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Qué cómics que adivinas
Cómo han cambiado las convenciones de cómics.
De niña y adolescente temprana empecé a ir a las incipientes convenciones de cómics que se organizaban en la Ciudad de México.
Era una buena época: los 90 fueron un boom del cómic y el anime japonés en México. Pertenezco a una generación alimentada por caricaturas japonesas que Canal 5 pasaba porque los derechos eran, entonces, baratos. También una dieta de cómic gringo: desde la muerte de Superman, la espalda destrozada de Bruce Wayne, a las aventuras de los parias más amados de la historia, los X Men.
Había, pues, varias convenciones de cómics a lo largo del año. Algo que recuerdo con cariño y sorpresa son los juglares. Así les digo yo, juglares, que contaban en voz alta lo que sucedía en las películas o temporadas que no llegaban a México de alguna caricatura japonesa. Me explico: en aquellos años el precio de los DVD era todavía exorbitante, imagínense: rifaba todavía el LaserDisc. En Japón se hacen películas y mediometrajes sobre las series de animes; películas que rara vez llegaban a México.
Estos juglares decían haberlas visto y las contaban a quien quisiera escucharlos. Incluso vendían en hojas de Word el texto de lo que acababan de narrar, así ganaban dinero. Yo creo que se inventaban la mayor parte de lo que contaban, pero eso estaba bien: fanfic en plena forma y en vivo.
No éramos muchas las chavas que íbamos a las convenciones. No sé por qué: estaba de moda Sailor Moon, tan femenina. Yo me decantaba por Las Guerreras Mágicas (Magic Knight Rayearth, su título original, búsquenla, es genial). Pero sí, éramos pocas, muy nerds, casi siempre acompañadas por una bolita de muchachos igual de nerds que nosotras.
Había gente, eran exitosas, pero las convenciones aparecían y desaparecían como hongos porque su público, aunque fiel, no era tan grande. Cómo han cambiado las cosas.
Este fin de semana pasado se organizó la Expo Coleccionistas en el Centro Citi Banamex, un encuentro para fans del cómic, las figuras de acción y las películas. Y sí, las cosas han cambiado. Abundan las mujeres: tanto las que venden en los stands como las que visitan para completar sus colecciones. Disfraces, por supuesto. La favorita es la Mujer Maravilla, el personaje que se robó este año. Hay Sailor Moon y princesa Leia.
Lo que no veo entre toda esta gente es a muchos niños. ¿No hay generación de renovación para la era geek? Porque sí, estamos en plena Geek Age of Wonders, todo son superhéroes e historietas; videojuegos y Pokémon; Star Wars y Marvel. Tan infantil todo, debería haber más chiquillos. Eso digo yo.
Expo Coleccionistas no es la mejor convención a la que he ido. Hay algo de desorganización (bueno, las convenciones de mi infancia eran un desastre) y no hay tanta gente como yo esperaría. Será que es temprano, imagino. Detrás de los mostradores de los vendedores de Star Wars los vendedores son veteranos que llevan juntando juguetes starwarianos desde los años 70. Las piezas son carísimas, me pregunto si hay gente dispuesta a desembolsar esos cientos y miles de pesos por un Darth Vader original. Sí, la respuesta es sí.
No me compré nada. No sólo es que ande en plan de austeridad, sino que algo en la expo me hizo querer salir corriendo del lugar. No hay corazón, no hay juglares contando historias por unos pesos y el gusto de fabular. Puro mercado, pura burbuja. Llámenme ridícula, pero para mí ese aire precario y jipi de las convenciones de antes era lo que me conquistaba.
Bueno, me voy justo cuando está llegando más gente, todos con ganas de comprar, comprar, comprar. Así sea.