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Pseudoterapias, estrés y cáncer: una combinación peligrosa

Muchos estudios asocian el estrés con el agravamiento de múltiples enfermedades, como lo es el cáncer. Foto: Shutterstock.

Muchos estudios asocian el estrés con el agravamiento de múltiples enfermedades, como lo es el cáncer. Foto: Shutterstock.

El mundo de las pseudociencias está lleno de mensajes erróneos que indican que nuestros padecimientos pueden encontrarse en vivencias traumáticas anteriores.

Lo adornan con una serie de palabras extrañas y esotéricas que parecen contener algo importante como “bioneuroemoción”, “biodescodificación”, “constelaciones familiares”, “Nueva Medicina Germánica”… El mayor problema de todas estas corrientes pseudocientíficas es que niegan la naturaleza biológica de nuestras enfermedades. Y, entre ellas, la del cáncer.

Hagamos un pequeño repaso a esta constelación de absurdos.

El estrés como coartada para una plétora de pseudoterapias

Como con todas las pseudociencias, siempre hay una pizca de verdad que hace que estos movimientos parezcan asentarse en cierto conocimiento científico. La base que todos comparten es el estrés tanto psicológico como físico.

Es cierto que muchos estudios asocian el estrés con el agravamiento de múltiples enfermedades, especialmente crónicas. Y podemos afirmar que el comienzo y desarrollo del determinados tipos de cáncer se alimentan en cierta manera del estrés, pero de uno muy diferente: el que está mediado por desequilibrios celulares asociados al daño oxidativo, infecciones víricas, daños por sustancias nocivas o desequilibrio hormonal, entre otros.

Pero no son los que interesan a estas pseudoterapias. Según la biodecodificación, el cáncer se produce por un conflicto biológico muy intenso en el que la gestión del estrés no ha dado lugar a un síntoma leve. ¿De verdad alguien entiende qué significa exactamente eso?

Podríamos interpretarlo como que ese estrés que ha causado el cáncer podría haber sido más benigno y provocar menos daño. En ese caso no se habría generado la transformación que ha provocado que una célula acabe convirtiéndose en un cáncer. Sí, es lógico, pero ¿y cómo revertimos eso una vez ocasionado? Ahí está el problema: quitando el estrés no vamos a hacer que las células cancerosas vuelvan a ser normales. Eso no va a ocurrir.

Según algunas fuentes, la biodecodificación postula que cada tipo de tumor se corresponde con un conflicto específico. Por tanto, no se está hablando de un estrés biológico, sino de cuestiones psicológicas que no tienen nada que ver con la causa de la enfermedad.

Así, el cáncer de pulmón tendría que ver con el miedo a morir y supongo que para nada con el fumar o la contaminación. El cáncer de hígado con carecer de sustento y no con el consumo de alcohol, sufrir hepatitis o las dietas desequilibradas. Y el de riñón con la soledad o el abandono y no con la función principal del riñón, que es la de filtrar todas las toxinas del cuerpo.

Sin pies ni cabeza

Como comprenderán, esas relaciones entre cáncer y la vida normal no tienen ni pies ni cabeza desde un punto de vista científico. Las causas del cáncer se encuentran en los daños causados en el ADN de las células por agentes físicos, químicos o biológicos, y nada más.

Pero no faltan corrientes médicas que dicen tener pruebas científicas que corroboran el absurdo. El médico alemán Ryke Geerd Hamer se considera padre de la llamada Nueva Medicina Germánica. Según esta corriente, Hamer demostró en 1981 mediante un simple escáner cerebral que se pueden ver las alteraciones en áreas específicas del cerebro que deja el impacto emocional. Lo curioso del caso es que el buen doctor no parece haber dejado literatura científica publicada para la posterioridad y sí vivencias propias y de otros pacientes.

A partir de este concepto de sufrimientos que nos provocan cáncer y otras enfermedades aparecen otros niveles como las denominadas constelaciones familiares. Esta pseudoterapia se basa en que muchos de nuestros conflictos provienen de relaciones familiares, por lo que descubrir dichos conflictos sería la clave para evitar, e incluso curar, el cáncer.

La pregunta es cómo y ahí encontramos a la bioneuroemoción, consistente en terapias de relajación y meditación que llevan a asumir los conflictos. Eso hará que el estrés que padecemos y esos pensamientos dañinos desaparezcan. Y, con ellos, el cáncer.

El estrés que sí produce cáncer

Como ya he comentado, sí que hay una relación entre el estrés biológico y el cáncer. En su origen, agentes físicos –como los rayos X o ultravioleta–, agentes químicos –como muchas sustancias que interaccionan con el ADN– o agentes biológicos –como los virus– provocan daños en el ADN y causan mutaciones que acaban produciendo la transformación celular que lleva al cáncer.

Incluso posteriormente, las células cancerosas provocan estrés en su ambiente para poder crecer mejor. Como los aliens de las películas que invaden La Tierra modificando el medio ambiente a su conveniencia, las células cancerosas modifican el ambiente en el que se encuentran liberando sustancias como el lactato, que generan un estrés metabólico. Este provoca, entre otras cosas, que las células cancerosas puedan crecer mejor, eliminando a las células normales, alimentarse mejor, generando nuevos vasos sanguíneos, y evitar el ataque del sistema inmunitario.

Incluso diferentes compuestos liberados por las células cancerígenas modifican la actividad de macrófagos con el fin de que mejoren las condiciones para el crecimiento del tumor. Estos macrófagos tienen un perfil proinflamatorio que afecta a la actividad del resto de células, incluso de los linfocitos que deberían poder atacar y eliminar a las células tumorales.

Otro componente es el estrés oxidativo, muy conocido en los tratamientos antioxidantes que sirven para todo. El problema del estrés oxidativo es que es una espada de doble filo respecto al cáncer. Puede ser utilizado como terapia para eliminar las células pero también es un factor importante para provocar la transformación de éstas en tumorales.

Las pseudoterapias son muy peligrosas y más cuando se tiene cáncer

Como han podido ver, los hábitos de vida y la exposición a agentes de todo tipo que no podemos evitar pueden afectarnos gravemente. El estrés crónico de la vida diaria puede agravar el efecto de estos agentes y, obviamente, podría ser importante en el caso del cáncer, aunque no está nada claro. Obviamente, afrontar la enfermedad de una manera más positiva puede ayudar a que el efecto perjudicial del estrés crónico se reduzca, pero el echarle la culpa a la familia o a que tenemos miedo de algo no es una solución.

No se dejen engañar: las pseudoterapias, cualquiera de ellas, incluso la homeopatía, ponen en peligro a los pacientes que, en su intento de luchar contra el cáncer, se echan en brazos de cualquiera que les abra una puerta a la esperanza abandonando la medicina que sí funciona y ataca al cáncer de la manera más específica, la medicina que conoce las causas y aborda cada tipo de cáncer con el tratamiento más efectivo. The Conversation

Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de Olavide

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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