían llevar mis cartas con Fuentes y con Octavio Paz, todo el material que yo tuviera, se lo querían llevar a dos universidades norteamericanas. Pero quien se negó a que las cosas salieran fue Felipe (Haro, su hijo)”.

Sobre este tema, Felipe Haro, también presente, confirmó que se han acercado las universidades de Princeton y Stanford, así como instituciones de Monterrey de las que no quiso dar referencia. Explicó:

“Cuando a mi mamá le ofrecen comprar el archivo, yo les digo que no, que se tiene que quedar en México porque es de todos ustedes. Pero ahora a lo que nos estamos enfrentando es a una posibilidad cada vez menor de que el archivo se quede en México porque no hay las condiciones. En México la memoria se pierde”.

No obstante, Haro refirió que se está trabajando con dos instituciones en México para analizar la viabilidad de la permanencia no sólo del archivo de Elena Poniatowska sino del astrónomo Guillermo Haro.

El dedo chueco de Carlos Fuentes

En otro momento de la conferencia, la escritora recordó a Carlos Fuentes, cuyo nombre da sentido de ser al premio para el que fue confirmada en la víspera y con quien compartió una gran amistad.

“Conocí a Carlos cuando no era escritor aún. Era el hijo de los embajadores (Rafael Fuentes Macías y Bertha Macías Rivas). Cuando no estaban sus papás, él daba grandes fiestas. No había mucha bebida porque no había mucho dinero, pero sí había mucho baile. Él bailaba, le gustaba muchísimo. Al principio no bailaba bien, daba bastantes pisotones, pero después aprendió. Recuerdo que siempre bailó con el brazo muy alto.

“Era un hombre que todo lo quería saber. Si se subía a un taxi, era el mejor amigo de los taxistas. Iba al Sanborns y todas las meseras le contaban de su vida. Había una iglesia frente al Sanborns donde él se metía y platicaba con los monaguillos y los sacerdotes. Se hizo amigo de los vendedores de lotería. Así logró una novela realmente importante, ‘La región más transparente’”.

Fuentes, señaló finalmente la Poni, supo construir una carrera deslumbrante y con repercusión. “Escribía todos los días y escribía con un solo dedo que se le deformó. El índice de la mano derecha ya lo tenía completamente chueco, pero la pasión que puso fue enorme”.

En noviembre próximo, Elena Poniatowska recibirá el Premio Internacional Carlos Fuentes, dotado con un diploma, una obra escultórica diseñada por Vicente Rojo y una bolsa de 125 mil dólares estadounidenses.

El Premio Internacional Carlos Fuentes nació en 2012, impulsado por el entonces Conaculta, y fue en 2014 cuando se unió la UNAM para compartir la bolsa y el fallo del galardón. El premio inició con la intención de ser bienal, pero fue en 2019 cuando la Secretaría de Cultura y la UNAM anunciaron que se entregaría de manera anual, aunque esto no fue posible en el año 2021 por razones presupuestales y la pandemia de Covid-19.

Las y los Premio Internacional Carlos Fuentes:

  • 2012 – Mario Vargas Llosa (Perú-España)
  • 2014 – Sergio Ramírez (Nicaragua)
  • 2016 – Eduardo Lizalde (México)
  • 2018 – Luis Goytisolo (España)
  • 2019 – Luisa Valenzuela (Argentina)
  • 2020 – Diamela Eltit (Chile)
  • 2022 – Margo Glantz (México)
  • 2023 – Elena Poniatowska (México)

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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