Retrospectiva en un minuto, sensual como carrera en Ferrari

Casi nada tan sensual como la superficie recién pulida de un automóvil. Es tan perfecta, tan atractiva, que de una manera perversa condesa sobre sí todos los deseos humanos de posesión.

Quizá esta reseñista exagera pero tal pensamiento le vino a la cabeza mientras recorría Retrospectiva en un minuto: Rubén Ortiz-Torres, la nueva y muy atractiva exposición de la galería OMR. Ortiz-Torres debe, de algún modo delicioso, considerar la pintura automotriz como un vehículo plástico válido.

En la exposición hay varias obras que evocan la superficie de un automóvil. Angel dust en particular: un rectángulo vertical que al tocarlo se siente como acariciar un Ferrari gris (o puede ser un Tsuru: que la imaginación del visitante interprete su papel).

Retrospectiva en un minuto es un juego con los visitantes. Así como a su servidora las obras la hicieron soñar con un coche de lujo, a alguien podrían significarle otra cosa. ¿Cómo describir los cuadros automotrices de Ortiz-Torres? Son grandes rectángulos de color brillante que tienen, cada uno, su gracia. Los hay termosensibles: uno puede tocarlos y transformarlos. Es fantástico, pocas veces se pueden tocar las obras de arte y, por decirlo de algún modo, activarlas. Es el ciclo del arte puesto de manera evidente: la obra se completa con la presencia de quien la mira.

Pintura automotriz, pintura termosensible, pintura cromaluscente, aluminio aeronáutico... tal parece que ningún material pictórico industrial le es ajeno a Ortiz-Torres. Fantásticas son también las piezas conocidas como Bancas de museo , que son eso, un par de bancas como las que uno puede ver en los museos de arte; prismas rectangulares en los que quien se sienta deja testimonio de su presencia gracias al calor corporal.

Ortiz-Torres sigue explorando formas, como ha hecho desde joven, cuando era uno más de la escena punk ochentena de la ciudad de México. En Retrospectiva en un minuto hay evidencia de su pasado de artista a contracorriente en la sección, paradójicamente, más convencional de la exposición.

Me refiero a la serie de retratos a tinta y acuarela sobre hojas de cuaderno con los que el artista da testimonio personalísimo de su vida privada. Los retratados son amigos y familiares en poses cotidianas, íntimas. Son obras que evocan al arte callejero como el que podemos ver en varias paredes citadinas y, a la vez, el mundo académico (de gran técnica de dibujo) del que Ortiz-Torres también es discípulo.

La Retrospectiva en un minuto, que se llama así por un experimento que Ortiz-Torres hiciera en Maniatan en el que en pantallas presentaba en un minuto su obra entera a los siempre atareados neoyorquinos, se completa con obras en video.

El sueño de la razón todavía produce monstruos es un juego con el archivo fotográfico que Siqueiros les heredara a los artistas revolucionarios . Las fotografías se convierten en un video en el que el morphing digital convierte una imagen en otra, creando nuevos significados.

Interesante es también Como TV , obra que Ortiz-Torres realizara en 1985 con la colaboración del cinefotógrafo Emmanuel el Chivo Lubezki. Los dos seleccionaron imágenes de noticieros, sobre todo de violencia y religión, entre otros contenidos, y con la ayuda de una Betamax y una cámara súper 8 las convirtieron en una pieza de videoarte que fue considerada muy extraña para su época. Sigue siendo lo suficientemente extraña para ser atractiva.

Lo mismo podría decirse de toda la exposición que, como dice su curador, Rubén Bautista, constituye una pieza en sí misma.

Galería OMR

• Plaza Río de Janeiro 54, Roma.
• Martes a viernes de 10 am a 3 pm y de 4 a 7 pm. Sábados 10 am a 2 pm. Entrada: libre.

concepcion.moreno@eleconomista.mx