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Proyecto Nuevo Amanecer, nueva vida a niños con labio y paladar hendido
Cada año, un equipo multidisciplinario encabezado por el doctor Abel de la Peña atiende en Guanajuato, de manera gratuita, a alrededor de 200 niños con hendiduras orofaciales.
Provocar la sonrisa en alguien tiene su mérito, pero construir la sonrisa en personas con labio y paladar hendido, mantener esa labor durante 39 años y no cobrar un centavo, es un mérito exponencial.
Tal es el caso de los integrantes de un grupo de profesionales que forman parte del proyecto Nuevo Amanecer, encabezado por el doctor Abel de la Peña, quienes, dos veces al año, dedican parte de su tiempo, talento y recursos para operar a personas con hendiduras orofaciales, simplemente por la voluntad de ayudar a los demás.
Entrevistado en las instalaciones del Instituto de Cirugía Plástica, que también dirige, el médico cirujano con especialidad en cirugía plástica estética y reconstructiva, cuenta el origen de esta labor.
Recuerda que, en 1984, cuando estaba haciendo su residencia en cirugía plástica en el equipo del doctor Fernando Ortiz Monasterio, conoció al doctor Miguel Covarrubias, originario de la ciudad de Guanajuato y quien posteriormente se incorporó al ISSSTE de Guanajuato.
Aquel médico lo buscaba para pedirle que, los fines de semana, fuera a esa entidad para atender pacientes, pues en ese entonces no había en Guanajuato los suficientes profesionales de cirugía plástica que pudieran tratarlos.
Buscaban ofrecer una oportunidad a esos niños que tuvieron el infortunio de nacer con una fisura en el labio y/o encía, lo cual ocurre por la falta de fusión del segmento central de la cara.
En noviembre de ese año organizaron un plan para operar a personas con labio y paladar hendido. Pidieron permiso para ocupar instalaciones del ISSSTE, en la capital guanajuatense y así atender a personas con esa condición en la zona. En esa incursión operaron a los primeros cinco niños y al año siguiente se programaron dos planes de operación e intervinieron a otros 15 pacientes.
Ante la alta demanda, convencieron a profesionales de sus equipos, tanto en Guanajuato, como en la Ciudad de México y posteriormente en Guadalajara, y ahora son quienes se encargan de la implementación del programa, dos veces al año.
Se trata de alrededor de 80 profesionales voluntarios, expertos en cirugía plástica, ortodoncia, pediatría, anestesiología, otorrinolaringología, así como de terapia de lenguaje, enfermeras, auxiliares y trabajadores sociales, que prestan sus servicios de manera gratuita.
Todos con un solo objetivo: reinsertar a esos niños a la sociedad. Y sí, sonriendo.
Para el tercer año atendieron alrededor de 100 pacientes y actualmente atienden en promedio a 200 cada año que, sumados a los papás o familiares de los menores -a quienes se les proporcionan alimentos-, suman alrededor de 350 personas.
Hasta hoy llevan más de 4,000 cirugías a niños de escasos recursos, tanto derechohabientes del ISSSTE como personas sin ese beneficio.
El ejercicio hasta parece simple: un día, pacientes y especialistas se encuentran en un auditorio, donde se terminan de estudiar los casos, y luego cada uno pone manos a la obra, en al menos cuatro quirófanos.
Ahí transcurren cirugías para cierre de labio y corrección nasal (desde los tres meses de edad), cierre de paladar (desde el año), injertos óseos para la encía (entre los cinco y los 10 años), cirugías de faringe, para mejorar el habla y la cirugía estética de la nariz en paciente de alrededor de 15 años.
Al trabajo del doctor De la Peña se suman instituciones como el ISSSTE, en cuya clínica se realizan las operaciones, así como la Secretaría de Salud de Guanajuato y el DIF estatal.
Regularmente cuentan con la participación de profesionales provenientes del Instituto de Cirugía Plástica, de la Universidad de Stanford, así como de los programas de enseñanza mexicanos, especialmente del Hospital 20 de noviembre, del Instituto de Cirugía Reconstructiva de Jalisco, así como del Hospital Civil de Guadalajara y, para la parte de anestesia, con médicos del Hospital General de México.
El especialista recalca que esos pacientes que atienden son personas con un coeficiente intelectual normal; sin embargo, padecen serias afectaciones en la parte de socialización. Al tener abierto el paladar, su capacidad para comunicarse es muy baja.
Además, muchas veces padecen estigmas, debido a que hay una serie de fantasías sobre ese tipo de condiciones. Los pueblos originarios de Mesoamérica decían que se trataba de personas que habían sido mordidas por la luna. Para evitar eso, las mujeres embarazadas debían usar un listón rojo alrededor de la cintura y un metal, para evitar que el eclipse “les mordiera el labio a los niños”.
El problema se acentúa porque, ante la falta de entendimiento, los padres tienden a ocultar a los bebés, lo cual genera una falta de socialización y, consecuentemente, de entendimiento del mundo externo a sus núcleos familiares que los constriñe.
Por ello, recalca el especialista, es sumamente importante que, después de la operación, se le dé un seguimiento con terapia de lenguaje y ortodoncia.
Recordó que cuando un miembro de la familia tiene ese problema, son altas las probabilidades que se repita.
En México se detectan diariamente 9.6 casos
En países desarrollados se registra un caso de labio y paladar hendido por cada 1,000 nacimientos, mientras que en los subdesarrollados uno de cada 600. En México, de acuerdo con el Inegi, en 2022, se registró el nacimiento de un millón 891,388 personas con esa condición.
Entre 2008 y 2010, según el Inegi, se identificaron en México 9.6 casos nuevos de labio y paladar hendido por día, es decir 3,521 casos nuevos al año.
Para el equipo del doctor De la Peña la tarea no termina. Cuenta que en la actualidad, entre sus pacientes hay hijos de quienes fueron sus pacientes en los primeros años de este esfuerzo. Incluso, ya les tocó intervenir a un nieto de uno de sus primeros pacientes.
En una ocasión, al recibir a un niño para operación le preguntó a la madre: ¿tú no tuviste… la mujer atajó la pregunta con un “sí, usted me operó hace 25 años”. No se le notaba. Y sí, la mujer sonreía.
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