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"RED": Retirados y extremadamente divertidos

Por fin llega a las pantallas una película que no es inteligente, pero vaya que es sexy. RED basada en una buena novela gráfica de DC Comics, es la más improbable de las comedias de acción, con un elenco que ya querría cualquier aspirante a un Oscar.

Por fin llega a las pantallas una película que no es inteligente, pero vaya que es sexy. RED (todo en mayúsculas, significa "Retirados, extremadamente peligrosos" en inglés), basada en una buena novela gráfica de DC Comics, es la más improbable de las comedias de acción, con un elenco que ya querría cualquier aspirante a un Oscar o galardón misceláneo.

Bruce Willis protagoniza como Frank Moses, el típico hombre rudo a la Bruce Willlis, un hombre duro con actitud, de esos que pueden matarte con un cotonete mientras dicen alguna frase como "¿Ves por qué no hay que usarlos para limpiarse los oídos?".

Pero aquí está el detalle: Frank lleva años retirado de la acción. Durante la gloriosa Guerra Fría, todos temían al bueno de Frank Moses. Espionaje, intriga, asesinatos en masa, golpes de Estado en Centroamérica... Ah, la nostalgia.

La soledad de Frank la capotea platicando esporádicamente con Sarah (Mary-Louise Parker), la empleada encargada de administrar su pensión de jubilado. Es una de esas relaciones que no nacen para no suceder nunca. Todo cambia cuando, en una gran secuencia de acción, un comando de asalto llega a la casa de Frank para (claro) asesinarlo de manera espectacular. Frank la libra por los pelos que ya no tiene en la cabeza y se va a buscar a Sarah, porque resulta que los malos van también tras ella.

Con Sarah amarrada y amordazada por su propio bien (secuestrada por el viejo loco del teléfono), vamos conociendo uno a uno a los viejos compinches de Frank: Joe (Morgan Freeman), su mentor en el espionaje internacional, hoy de 80 años y enfermo de cáncer hepático, aunque eso no impide que todavía disfrute la vista del trasero de su enfermera y el olor de napalm por la mañana; Marvin (John Malcovich, chistosísimo) un agente secreto experto en armamento y espionaje satelital, hoy convertido en un paranoico que carga a todos lados con un puerquito de peluche; Ivan (Brian Cox) un ex-agente de la KGB que ahora vive de vodka y de los recuerdos de su vieja guerra y el amor de su vida, Victoria (Helen Mirren, que demuestra de nuevo que puede hacerlo todo bien, hasta esto) un francotiradora del MI6 que como gesto de amor le despachó tres tiros en el pecho ("Si me hubiera querido matar me habría tirado a la cabeza" dice Ivan soñador).

Juntos, estos héroes de vieja guardia tendrán que descubrir una conspiración encabezada quizá por un comerciante de armas que todos conocen, Alexander Dunning (Richard Dreyfuss) o tal vez por el propio sistema que un día defendieron: quien encabeza la persecución es una versión más joven de ellos mismos, el agente Cooper (interpretado por Karl Urban, conocido por su trabajo en "El señor de los anillos" y por ser casi idéntico a Enrique Peña Nieto pero en feo).

Por supuesto que la trama es una locura, pero es de una locura tan descarada que el resultado es divertidísimo. Los actores tienen estos personajes que les sientan cómodos como unos tenis viejos pero los lucen como si fueran zapatos de diseñador. Es una de esas comedias en las que todo mundo sabe qué decir en qué momento y qué cara poner y hasta cómo sostener a un puerquito de peluche para que el resultado sea hilarante.

En realidad no hay nada más que decir. Bueno, sí: qué curioso resulta en la cinta, y también en el comic original, descubrir que hay una generación de estadounidenses (y seguramente también de rusos y de británicos) que sienten nostalgia por los viejos buenos tiempos de la intriga internacional y la destrucción mutuamente asegurada. La Guerra Fría también tuvo sus encantos.

Como suspirando dice el personaje de Ernest Borgnine (sí, el protagonista de "Los doce del patíbulo" sigue actuando. Ya debe rebasar los 90 años), el guardián de los archivos clasificados de la CIA: "Ya nada es como antes".

Ante debacles como la guerra en Irak, definitivamente la intrincada filigrana de la Guerra Fría parece la cúspide de las relaciones internacionales.

cmoreno@eleconomista.com.mx

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