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Repensar la arquitectura: ¿Cuándo se dejó de construir para cubrir las necesidades sociales?

En la teoría, la arquitectura trata de intervenir los espacios para que éstos respondan a las necesidades de las personas que los habitan. Pero, los fenómenos políticos, económicos y financieros han intervenido en la formas de construir, especialmente en las grandes ciudades, y el impacto de las construcciones sin perspectiva social cada vez es más visible. 

Foto: Archivo EE

Foto: Archivo EE

No poder evitar mojarse un poco al abrir la ducha es una cotidianidad para muchísimas personas y un ejemplo de mala arquitectura. Edificios con cinco departamentos partidos por la mitad y ofertados como "lofts" de menos de 20 metros cuadrados, donde sólo se puede llegar a dormir, es otro ejemplo de mala arquitectura.

A escala, la muerte de 26 personas por el colapso de un tren del metro en la Ciudad de México, es el reflejo más extremo de que la arquitectura no está cumpliendo con su propósito fundamental. ¿Cuándo se dejó de construir para cubrir las necesidades sociales? ¿Cómo y quiénes están construyendo las ciudades?

En la teoría, la arquitectura trata de intervenir los espacios para que éstos respondan a las necesidades de las personas que los habitan y utilizan. Pero los fenómenos políticos, económicos y financieros han intervenido en la formas de construir, especialmente en las grandes ciudades, y el impacto de las construcciones sin perspectiva social cada vez es más visible. 

Si alrededor del 70% de la humanidad tiene que crear su hábitat sin el soporte de ingenieros, arquitectos o diseñadores, y al mismo tiempo los despachos de arquitectos levantan edificaciones con máxima reducción de gastos sin importar el costo social, es claro que hay que repensar la arquitectura, así lo expresa Humberto González Ortiz, Doctor en Arquitectura por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, de la Universidad Politécnica de Cataluña.

En los años recientes uno de los principales debates ha sido la regulación en el sector inmobiliario. En la Ciudad de México, particularmente, debido al creciente número de casos de despojo de vivienda para nuevas construcciones, el incremento desproporcionado de las rentas, la llegada de habitantes de mayor poder adquisitivo al de los residentes en barrios viejos y ahora con más fuerza, la llegada de viajeros de larga estancia

"Esto que está pasando en muchas ciudades del mundo, de pensar la arquitectura al estilo Disneyland, es un parque temático, donde no se construye yendo a la raíz de los problemas sociales, ni se piensa en lo que realmente es hacer arquitectura, sino que se construyen productos para generar dinero como sea. Se piensan las ciudades a través de levantar hitos arquitectónicos con el pretexto de la modernización", dijo González Ortiz en entevista con El Economista.

Entonces surgen fenómenos de expulsión social como en la Ciudad de México y el de Barcelona, donde todo el tiempo ves rueditas de maletas en las calles de barrios obreros que ahora están acondicionados para recibir turistas o huéspedes temporales que tienen su sede laboral en otros países, pero que van a vivir ahí porque es más barato.

Pero esto no sólo se da por el fenómeno de la especulación financiera con bienes inmuebles o por los pocos o nulos límites que tiene el mercado inmobiliario. Esto se da también desde el proceso de construcción, de cómo se construyen los espacios, de qué se construye, de quiénes construyen y sobretodo para qué o para quién construyen. 

Entonces, las ciudades dejan de ser habitables y disfrutables para quienes las habitan, para los locales, que tienen que salir de sus pisos y buscar otros en las periferias o en otros barrios más económicos, pagando las consecuencias sociales que esto implica, agregó el también especialista en arquitectura social

"Las construcciones aparentemente están mejorando la ciudad, pero lo que no está mejorando es la infraestructura de la ciudad para que los propios habitantes puedan disfrutar de su tiempo libre, tiempo que cada vez es menor porque gastan una buena parte transportándose de sus puestos de trabajo a sus barrios en las periferias. Es una contradicción", dijo. 

El problema que nace desde la construcción de las ciudades es que no hay un pensamiento social sobre la arquitectura y se vuelve una cosa casi exclusivamente visual y no algo que atiende las necesidades de la humanidad, particularmente de quienes habitan los espacios sobre los que se construye.

Otra de las problemáticas que produce la construcción de espacios bajo estas perspectivas es que profundizan las desigualdades sociales en casi todas su expresiones. "Como en Ciudad de México que tienes Santa Fe, y sientes como si fuera Manhattan, pero a unos pocos kilómetros tienes barrios en donde se levantan casas de ladrillo donde habitan personas en condiciones de hacinamiento, marginación y poca accesibilidad a servicios". 

Repensar la arquitectura y alternativas

Cuando se piensa en la arquitectura, en el urbanismo o en la ingeniería civil, en los puentes, los caminos, los edificos y los espacios, siempre se piensa en los despachos, las obras o las concesiones, pero es fundamental regresar a lo más básico: la gente y sus necesidades. 

Más de la mitad de quienes habitan el mundo, no tienen acceso a al mundo, dice González Ortiz. ¿Y qué significa no tener acceso al mundo?

Empezar por la exclusión de un derecho básico universal: el derecho a la vivienda digna, a un espacio habitable, funcional, amigable, que permita acceder a quienes viven ahí a otros derechos. El derecho a una infraestructura de transporte conectada, a no pasar cuatro horas del día en el transporte público o en el tráfico de la ciudad, a no gastar la mitad del sueldo diario en este transporte, a tener tiempo libre, a usar el tiempo libre como nos guste, a tener espacios abiertos públicos, a no vivir en hacinamiento e incluso a enfrentar situaciones de enfermedad, desempleo y otras emergencias en dignidad.

"Para rescatar la arquitectura como una vía que responda a las necesidades de las personas hay que regresar a los planes de estudio, a las materias que se imparten, a la vinculación de la profesión con el mercado laboral, a la recuperación de espacios y a la visibilización de las problemáticas", finalizó Humberto González Ortiz. 

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Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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