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Arte e Ideas

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Saatchi, un adicto a las escondidillas

"Mi nombre es Charles Saatchi y soy un artehólico" es un libro tan ligero que leerlo es como no leer nada. Eso no le quita lo divertido.

Cuando Charles Saatchi fundó en 1969 la galería que lleva su nombre lo hizo como un acto de liberación. Quería tener su propio espacio para hacer arte, a sabiendas de que él no es un artista lo único que le quedaba era comprar arte y exhibirlo.

Compró una bodega enorme en Londres, parecida a las que los artistas del modernismo abstracto de Nueva York volvieron para siempre el cliché de la creación artística iconoclasta, y creó la galería que con los años sería la primera en exponer a Damien Hirst, Jeff Koons, Tracy Emin y tantos otros artistas que hoy son súperestrellas.

Gracias a Saatchi, hoy el mundo del arte es como una pasarela de moda, pero más sofisticado, más interesante, más glamouroso y mucho, mucho más caro. Es él como el coleccionista más importante del mundo el que dicta tendencias de mercado: sin él, muy posiblemente las piezas Hirst jamás habrían alcanzado los $198 millones de dólares que lo convierten en el artista vivo más caro de la historia.

¿Pero quién es Charles Saatchi? Espere encontrar más respuestas al respecto en Wikipedia que en Mi nombre es Charles Saatchi y soy un artehólico su supuesta autobiografía. No espere un largo texto narrativo. Es una lista de 101 preguntas con sus respuestas; preguntas que periodistas e insiders del mundo del arte y de los negocios le hicieron llegar para que las contestara públicamente.

Saatchi se ha distinguido por evadir siempre la atención, el tipo de personaje al que los periodistas persiguen como si de la quimera se tratara. Es tan esquivo como Don Draper, el protagonista de la serie de televisión Mad Men. Como Draper, Saatchi también es publicista, fue dueño de la firma Saatchi & Saatchi y hoy lo es de la agencia M&C Saatchi.

Mad Men es uno de los muchos temas que aborda el libro. La serie le gusta a Saatchi, aunque afirma que la idea de que todos los publicistas son cínicos le parece encantadora, bucólica. "No soy tan inteligente como para ser cínico" dice.

La lista de preguntas abarca su vida privada, su matrimonio (con la chef Nigella Lawson, estrella de televisión), cómo decide si una pieza vale "10 libras o 10 millones de libras", y su postura sobre si, en general, el arte contemporáneo es algo más que un galimatías formidable, los objetos que tiene en su baño y sus gustos televisivos (porque ver televisión es lo que más hace).

Algunas respuestas son largas, entretenidas, otras más bien son ingenios del tipo al-buen-entendedor-pocas-palabras, especialmente las que tratan de temas serios como la política. Por ejemplo, a la pregunta de por qué es seguidor del partido conservador inglés, responde: "Qué adorable usted al pensar que una campaña publicitaria sale del corazón". Saatchi fue el creativo de la campaña que llevó a Margaret Thatcher al liderazgo del parlamento británico.

¿Vale la pena? Mi nombre es Charles Saatchi y soy un artehólico es un libro tan ligero que leerlo es como no leer nada. Eso no le quita lo divertido. Publicarlo, estoy segura, ha sido para Saatchi una broma y un modo más de esconderse.

En suma, es un libro que debe ser juzgado por su portada: una tabula rasa sobre la que aparece bien grande el título y nada más.

Mi nombre es Charles Saatchi y soy un artehólico

Editorial Phaidon. 176 páginas

$195

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